InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Categoría: General

15.12.10

Confesar la fe con alegría

El Obispo de mi Diócesis, Tui-Vigo, ha tenido la feliz iniciativa de mandar recoger en un librito titulado “Confesar la fe con alegría” los textos del mensaje del Papa en su viaje apostólico a Santiago y a Barcelona. De este modo, y ésa es la intención del Obispo, las palabras del Papa podrán ser leídas y meditadas con calma por los diocesanos.

En la presentación, D. Luis Quinteiro escribe: “Confesar la fe con alegría, coherencia y sencillez es el maravilloso reto al que nos convoca hoy la Iglesia a través de su Pastor Universal. Nuestras lamentaciones y excusas no sirven de nada. Necesitamos ahondar en nuestra fe con gozo, generosamente, y sin rebuscamientos, con transparencia”.

El Evangelio nos pone en relación con la verdad de la vida y de las cosas, superando así las artificialidades que nos rodean. Por otra parte, la fe que profesamos “no es un elemento marginal de nuestra vida ni una dimensión prescindible de la vida social humana”.

Los textos del Papa, concluye el Obispo, “son unos textos que convertiremos en una referencia continuada para nuestra vida eclesial diocesana”.

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Las parábolas del Deán

Me complace hacer una referencia - es de bien nacidos ser agradecidos - a un blog muy interesante: “Las parábolas del Deán”. Este blog ha tenido la atención de recensionar mi última publicación, “La humanidad de Dios".

Igualmente, agradezco la reseña que aparece en en blog “Lector Laudis”.

Alguno dirá que esto es un “lobby". Vale. No lo es, pero si lo fuera no pasaría nada.

Saludos,

Guillermo Juan Morado.

13.12.10

Un nuevo libro: La humanidad de Dios

PRESENTACIÓN

El Cristianismo es la religión de la Encarnación. En Jesucristo, Dios invisible se hace, de algún modo, visible, para manifestar su bondad. Como escribía San Bernardo, “cuando se pone de manifiesto la humanidad de Dios, ya no puede mantenerse oculta su bondad”.

El Cristianismo, en palabras del Beato John Henry Newman, “es una historia sobrenatural casi escenificada: nos dice lo que es su Autor diciéndonos qué es lo que ha hecho”. En Jesucristo, centro y plenitud de la revelación, el mensaje de Dios se personifica. En Él, el hombre encuentra la historia de la Verdad, la manifestación completa y definitiva de Dios.

Este pequeño libro, La humanidad de Dios, quiere ser una ayuda para la aproximación, no académica, sino orante y contemplativa, a esta “historia de la Verdad”. Por eso lo he subtitulado “Meditaciones sobre Jesús, el Señor”. Ofrecemos, en este primer volumen – que sería complementado por un segundo volumen- , treinta textos breves, distribuidos en otros tantos capítulos, que, a su vez, se agrupan en seis partes: “La cercanía de Dios”, “las palabras y los signos”, “el Siervo doliente”, “muerte y vida”, “testigos de su amor” y “Uno de la Trinidad”.

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11.12.10

Deporte

No tengo yo gran competencia para hablar del deporte. Es un asunto sobre el que mi interés resulta más bien limitado. La actividad física, el entrenamiento, la sujeción a las normas de una competición constituyen aspectos de lo real que nunca he puesto en primer plano, quizá por incapacidad personal para valorarlos.

Las sospechas que, con fundamento o sin él, se ciernen periódicamente sobre algunos deportistas en el fondo no me sorprenden. Y no por desconfianza hacia esas personas en concreto, contra quienes no tengo nada – más aun, espero que puedan defenderse y probar su inocencia - , sino por un cierto “sentido del límite”. El cuerpo da de sí lo que da de sí y para poder superar ciertas metas habría que ser más que humano. Mientras no se produzca algo parecido a un “salto evolutivo”, no creo que quepa esperar el ir siempre “más allá”.

Unos ideales más modestos podrían, tal vez, reconciliarme teóricamente con el deporte. En la práctica, no cabe reconciliación alguna. En la práctica, jamás he hecho deporte; a lo sumo, lo he padecido como una imposición absurda – clases de Educación Física, ejercicios en el período de instrucción militar y torturas similares - . Jamás perpetradas con mi aquiescencia.

No se le puede negar al deporte, en principio, la belleza. El cuerpo sabiamente cultivado es bello, como puede serlo un jardín. En el jardín, frente a la selva, se conciertan el ímpetu de la naturaleza y el control de la razón. En el jardín, la naturaleza se hace “lógica” y, en cierta forma, más proporcionada, más armónica.

Pero la armonía se ve continuamente amenazada por la presión del exceso. La armonía, como la belleza, es entre nosotros débil y contingente. No es bello un cuerpo fofo pero tampoco lo es un cuerpo que sustituya la carne y la sangre por el acero o por el caucho.

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10.12.10

No desanimarse

A la hora de valorar las realidades de la fe las estadísticas fallan o pueden fallar. En el mundo de la fe lo que está en juego es, en definitiva, Dios y el hombre. Dios que habla y el hombre que escucha. Dios que ama y el hombre que responde, sostenido por Dios, al amor más grande.

¿Quién puede medir con exactitud esta sintonía? ¿Quién puede calibrar hasta qué punto el corazón humano se deja tocar y transformar por el corazón de Dios?

La verdad última le corresponde al Juicio. Mientras tanto, mientras no llega la hora de la verdad, nos movemos en el plano de las aproximaciones, de las meras hipótesis.

En el intervalo de la historia crecen juntos el trigo y la cizaña, la verdad y la apariencia, lo provisional y lo definitivo. Tendemos, quizá, a querer evaluarlo todo en conformidad con una lógica de la eficiencia, atenta a la ecuación que relaciona los esfuerzos invertidos con los resultados presuntamente logrados.

En parte es razonable este intento de medición. Pero sólo en parte; es decir, si no se exagera, ni no se reduce a la condición de único criterio. La eficiencia no ha sido, prima facie, un rasgo distintivo de la actividad de Jesús. El cristianismo tiene mucho de locura, de cruz, de aparente fracaso.

No habría que desanimarse cuando se hacen balances. ¿Es más auténtica una vocación, una acción pastoral, una vida si va acompañada del inmediato éxito mundano? ¿Es más inauténtica si, por el contrario, le toca paladear la amargura de la infecundidad?

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