26.09.09

Apertura e intransigencia

Domingo XXVI TO (B)

En Jesús se compagina la apertura y la intransigencia. No desea que los discípulos sientan celos de quienes, sin pertenecer al grupo inmediato de sus seguidores, hacen buenas obras en su nombre: “El que no está contra nosotros está a favor nuestro” (Mc 9,40). Esta actitud del Señor ha sido prefigurada en la actitud de Moisés, que no fue celoso del poder del Espíritu Santo y se alegró de que actuase también fuera del círculo de sus colaboradores más directos: “¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!” (Nm 11,29).

No es bueno que en la Iglesia nos dejemos llevar por celos y exclusivismos, despreciando a quienes, siguiendo a Jesús como nosotros, viven de manera diferente, sin menoscabo de la unidad, según la gracia y los carismas que el Señor quiera concederles. Debemos alegrarnos de que el árbol de la vida cristiana sea un árbol frondoso, con múltiples ramas: la vida laical, la vida consagrada, la vida eremítica, la vida religiosa, los diversos institutos seculares, las sociedades de vida apostólica o los llamados “nuevos movimientos”, que el Espíritu Santo puede suscitar, deben ser bienvenidos a la gran casa común de la Iglesia.

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25.09.09

Complicados

No sé si es un efecto de nuestra condición de animales racionales o una secuela del pecado original. En cualquier caso, los seres humanos somos, o tendemos a ser, bastante complicados, enmarañados, difíciles de comprender.

Cualquier persona que tenga que trabajar directamente con otras personas – en algún grado, todo el mundo ha de hacerlo – podrá corroborar, pienso, esta aseveración. Los pensamientos, los sentimientos, las impresiones, los juicios de los otros – y hasta los nuestros - pueden confundirnos, enredarnos o aturdirnos.

Cuando se quiere contar la historia de un acontecimiento, buena parte de la grandeza del historiador estriba en la capacidad de establecer un orden, de rescatar una lógica, en medio de una jungla embrollada de motivaciones, responsabilidades, causas y consecuencias.

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20.09.09

Ceguera

Es triste verse privado de la vista, de ese sentido que nos permite percibir los objetos mediante la acción de la luz. Pero la ceguera puede consistir también en una alucinación, o en un afecto que ofusca la razón. Uno puede estar ciego a fuerza de confusión, trastornado no tanto por la imposibilidad física de ver sino por la resistencia a hacerlo.

Según Santo Tomás de Aquino la ceguera de la mente es uno de los vicios que se oponen al don de entendimiento: “Como la ceguera corporal es la privación de lo que es principio de visión corporal, así también la ceguera de la mente es privación de lo que es principio de la visión mental o intelectual” (STh II-II 15 1).

Sin una especie de ceguera no se podría entender un hecho tan grave como el recurso al aborto y, menos aun, la justificación intelectual, moral y legal de este hecho. No se trata de que la realidad no sea diáfana; se trata más bien de que nos negamos a verla, a reconocerla tal cual es, y a llamar a cada cosa por su nombre.

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19.09.09

Cuando el Justo resulta insoportable

Domingo XXV TO (B)

Pocas cosas nos sublevan tanto como el sufrimiento del justo, del inocente, de aquel que está libre de culpa. El libro de la Sabiduría profetiza el rechazo y la condena de Jesús en la figura enigmática de un justo que es sometido “a la prueba de la afrenta y la tortura” porque le resulta insoportable a los impíos. Es el destino de Jesús. Su pasión – escribe el Cardenal Vanhoye – “fue provocada por la maldad de los hombres. Jesús, que siempre hizo el bien, que se mostró tan generoso y misericordioso con todos, fue criticado, perseguido, acusado y condenado precisamente por eso”.

Jesús es el Hijo del Hombre, entregado en manos de los hombres, humillado por una sentencia injusta y por una muerte infamante. Pero esta suerte no abrevia el amor benevolente del Padre que, conforme a su designio de salvación, nos lo da todo, entregándonos a su propio Hijo. Dios ha permitido la crueldad con el justo, los actos nacidos de la ceguera de los hombres, para quebrar la distancia que nos aparta de Él y para abrir, en nuestros corazones, un nuevo comienzo. Al igual que a los primeros discípulos, también a nosotros nos cuesta comprender esta lógica de la entrega, la misteriosa compatibilidad aparente entre el pecado más grande y el amor más grande que se perfila, a los ojos de la fe, en la Cruz del Salvador.

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18.09.09

Una página sobre ciencia y fe

Yo no soy una persona de formación científica. Mi aproximación al fenómeno de la ciencia es indirecto; a través de la Filosofía, de la Historia de la Ciencia y de la Teología. Pero es un campo que me interesa, pese a que mi vocación es netamente “de letras”.

Uno de los muchos comentaristas de este Blog – y son comentaristas muy cultos y, afortunadamente, muy educados – me ha dicho que una página que yo había recomendado sobre las relaciones entre ciencia y fe le había parecido “interesante y honesta en la presentación de las cuestiones científicas”. No es poco. Sin esa base de confianza, sin ese reconocimiento de que se tratan las cuestiones con honestidad, no puede haber diálogo.

Por el hecho de ser creyente no se deduce la necesidad de despreciar, o de desconfiar, de la ciencia. Dios ha dado al hombre la razón para que, usándola, pueda escrutar los secretos del universo. La naturaleza, para un cristiano, es creación, obra de Dios, en la que su Autor ha dejado impresa su huella. Y también es obra divina, reflejo de la grandeza de Dios, la inteligencia humana; la capacidad de interrogar, de comprender y de explicar.

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