El coronavirus y la reflexión sobre la fe: Lo humano en cuestión

José Noriega – Carlos Granados (eds.), Covid-19: Lo humano en cuestión, Editorial Didaskalos, Madrid 2020, ISBN 978-84-17185-50-3, 220 páginas, 18 euros.

El libro que reseñamos se fija en la pandemia del “Covid-19” no como la causa, sino como un signo de la crisis en que nos vemos inmersos. El confinamiento nos ha hecho ver de cerca los efectos devastadores de ciertos fantasmas, como la mentalidad tecnocrática, que cree que los procedimientos funcionan de manera automática, y el estatalismo, en el que se transfiere la propia responsabilidad al Estado.

Lo que está en crisis no es cualquier cosa; se trata de la crisis del hombre, del “derrumbe de una utopía”, la de “construir un mundo sin Dios, sin aceptar que hay un Creador y que ha dejado su proyecto grabado en su creación, especialmente en el cuerpo del hombre” (p. 8). Estas pretensiones, esta utopía que se derrumba, es, en buena medida, la casa de la modernidad, edificada sobre las arenas de un individualismo feroz; sobre la reducción de la vida humana al vivir biológico. “Las ilusiones de la modernidad han caído”, “toca reconstruir una idea de lo que es el hombre” (p. 10).

Los editores, José Noriega y Carlos Granados, pertenecen a los Discípulos de los Corazones de Jesús y de María, empeñados en el “Proyecto Borromeo”, un conjunto de acciones dirigidas a sostener la esperanza de los fieles.

El volumen está estructurado en cuatro partes: I. “El hombre en cuestión”, con colaboraciones de Pierpaolo Donati, Ignacio de Ribera-Martín y Luis Granados que versan, respectivamente, sobre las relaciones humanas, sobre la unidad en la sociedad y sobre el progreso.

La segunda parte, “Dios en cuestión”, recoge reflexiones sobre la historia de la salvación (a cargo de Carlos Granados), sobre la consideración del Covid no tanto como castigo sino como llamada a la filiación (Luis Sánchez), sobre la pregunta acerca de Dios (Juan de Dios Larrú) o sobre la relación entre providencia y prudencia (José Noriega).

La tercera parte, “La Iglesia en cuestión”, se ocupa de las epidemias en la historia de la Iglesia (Nicolás Álvarez de las Asturias), la edificación de la Iglesia en tiempos de tempestad (Raúl Orozco) y la relación entre sacramentos y pandemia (José Granados).

La cuarta parte, “El futuro en cuestión”, mira a la medicina (Blanca López Ibor), a la economía (Fernando del Pino), a la política (J. Grygiel) y a la educación (Juan Antonio Granados). En estos campos se trata de recentrar, de reconstruir, de asumir las propias responsabilidades.

Es un ensayo coral, multidisciplinar, que merece la pena leer y meditar. Desde la perspectiva teológica, José Granados invita a entender la pandemia desde la clave sacramental. La pandemia puede ayudar a que se despierte la nostalgia por lo sacramental: “los sacramentos han sido centrales precisamente por esto, por su ausencia cuando esperaríamos que estuvieran a mano. Han gritado con su silencio” (p. 140).

El sesgo virtual, o sucedáneo virtual, de los sacramentos puede habernos ayudado a concretar el tipo de ausencia sufrido: “lo que ha faltado es el sacramento como evento corpóreo, o sea, como algo que sucede a través del cuerpo para vivificar a todo el hombre, incluido su cuerpo” (p. 141).

“Ha sido frecuente exigir ‘riesgo cero’ para los sacramentos, mientras se permitían riesgos razonables para adquirir comida o bebida” (p. 141). Lo propio del sacramento no es la utilidad, sino “hacer presente aquello que no puede sustituirse por nada” (p. 142).

La relación virtual, el ver y oír la Santa Misa a través de la radio y de la televisión, “cobra sentido solo si es subsidiaria de la presencia real en el cuerpo” (p. 148). En definitiva: “Es verdad que la gracia puede recibirse aun cuando no se celebre el sacramento, como reza el axioma medieval: Dios no ha ligado su gracia a los sacramentos […] Ahora bien, esto se aplica solo cuando hay un impedimento para acercarse a la celebración. En este caso, además, la colación de la gracia se da solo si incluye el propósito de acudir al sacramento en cuanto sea posible. Sigue haciendo falta, por tanto, la referencia a la materia sacramental” (p. 151).

El papa Francisco ha recordado: “La oración de los cristianos pasa a través de mediaciones concretas: la Sagrada Escritura, los Sacramentos, los ritos litúrgicos, la comunidad. En la vida cristiana no se prescinde de la esfera corpórea y material, porque en Jesucristo esta se ha convertido en camino de salvación. Podemos decir que debemos rezar también con el cuerpo: el cuerpo entra en la oración”.

Más aun: “Cristo se hace presente en el Espíritu Santo a través de los signos sacramentales: de aquí deriva para nosotros los cristianos la necesidad de participar en los divinos misterios. Un cristianismo sin liturgia, yo me atrevería a decir que quizá es un cristianismo sin Cristo. Sin el Cristo total” (Audiencia general, 3-2-2021).

El cuestionamiento sobre lo humano que una situación de crisis como la pandemia pone de relieve abarca todas esas dimensiones: antropológica, teológica, eclesiológica e histórica. La respuesta desde la fe cristiana invita a repensar la modernidad desde la lógica de la Encarnación, de la cercanía de Dios a los hombres, una proximidad que no puede ignorar la creación, el cuerpo y la apertura del hombre al misterio que lo trasciende y que, por ello, lo constituye.

Merece la pena, insisto, leer y meditar este libro.

 

Guillermo Juan Morado.

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