27.09.09

Amigos virtuales

Es muy bella la definición de amistad que proporciona el “Diccionario de la Real Academia”: “Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. El afecto es una forma de amor, de cariño. Pero en la amistad ese afecto es libre, desprendido, participado. La comunicación lo hace más vigoroso, lo confirma, lo corrobora.

En un blog se hacen amigos, amigos “virtuales”, aunque no por ello menos reales. Porque el tiempo dedicado a Internet es real y, en un comentario o en un post, uno va dejando siempre, de una forma o de otra, algo de sí mismo.

Al leer los comentarios se aprende. No sólo por lo que dicen, sino por la capacidad de desvelar, hasta cierto punto, a la persona que los dice. Personas inteligentes, cultas, curiosas, persuasivas, obstinadas, que, con sus ecos, nos ayudan a comprender la complejidad de las cosas y la limitación de nuestra aproximación a ellas.

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26.09.09

Una urgencia en un día aciago

Para rezar hoy, ahora, y para invitar a rezar (hasta reenviándolo por e-mail):

Oh María,
aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.

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Apertura e intransigencia

Domingo XXVI TO (B)

En Jesús se compagina la apertura y la intransigencia. No desea que los discípulos sientan celos de quienes, sin pertenecer al grupo inmediato de sus seguidores, hacen buenas obras en su nombre: “El que no está contra nosotros está a favor nuestro” (Mc 9,40). Esta actitud del Señor ha sido prefigurada en la actitud de Moisés, que no fue celoso del poder del Espíritu Santo y se alegró de que actuase también fuera del círculo de sus colaboradores más directos: “¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!” (Nm 11,29).

No es bueno que en la Iglesia nos dejemos llevar por celos y exclusivismos, despreciando a quienes, siguiendo a Jesús como nosotros, viven de manera diferente, sin menoscabo de la unidad, según la gracia y los carismas que el Señor quiera concederles. Debemos alegrarnos de que el árbol de la vida cristiana sea un árbol frondoso, con múltiples ramas: la vida laical, la vida consagrada, la vida eremítica, la vida religiosa, los diversos institutos seculares, las sociedades de vida apostólica o los llamados “nuevos movimientos”, que el Espíritu Santo puede suscitar, deben ser bienvenidos a la gran casa común de la Iglesia.

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25.09.09

Complicados

No sé si es un efecto de nuestra condición de animales racionales o una secuela del pecado original. En cualquier caso, los seres humanos somos, o tendemos a ser, bastante complicados, enmarañados, difíciles de comprender.

Cualquier persona que tenga que trabajar directamente con otras personas – en algún grado, todo el mundo ha de hacerlo – podrá corroborar, pienso, esta aseveración. Los pensamientos, los sentimientos, las impresiones, los juicios de los otros – y hasta los nuestros - pueden confundirnos, enredarnos o aturdirnos.

Cuando se quiere contar la historia de un acontecimiento, buena parte de la grandeza del historiador estriba en la capacidad de establecer un orden, de rescatar una lógica, en medio de una jungla embrollada de motivaciones, responsabilidades, causas y consecuencias.

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20.09.09

Ceguera

Es triste verse privado de la vista, de ese sentido que nos permite percibir los objetos mediante la acción de la luz. Pero la ceguera puede consistir también en una alucinación, o en un afecto que ofusca la razón. Uno puede estar ciego a fuerza de confusión, trastornado no tanto por la imposibilidad física de ver sino por la resistencia a hacerlo.

Según Santo Tomás de Aquino la ceguera de la mente es uno de los vicios que se oponen al don de entendimiento: “Como la ceguera corporal es la privación de lo que es principio de visión corporal, así también la ceguera de la mente es privación de lo que es principio de la visión mental o intelectual” (STh II-II 15 1).

Sin una especie de ceguera no se podría entender un hecho tan grave como el recurso al aborto y, menos aun, la justificación intelectual, moral y legal de este hecho. No se trata de que la realidad no sea diáfana; se trata más bien de que nos negamos a verla, a reconocerla tal cual es, y a llamar a cada cosa por su nombre.

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