InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Agosto 2018

31.08.18

Putas

Parece ser que algunas prostitutas quieren sindicarse y reivindicar el oficio, que resulta tópico calificarlo como el más antiguo del mundo, como un “trabajo sexual”, equiparable a cualquier otro trabajo. Incluso, el proyectado sindicato, o algunos de quienes lo apoyan, ofrecería cursos de iniciación y perfeccionamiento en la profesión: “Marketing para trabajadoras sexuales”, “Introducción al estigma Puta”, “Fondos y Planes de Ahorro”. Supongo que el proyecto incluiría también a los varones que trabajan en el mismo gremio. Que todo sea por la igualdad.

Hace años Gracita Morales interpretaba un tema, “Para llegar a vampiresa”, en la película “Operación cabaretera”, que podría entenderse irónicamente como una reivindicación de la necesidad de cultivar y formar, en beneficio de quien tiene cualidades, la capacidad de ejercer como mujer fatal y hasta mundana o pública. Frente a la vampiresa profesional, estaría la de la calle, tal vez una buena mujer dispuesta a dejarse chulear por “su hombre” (“Si me pega me da igual, es natural”…), que cantaba Sara Montiel en “Es mi hombre”.

Estas dos referencias constituyen un botón de muestra. No se puede negar la inserción en nuestra cultura – hasta en la más popular - de todo lo que concierne a la prostitución. Pero que algo esté cultural e históricamente arraigado no dice nada a favor de su bondad o de su maldad, de su justicia o de su injusticia. El argumento de la “antigüedad” solo prueba que algo existe desde hace mucho tiempo. Pero ese “algo” puede ser bueno o malo. Puede ser una virtud o un vicio. Un comportamiento digno de aprecio o un crimen.

La prostitución, de mujeres o de hombres, no es algo bueno. La persona tiene dignidad y no precio. Ni se compra ni se vende. Y comprar o vender un cuerpo, o alquilarlo, es comprar o vender a una persona. Es algo que no resulta aceptable. No es igual, pero se asemeja un poco, a la venta de órganos.  La prostitución es una lacra social, un indicio de un mal muy serio.

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27.08.18

¡Grita tu aborto!

Así suena una frase que se está haciendo famosa entre los sectores que defienden la legitimidad moral, social y legal del aborto: “Grita tu aborto”, “Shout Your Abortion”. Si el recurso al aborto es visto como algo bueno, normal y justo no hay, en consecuencia,  por qué ocultarlo.

No creo que nadie en su sano juicio “presuma” de haber abortado. Pero sí que se reivindica el no ocultar que se ha hecho: “Grítalo”, “no lo calles”, “no tienes de qué avergonzarte”. Creo, si lo entiendo bien, que ese es el mensaje. Es defender que, muchas veces, es más honrado abortar que no hacerlo.

A estas alturas del conocimiento científico ya no cuela decir que abortar es lo mismo que eliminar un tumor. Ni siquiera cuela que, simplemente, equivale a eliminar a un ser vivo. Ya casi todos reconocen que el eliminado no es solo un ser vivo, sino también un ser humano. Los más instruidos en filosofía y en derecho, discutirán si ese ser humano es, además, una persona, o si es solo un “bien”, o ni siquiera eso.

Son formas de tipificar, según conveniencia, una realidad. En el fondo, sabemos más que de sobra que un embrión humano es un ser humano en sus primeras etapas de vida. ¿Qué otra cosa podría ser si no? Pero, de un modo muy relativista, se hace depender su condición de persona de factores que no son del todo objetivos.

En penúltima instancia de si es autoconsciente y de si puede manifestar esta autoconsciencia. Y en última instancia de si nosotros, y nuestras leyes, lo reconocemos como persona o no. Y esto vale para los embriones y para los enfermos con demencia, etc. ¿Son personas o no lo son? Pues dependerá de lo que juzguemos en cada momento, de lo que nos parezca, sobre todo si estamos respaldados por las leyes, por el poder.

Al final, el único argumento a favor del aborto es muy claro en su formulación: “Nosotras parimos, nosotras decidimos”. Se postula que una mujer puede decidir si quiere ser madre o si no quiere serlo, si quiere aceptar al embrión como hijo o si opta por eliminarlo, porque considera que llega, ese “producto”, en un momento no deseado, no oportuno… etc. No es lo objetivo en sí, es lo objetivo en tanto que es reconocido por el sujeto primeramente implicado, que es la mujer, aunque no solo ella (pero se dice, en la teoría, que es solo ella).

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23.08.18

Un ataque muy deplorable: El peligro de acusaciones genéricas

Las acusaciones genéricas, indeterminadas, son muy peligrosas. El autor o los autores de un delito, o de varios delitos, no es, o no suelen ser, propiamente hablando, una clase entera de personas o quienes conforman un grupo social o un “gremio” laboral.

Puede que en un período de setenta años se hayan cometido abusos y se haya ofendido a personas concretas en el ámbito de las Fuerzas Armadas, de la Judicatura, de la Medicina, de la Enseñanza… Por no decir, más frecuentemente, en el ámbito familiar.

De cada una de esas posibles afrentas, si se prueba tras un juicio justo, habrá de rendir cuentas el que haya afrentado – o los que hayan afrentado – y, subsidiariamente, quienes, por acción o por omisión, hayan contribuido a esa afrenta, o al no castigo de la misma.

Hoy sería irresponsable que si alguien que pertenece a la colectividad X hace estallar una bomba en el espacio Y, se considere, sin más análisis, que todos los co-pertenecientes a la colectividad X sean responsables, sin más, de los daños causados por ese primer agente en la colectividad Y.

Se ha extendido en nuestros días el llamado movimiento “Mee Too” para denunciar abusos perpetrados en el ámbito de la industria cinematográfica. Y está muy bien que el mal se denuncie. Pero, presuntamente, si nos atenemos a lo que nos dice la prensa, no siempre quien denuncia está libre de sospecha. Cabe pensar que, en ocasiones, el denunciante se convierte en denunciado. Parece que hay afrentas que solo se aplacan, en el primer o en sucesivos denunciantes, con aportaciones periódicas de cientos de miles de dólares.

El mundo es una realidad muy compleja. No todos los que, supuestamente, afrentan son igual de malos. Y no todos los supuestamente afrentados están igualmente indefensos. La tarea del Derecho es verificar, informarse, calibrar, juzgar, condenar, penar. Hasta absolver. De modo proporcionado y justo.

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20.08.18

Agradecimiento a muchos lectores

Uno es consciente de que escribir en un medio de comunicación – y un blog lo es – entraña ciertos riesgos. No el último de ellos es el de ser malinterpretado, con mayor o menor motivo, o incluso el de que a uno le atribuyan lo que no ha dicho ni ha pretendido siquiera sugerir.

Muchas veces en Internet – si no lo creen, lean los comentarios a las noticias en las ediciones digitales de los periódicos – sale a relucir lo más primario de las personas. Con acierto se ha comparado el tono de esas reacciones con lo que se ve a veces en las carreteras. Alguien puede ser educado y amable en su trato normal, pero, al frente de un volante, se convierte en un personaje del Lejano Oeste, dispuesto a disparar a la mínima. Pues lo mismo pasa en Internet. Mucha visceralidad. Demasiada.

No es una excepción el peculiar mundo de la información religiosa. No sobra el tiempo para leer, para pensar, para razonar. Se ve algo que no gusta y salta la fiera que todos podemos llevar dentro. Y se pretende defender la fe y la moral a base de gritos y de descalificaciones. A base, también, de dramatismos que no vienen a cuento y que son imposibles de cumplir. Hoy, lloramos. Mañana, nos flagelamos. Y pasado, ¿qué? ¿Nos quemamos a lo bonzo? ¿Apostatamos en masa? ¿Le damos la razón a los enemigos de la fe y solicitamos la declaración oficial - y última - del Papa de que la Iglesia es un instrumento del mal?

Lo sensato es proponer soluciones viables, evaluables. En una sociedad civilizada, el derecho es un medio que, junto a otros medios, trata de resolver de manera adecuada los conflictos, estableciendo procedimientos que garanticen la reparación del daño causado a la víctima, si se ha probado este daño, a la vez que se respetan también los derechos del reo. Esto es la civilización. Lo contrario a esto, el linchamiento rápido, es la barbarie. Y la Iglesia es amiga de la civilización.

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