Fe y depresión
¿Qué es la depresión? ¿Qué factores sociales y culturales pueden favorecer su aparición? ¿Cuál ha de ser la respuesta que la Iglesia puede dar a quienes se ven afectados por esta dolencia?
La reflexión sobre estos interrogantes no es baladí, si consideramos que cientos de millones de personas en el mundo se ven afectadas por la “depresión", esa temida palabra, por otra parte ya familiar. Más allá de sus síntomas clínicos, que permiten el diagnóstico médico, la depresión se presenta como un padecimiento del alma, que atenaza a quien lo sufre.
Cada vez son más los que, en algún momento de su vida, han sucumbido ante lo que experimentan como la insoportable pesantez y gravedad de la existencia. La vida aparece cargada de tedio, de aburrimiento, de hastío. La víctima de la depresión desearía, tal vez, arrinconarse en una esquina y dejarse morir. La subjetividad, cautiva por esta dolencia, expande su pesimismo sobre todo, especialmente sobre el futuro, sobre el mañana, más temido que esperado. Las consecuencias que puede acarrear para el enfermo pueden ser varias: baja laboral, problemas familiares y, en el límite más dramático, incluso el suicidio.