Creer con el corazón
San Pablo dice que “con el corazón se cree” (Rom 10,10); un texto del que se hace eco Benedicto XVI en su magnífica carta apostólica “Porta fidei": “El corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo".
A la hora de meditar sobre la motivación humana de la fe, es preciso apuntar a la voluntad, al corazón. Creer es “un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina bajo el imperio de la voluntad movida por la gracia de Dios”, escribe santo Tomás. La causa inmediata de la fe está “en la voluntad, en las razones del corazón, y más concretamente, en el deseo de corresponder al amor de Dios y de alcanzar los bienes que nos promete” (Fernando Sebastián).
La gracia de Dios arraiga en el deseo natural de vivir en la verdad y lo lleva más allá de nosotros mismos, hasta concretarlo en el deseo de reconocer a Dios como Dios y de alcanzar sus promesas de salvación y de vida eterna. Destacar la importancia de los deseos y de los elementos afectivos en la fe, justamente subrayada por M. Blondel, no supone ceder a las pretensiones del inmanentismo modernista, sino que equivale a resaltar el papel de la simpatía en todo el proceso de creer.

Existe un prejuicio según el cual, en el mundo contemporáneo secularizado, la poesía de temática religiosa no debe de gozar de un buen momento; pero quienes llevan años explorando esta parcela del arte literario y su expresión editorial saben que la realidad es otra: existe una producción en ascenso, cuyo interés para el siempre minoritario público lector de poesía es creciente. En este panorama, nos sentimos de enhorabuena al anunciar la publicación de un volumen, el segundo de su obra impresa, de un natural de estas tierras, Gilberto Gómez González, nacido a la orilla del Miño, en el mismo lugar donde nació San Paio, la parroquia de Albeos, del municipio de Crecente. Se trata de Rosario. Poesía, oración y mística (editorial CCS, Madrid 2022, 76 páginas), un poemario, precedido de un estudio introductorio de Yolanda Obregón, cuyo título es transparente pero que va mucho más allá de una glosa en verso de los misterios de la popular devoción del rosario.
En una parroquia de una diócesis, pongamos la mía, ha sucedido lo que, en ocasiones, sucede: que un párroco estima que la persona elegida para ser madrina, o padrino, de un bautizado, no es la persona adecuada: por no tener la edad suficiente, por no haber sido confirmada, por no vivir, al menos externamente, en conformidad con la fe católica, etc. Es obvio que alguien que vive en pareja sin haber contraído con su conviviente matrimonio canónico se aparta, externamente, de la ley de Dios y de la disciplina de la Iglesia. No querer verlo sería negar lo obvio.






