Terrorífico Tamayo
Acabo de escribir su nombre y ya estoy arrepentido. Tamayo, ¿quién es Tamayo? Nadie. En el campo teológico, nadie. Y en el eclesial, menos que nadie. Pero está ahí, parece que a sueldo, dispuesto a desacreditar todo lo que provenga de la Iglesia de Cristo.
Nunca han faltado en la historia los “tamayos” de turno. Siempre ha habido alguien presto a susurrar al oído del poder lo que el poder quería oír, o a hacer propaganda al ritmo marcado por el tirano. Frente a fidelidad a la conciencia – Tomás Moro – , la postura de un Cranmer – el seguidismo del poder – ayuda a marcar la diferencia, a separar la honra de de la vileza.
A Tamayo, las palabras pronunciadas por los Obispos en las Misas que hoy se han celebrado en la fiesta de la Sagrada Familia le parecen terroríficas. A Tamayo, como al Demonio, la palabra del Evangelio le provoca espanto y pavor. Ofrece así, gratuitamente para la Iglesia, aunque quizá bien pagado por otros cauces, una norma negativa cuasi infalible: No le gusta a Tamayo, “ergo” está bien.