Un artículo en “Compostellanum”. A modo de homenaje a Benedicto XVI

Acaba de salir publicado en “Compostellanum. Revista de la Archidiócesis de Santiago de Compostela” LXVIII (2023) 483-517 un artículo escrito por mí con el título: “Lo esencial es el esencial. La esencia del cristianismo en Romano Guardini y Joseph Ratzinger”. Joseph Ratzinger, el papa Benedicto XVI, murió el 31 de diciembre de 2022, y ha sido uno de los grandes teólogos de la Iglesia Católica.

Yo he disfrutado preparando este artículo, porque me ha permitido el proceso de reflexión y escritura aprender muchas cosas. La pregunta por la esencia del cristianismo, por aquello que lo define, no es una pregunta superficial. Comprender en qué consiste la esencia del cristianismo ayudará a presentar de modo más adecuado la significatividad de la revelación y de la fe cristiana.

La pregunta por la esencia del cristianismo se ha formulado desde diferentes contextos históricos. Romano Guardini se ha planteado el interrogante desde el diálogo y la confrontación con la racionalidad moderna; en concreto, con las propuestas de Feuerbach y de Harnack. Joseph Ratzinger lo ha hecho persiguiendo la respuesta a cuál sería la hermenéutica adecuada del Concilio Vaticano II. En el momento que nos toca vivir, cabría pensar en qué consiste la esencia del cristianismo desde la perspectiva de la prioridad de la evangelización, del anuncio de Jesucristo, y de la sinodalidad, de la convicción de que ese anuncio nos concierne a todos los bautizados.

La subjetividad no es la norma de lo divino. El mundo no es la norma de la revelación de Dios. En esto coinciden Guardini y Ratzinger. La revelación va más allá de lo mundano y no teme hacer resaltar lo propio, lo diverso. En esencia, la referencia a Cristo.

Para Ratzinger, la novedad de lo cristiano hace saltar por los aires las convenciones habituales. Creer es algo nuevo, exige conversión. La esencia del cristianismo remite a principios nuevos, que tienen que ver con la relación del uno con el todo, con la entrega, con el vínculo de lo máximo y lo mínimo, con la sobreabundancia, con lo definitivo, con el primado de la recepción. En suma, con el amor, que incluye la fe y se abre a la esperanza.

De la esencia del cristianismo brota su significatividad para la vida humana y para el mundo. La verdad que es Cristo, la verdad que se identifica con el amor, es la base estable que sostiene al hombre y la que puede darle sentido.

Atender a lo esencial, a la verdad, constituye una llamada permanentemente actual: “La verdad os hará libres” (Jn 8,32). La prioridad concedida a la evangelización hallará coherencia si se concentra en lo esencial: en Jesucristo, muerto y resucitado.

El desafío de “caminar juntos”, sinodalmente, al servicio de la evangelización será acogido con mayor realismo si no se pierde de vista la norma y el criterio, Jesucristo: “No tengo plata ni oro, pero te doy de lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda” (Hch 3,6).

Guardini y Ratzinger, de este último celebramos su primer aniversario de fallecimiento, son autores clásicos que siguen iluminando nuestro contexto vital.

Guillermo JUAN-MORADO.

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