León XIII, tradición y progreso
La elección del nombre “León” por parte del actual pontífice hace pensar en su homónimo predecesor más próximo, el papa León XIII, Joaquín Pecci (Carpineto 1810-Roma 1903), cuya vida se extendió por casi todo el siglo XIX; una centuria marcada, sobre todo, por el ideal de progreso en las diferentes áreas de la existencia humana: la ciencia, la política, la economía, la cultura…
Hijo de un funcionario de los Estados Pontificios y perteneciente a una familia de la pequeña nobleza, Joaquín Pecci fue ordenado sacerdote en 1837. Se doctoró en Teología y pronto ingresó en la Academia de Nobles Eclesiásticos de Roma – hoy Pontificia Academia Eclesiástica -, donde se formaban, y aún se forman, los sacerdotes al servicio de la diplomacia de la Santa Sede. Fue enviado como delegado pontificio a poner orden en diversos territorios de los Estados de la Iglesia, tarea que desempeñó con competencia, y Gregorio XVI lo nombró nuncio apostólico en Bélgica en 1843. En ese país estuvo muy atento a los elementos que podían ayudar a potenciar la presencia de la Iglesia en el mundo moderno. En 1846 fue nombrado arzobispo de Perusa, siendo creado cardenal en 1853. Su episcopado se caracterizó por la eficacia de su gobierno buscando conciliar siempre la tradición de la Iglesia con el progreso de los tiempos. Pío IX lo llamó a la Curia, nombrándolo camarlengo de la Santa Iglesia Romana en 1877. Tras un cónclave de solo dos días, fue elegido papa el 20 de febrero de 1878.
Su elección fue bien acogida en las esferas intelectuales y políticas. En la relación con los Estados optó por una actitud conciliadora, lo que reforzó su popularidad. Apaciguó la relación entre el II Reich y los católicos alemanes, despertó simpatías entre el pujante catolicismo inglés al crear cardenal a John Henry Newman y se aproximó, por razones diplomáticas, a la III República francesa. Sin embargo, con el reino de Italia mantuvo la misma postura que Pío IX, quien consideraba a los Saboya como usurpadores de la soberanía temporal pontificia.
León XIII revitalizó decididamente el pensamiento católico: propuso el tomismo como referencia filosófica importante, aunque no única; impulsó la exégesis y la hermenéutica bíblica; abrió los archivos vaticanos a los historiadores y creó numerosos institutos, universidades y centros de formación. Su actividad apostólica apuntó a intensificar la vida cristiana de los fieles y a la expansión del Evangelio – notable especialmente en los EEUU y Canadá - , además de apoyar la presencia misionera en el Norte de África. Dedicó un gran esfuerzo a promover el liderazgo espiritual y moral de la Iglesia. Fue también el papa de la “doctrina social de la Iglesia”, señalando el mundo del trabajo como un campo al que los católicos deberían prestar atención especial. Al final de su pontificado no ignoró las tensiones que sacudían a la sociedad, consagrando la humanidad al Corazón de Jesús.
El historiador J.M. Cuenca Toribio señala que “la característica que presta una fisonomía peculiar a su pontificado fue su gran capacidad para adaptar y para encarnar las permanentes esencias doctrinales a la mudable realidad histórica”. No todos los papas que optaron por el nombre de “León” fueron iguales. Tampoco será León XIV una réplica de León XIII. Pero quizá se le parezca en el arte de gobernar y en la destreza de hacer compatible la tradición de la fe, que en lo nuclear es innegociable, con la apertura a las necesidades de una nueva época.
Guillermo Juan-Morado.
Publicado en Atlántico Diario.
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