¿Quienes son los “evangélicos”?
Para un católico no es fácil orientarse en el variado mundo del protestantismo. Son muchos y son, sobre todo, muy diferentes entre sí los que se autodefinen como “protestantes”. Si están adscritos a las grandes tradiciones, luterana o calvinista, resulta más sencillo saber de qué hablamos. Si no lo están, es casi imposible no perderse.
Algunos protestantes se denominan “evangélicos”. Lutero mismo empleaba esa expresión para referirse a quienes aceptaban la doctrina de la “sola gratia”. Muchas veces se emplea “evangélico” como equivalente a “luterano”, frente al “calvinista” o “reformado”. Pero no siempre es así
En los siglos XVIII y XIX, muchos de los resurgimientos religiosos que se dieron se asociaban al “evangelismo”. Insistían, estos movimientos, en la conversión, en la moral, en la piedad y en el compromiso social. En el siglo XX el acento se puso, más bien, en la iluminación personal y en la experiencia de salvación por medio de la fe.

Un “protestante”, según la Real Academia Española, es alguien “perteneciente o relativo a alguna de las Iglesias cristianas formadas como consecuencia de la Reforma”.
Cuando uno escribe un libro, sea grande o pequeño, no tiene apenas posibilidad de elegir su portada. Las editoriales se ocupan de eso. También del tipo de letra, de la maquetación, del diseño y de los complejos campos que afectan a la edición de un texto. Un libro no sólo debe ser interesante. Debe ser – o ha de procurar serlo – bello.
El famoso científico Stephen Hawking, sucesor de Newton en la cátedra Lucasiana de Cambridge, tiene la virtualidad de plantear el problema de la relación entre Creador y creación o, dicho de otro modo, entre Dios y el mundo. No es poco, teniendo en cuenta el espeso ambiente de silencio que reina en nuestros pagos en lo que a Dios se refiere. En Inglaterra las cosas son de otro modo. Allí el debate entre ciencia y religión es un debate vivo y, generalmente, de gran altura intelectual.
No me gusta titular un post con el nombre de una persona. Y menos si de esa persona yo no sé nada. Y realmente no sé nada del jurista Carlos Dívar. Algo así como un instinto, un móvil que obedece a alguna razón oculta, me hace estar prevenido contra todo lo que se conoce como “Justicia”. No ciertamente contra la virtud cardinal, sino contra lo que comúnmente se conoce como “poder judicial”. Será desconfianza, quizá. En todo caso, vale más un mal acuerdo que un buen pleito.












