Superstición y culto del diablo
“Recibí la carta de tu santa caridad en la que me dices que te escriba algo, aunque sea a modo de síntesis, sobre el origen de los ídolos y de sus crímenes, para la instrucción de los rústicos, que retenidos todavía por la antigua superstición de los paganos, dan un culto de veneración más a los demonios que a Dios”. Así comenzaba, allá por el siglo VI, San Martín de Braga su De Correctione Rusticorum. Respondía con este escrito a una petición del obispo Polemio de Astorga, quien le había pedido una especie de guía para la visita pastoral.
Si San Martín viviese hoy, podría seguir reeditando su obra, quizá con ligeros ajustes en tal o cual punto. Las supersticiones, las creencias extrañas a la fe religiosa y contrarias a la razón, gozan, aunque nos cueste explicarlo, de una excelente salud. E igualmente todo lo que, de un modo vago, podemos encuadrar dentro del capítulo de la magia. Hechizos de diferentes tipos, amarres de amor, “endulzamientos”, videncia, amuletos y otras artes conviven pacíficamente con los avances de la modernidad; especialmente con las líneas de teléfono de tarifas especiales, con las tarjetas de crédito y hasta con Internet.