31.10.08

La libertad de la Reina

Aunque la Casa Real – quizá por órdenes del Gobierno, supongo yo – ha publicado un comunicado “tranquilizador” para la opinión pública políticamente correcta, no se puede dejar de aplaudir las declaraciones de Su Majestad la Reina que recoge Pilar Urbano en un libro-entrevista, con ocasión del setenta cumpleaños de Doña Sofía.

Algunos parecen querer a una Reina sin cabeza, sin criterio, sin convicciones. O, al menos, a una Reina muda. Todos podrían, en esta bendita democracia, expresar su opinión. La Reina, no. Y no sabemos por qué no. En una monarquía constitucional, el Rey ha de atenerse a las reglas de juego. Pero un oficio no puede anular a la persona que lo ejerce hasta el punto de convertirla en una no-persona, en alguien sin memoria, sin entendimiento y sin voluntad. No obstante, esas mismas reglas de juego dejan, supongo, un mayor margen de maniobra a la consorte del Rey.

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29.10.08

Un librito para conocer a San Pablo

Cuando los obispos son a la vez teólogos y unen la profundidad de los conocimientos a la vocación didáctica pueden resultar obras de gran interés. Los Padres de la Iglesia eran, muchos de ellos al menos, ambas cosas. Permítaseme esta evocación de la Antigüedad cristiana con ocasión de un pequeño libro que acabo de comprar y de leer: “En camino con san Pablo”, de Carlo Ghidelli, editado por Paulinas (Madrid 2008, 79 páginas, 6 euros).

Carlo Ghidelli es un biblista italiano. Pero, a esta trayectoria personal y profesional, que ha cristalizado en numerosas publicaciones, se añade su condición de pastor de la Iglesia. De hecho, desde el año 2000, es el arzobispo de Lanciano-Ortona, en Italia. Y el libro que presentamos, “En camino con san Pablo”, es una carta pastoral que el Arzobispo dirige a sus diocesanos: “no sería procedente – escribe – que nos comprometiésemos únicamente en iniciativas de carácter exterior, como peregrinaciones y exposiciones, sin ponernos previamente a conocer en serio las Cartas de Pablo: éste es el principal motivo de esta carta”.

El libro está dividido en trece capítulos, cuyos títulos paso a enumerar para proporcionar una idea adecuada de su contenido: 1. La personalidad de Saulo/Paulo; 2. El encuentro de Damasco; 3. Páginas autobiográficas; 4. Pablo visto por Lucas; 5. Pablo en el Concilio de Jerusalén; 6. Pablo teólogo; 7. Teología cristocéntrica; 8. Pablo místico; 9. La paradoja paulina; 10. Pablo pedagogo; 11. Pablo misionero; 12. Pablo y nosotros; 13. Un posible itinerario.

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27.10.08

El poder de los demonios

Un elemento fundamental para enfocar adecuadamente el tema de la existencia y del poder de los demonios es la afirmación básica de que estos seres son también criaturas de Dios. No podría ser de otro modo. Dios es el Creador de “todo lo visible y lo invisible”. En tanto que criaturas, los demonios son buenos, ya que todo lo que es, en tanto que es, es bueno. El concilio Lateranse IV, del año 1215, establece: “Creemos firmemente y confesamos con sincero corazón… que Dios es el único origen de todas las cosas, el Creador de lo visible y de lo invisible, de lo espiritual y de lo corpóreo… El diablo y los demás espíritus malignos fueron creados por Dios buenos por naturaleza, pero por sí mismos se hicieron malos”.

¿Cómo entender que un ser creado bueno se hace por sí mismo malo? La razón que explica esta mutación es que ninguna criatura espiritual está eximida de decidirse – ya que es inteligente y libre – a favor o en contra de Dios. Los demonios son ángeles que se han convertido, voluntariamente, en antagonistas de Dios y que pretenden que los hombres se revuelvan también contra Dios y contra Cristo.

Lo demoníaco está presente en el mundo. San Pablo, en la epístola a los Efesios, menciona al “Príncipe del imperio del aire, el Espíritu que actúa en los rebeldes” (2,2). Su labor, la labor de este Príncipe, es tentar y pervertir; viciar con malas doctrinas o ejemplos las costumbres y la fe. Pero no toda tentación ni toda perversión proviene de él; ya que en el hombre, herido por el pecado, puede surgir la tentación por sí misma. En cualquier caso, provocado directamente por él o por una naturaleza herida, el pecado es la baza de Satanás. Si uno quiere caer en manos del demonio lo tiene “fácil”: basta con pecar.

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26.10.08

Exorcistas: Por favor, una “denominación de origen”

En el ámbito alimenticio una “denominación de origen” es algo así como una calificación que se emplea para proteger legalmente ciertos productos de una determinada zona, garantizando, de algún modo, su calidad. No se puede dar gato por liebre, ni vender por rioja o por albariño cualquier brebaje.

En el campo, delicado y expuesto al juicio público - no precisamente proclive a la benevolencia - , de los exorcismos parece necesario algo similar. Hay que saber quién es exorcista y quién no lo es. Quién ejerce legítimamente y quién lo hace por libre. Quién busca el bien de los fieles y quién puede verse tentado – “el cazador cazado” – por un deseo de autopromoción, de notoriedad o, simplemente, de “hacer caja” a fin de mes, bien sea en provecho propio o en beneficio de su parroquia, de su santuario o de su convento. Da lo mismo, porque el fin no justifica los medios.

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25.10.08

Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca

Las Cartas a los Tesalonicenses fueron escritas unos veinte años después de la muerte del Señor y constituyen, seguramente, los dos escritos más antiguos del Nuevo Testamento. San Pablo, con Silas y Timoteo, predicó el Evangelio en Tesalónica, la capital de la provincia romana de Macedonia, al comienzo de su segundo viaje apostólico, que realizó entre los años 50 y 53. Allí funda una comunidad cristiana, de la que se siente legítimamente orgulloso: “llegasteis a ser – les dice – un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya” (1 Ts 1,7).

La comunidad evangelizada por San Pablo se convierte así, por el testimonio de la vida de los cristianos que la formaban, en una iglesia evangelizadora, misionera: “vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada”, les dice el Apóstol. Los cristianos de Tesalónica se distinguían de los demás ciudadanos por su modo de vida: No adoraban a los ídolos, a los falsos dioses, sino que se habían convertido a Dios vivo y verdadero, para vivir en su servicio, aguardando el retorno del Señor glorioso. Acogiendo la Palabra, el mensaje cristiano, los tesalonicenses habían comprendido cuál es el mandamiento “principal y primero”: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser” (cf Mt 22, 34-40).

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