20.02.09

¿Y si nos ponemos en el mismo plan que algunos judíos?

Las imprudentes e injustificables declaraciones de un Obispo lefebvrista, Mons. Williamson, minimizando el Holocausto nazi desencadenaron una ola de airadas protestas, no sólo contra ese Obispo, sino, injustificadamente, contra el mismo Papa Benedicto XVI. Un Papa que el viernes 19 de agosto de 2005 pronunció las siguientes palabras en la Sinagoga de Colonia: “En el siglo XX, en el tiempo más oscuro de la historia alemana y europea, una demencial ideología racista, de matriz neopagana, dio origen al intento, planeado y realizado sistemáticamente por el régimen, de exterminar el judaísmo europeo: se produjo así lo que ha pasado a la historia como la Shoá. Sólo en Colonia, las víctimas de este crimen inaudito, y hasta aquel momento también inimaginable, conocidas por su nombre, se elevan a once mil; en realidad, seguramente fueron muchas más. No se reconocía la santidad de Dios, y por eso se menospreció también el carácter sagrado de la vida humana”.

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Obispos, terrorismo, nacionalismo

En su día pasó casi desapercibida. Me refiero a la obra, publicada en 2005 por la BAC, sobre “Terrorismo y nacionalismo” que comentaba la instrucción pastoral de los Obispos españoles titulada “Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y consecuencias". Puede ser este libro un buen punto de referencia para conocer la posición de la Iglesia en España sobre este complejo tema.

Reproduzco aquí la información que puede encontrarse sobre esta obra en Dialnet:

Autores: José Andrés Gallego; José Rico Pavés (ed. lit.), Juan José Pérez-Soba Díez del Corral (ed. lit.)
Editores: Biblioteca Autores Cristianos
Año de publicación: 2005
País: España
Idioma: Español
ISBN: 8479147687 84-7914-768-7

Texto de cubierta posterior:

La Instrucción pastoral “Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias” «se revela, con el paso del tiempo, como uno de los documentos importantes emitidos por la Conferencia Episcopal Española a lo largo de su historia. Esta relevancia se debe, por una parte, al tema tratado en sí mismo: el terrorismo, en todas sus implicaciones; y por otra, a su mismo contenido, al modo sistemático y global con el que se ha sabido afrontar, que responde a un profundo análisis de gran valor ético y social».

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16.02.09

Pablo Domínguez Prieto

Me acaban de dar una triste noticia: El fallecimiento, en un accidente de montaña, de Pablo Domínguez Prieto, Decano de la Facultad de Teología de San Dámaso (Madrid). Lo conocía desde hace bastantes años, desde antes incluso de ser ordenados sacerdotes. Era literalmente coetáneo, pues nació en 1966. Además, sus vínculos familiares con Galicia hacían que su presencia entre nosotros fuese frecuente. La última vez que estuve con él fue en Toledo, a finales de diciembre de 2008.

De Pablo sobresalía su capacidad intelectual. Especialista en Lógica y Filosofía de la Ciencia, destacan sus estudios sobre la Escuela de Varsovia, así como diversos artículos y publicaciones en el área de la Filosofía y de la Teología.

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14.02.09

Nadal, al Seminario

Tiene cara de buen chico. Y dicen que la cara es el espejo del alma, aunque el aspecto y la apariencia pueden engañar, pero no creo que sea el caso. De Rafa Nadal, de sus méritos deportivos, de su saber ganar, se ha escrito tanto que poco puedo añadir yo. Sobre todo porque, en lo que al deporte se refiere, mi ignorancia es absoluta. No recuerdo haber visto nunca, entero, un partido de fútbol; ese extraño juego entre dos equipos, de once jugadores cada uno, cuya finalidad es hacer entrar un balón por una portería. No logro descifrar el misterio que encierra este juego, ni las claves ocultas que consiguen acaparar incondicionalmente la atención de los espectadores. Pero hace mucho tiempo que he renunciado a intentar explicarlo todo.

Si el fútbol es complejo en su aparente simplicidad, ¿qué decir del tenis? En este deporte dos personas se lanzan alternativamente una pelota, utilizando raquetas, por encima de una red, con el propósito de que la otra parte no acierte a devolverla. Si ustedes me explican la segunda ley de la termodinámica, no les aseguro mi comprensión. Pero los enigmas relativos al calor y a las restantes formas de energía se me antojan, en su dificultad, más asequibles y cercanos que los arcanos del tenis. Los torneos; los “Roland Garros”, los “Wimbledon” y los “Open de Australia” suenan a mis oídos con la misma cadencia esotérica con la que puedo escuchar un mantra en sánscrito.

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12.02.09

La pureza de Jesús

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B

La pureza de Jesús

La impureza es lo contrario a la santidad. Acercarse a lo sagrado, participar en el culto o, simplemente, formar parte de la comunidad santa que es el pueblo de Dios exige la pureza. La triste condición de un leproso, como aquel que se acerca a Jesús (cf Mc 1,40-45), no radica tanto en su enfermedad, considerada en sí misma, cuanto en la condición de impuro que ese mal, la lepra, acarreaba consigo. El contacto con lo impuro, con lo sucio, con lo corrompido, contamina e inhabilita para aproximarse a Dios. El leproso era, por ello, algo más que un enfermo; era un maldito; alguien herido por Dios y separado de todos los hombres. Y aquel hombre, consciente de su segregación, no pide a Jesús ser curado, sino que le pide ser purificado: “Si quieres, puedes limpiarme”.

La actitud de Jesús con relación al leproso revela un cambio de perspectiva. No es el hombre impuro el que puede contaminar a Dios, sino que es Dios el que hace puro al hombre. La pureza que irradia Jesús es la fuerza de la santidad divina; una potencia capaz de limpiar cualquier mancha que ensucie al hombre. Jesús es el Salvador universal y espiritual de todos, que extiende su mano y toca al leproso diciendo: “Quiero: queda limpio”. El gesto físico de tocar al impuro manifiesta que el Señor no emplea sólo el poder de su palabra – que hubiera bastado – sino que también pone en juego su humanidad porque Él quiere salvarnos “no sólo con el poder de su divinidad, sino asimismo mediante el misterio de su encarnación” (STh III 3 ad 2).

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