La risa de las ministras
Las ministras de Sanidad y de Igualdad se ríen. La boca se les distiende a ambas en un movimiento de aparente alegría. Anuncian más aborto, y se ríen. Anuncian más “píldora del día después” – o sea, más aborto también – y se ríen. Yo creo que, si las ministras asisten a unas exequias, se troncharán de risa. Ellas, se diría, están ahí para eso: para reírse de la muerte de los demás.
Hay risas y risas. La risa del conejo, que es la causada por algunos accidentes. La risa falsa. La risa sardónica. Y la risa de las ministras, que, a cada paso, se mean de risa.
No sabemos cuál es la causa de tal propensión al alborozo. Podría ser que, las dos, la de la Salud y la de Igualdad, estén algo faltas de entendimiento o razón y se rían a tontas y a locas, o como tontas y locas, o como ambas cosas a la vez. Sería éste el mejor supuesto, el más benévolo, el que las dejaría en mejor lugar, en una especie de limbo de la estulticia. Pero también se ríen los bellacos y las bellacas, los maliciosos y las maliciosas. Y hasta las hienas, carroñeras y repulsivas, parecen reírse.