II Domingo de Adviento (B): ¿Cómo preparar la venida del Señor?
Avanzamos por el camino del Adviento, adentrándonos en la vivencia de este tiempo litúrgico de espera ferviente. Esperamos la venida de Jesús en la fiesta de la Navidad, pero también su venida a nuestra vida cotidiana. Dios viene a nosotros, cada día, si abrimos las puertas de nuestro corazón a su llegada, si le hacemos sitio, si le dejamos a Él plantar su tienda en nuestra alma. Aguardamos, igualmente, la venida gloriosa del Señor al fin de los tiempos.
La venida de Cristo, la proximidad de nuestro Dios, es un motivo de alegría y de consuelo. No de una alegría transitoria, meramente externa, superficial, sino de una alegría íntima y profunda.
¿Cómo debemos preparar la venida del Señor? Con una vida buena y santa. Como dice San Pedro: “mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con Él, inmaculados e irreprochables”.
¡Qué Dios nos encuentre en paz con Él! La mejor manera de prepararnos para su venida es acercándonos al sacramento de la Penitencia, para que el Señor perdone nuestros pecados y nos conceda su paz. Con frecuencia, con excesiva frecuencia, se oye decir que el sacramento de la Penitencia es un sacramento muerto, caducado, superado en la vida actual de la Iglesia. Esta opinión no responde a la voluntad de Cristo ni tampoco a los anhelos más profundos de nuestro corazón. El Señor Resucitado dice a sus apóstoles: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis, les quedarán retenidos” (Jn 20,22-23).

Dios es la Verdad y la Bondad y la Belleza. La belleza de Dios, su Gloria, resplandece en la figura de Jesús de Nazaret, el Verbo encarnado. Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la epifanía perfecta de la belleza de Dios. Él es “el más bello de los hombres”, en cuyos labios se derrama la gracia (cf Salmo 44). Pero la gloria de Dios se refleja también, aunque de un modo necesariamente limitado, en todas sus creaturas. Admirando su grandeza y hermosura “se llega, por analogía a contemplar a su Autor” (Sabiduría 13,15).
Ha fallecido Su Santidad Alexis II, Patriarca de Moscú y de todas las Rusias. Es sabido que desde 1054 la Iglesia Católica y las Iglesias Ortodoxas no están en plena comunión. Nuestros hermanos ortodoxos reconocen los siete primeros concilios ecuménicos y tienen como centro espiritual al Patriarca de Constantinopla.
El 3 de octubre de 2004 tuve la ocasión de participar, como en muchas otras ocasiones, en la celebración de la Santa Misa presidida por el Papa, entonces Su Santidad Juan Pablo II. En ese domingo, un Papa ya bastante enfermo beatificaba a cinco siervos de Dios; entre ellos, a Carlos de Austria, el último emperador de la Casa de Habsburgo.
Lo triste de los datos del aborto es que suenen, en nuestros oídos y en nuestro corazón, a pura estadística. Los hechos estremecen: Uno de cada cinco embarazos termina en aborto. Y mientras tanto, ¿qué? Por lo que respecta al Gobierno parece que la única preocupación es facilitar aún más el recurso al aborto. El resto de la población, salvo excepciones, parece callar y asentir, como si se tratase de un problema menor.






