Lutero y los papistas

¿Le habría gustado a Lutero ser muy elogiado por los “papistas”? Lo dudo mucho. Dudo que Lutero anhelase el aplauso de los que hoy somos católicos y estoy casi convencido de que deseaba todavía menos la aprobación de aquellos a quienes él combatía en el siglo XVI. Lutero sería lo que fuese. Tonto no era, ni los católicos que no le siguieron en su momento tampoco eran tontos.

Que ahora los cristianos, ante el avance del secularismo, sumemos fuerzas no significa que todo sea igual, que todo dé lo mismo. Una religión en la que todo diese lo mismo no valdría para nada. Si Dios, que es lo máximo, da lo mismo, las demás realidades orbitarían en la esfera de la suma indiferencia. ¡Hasta Lutero se opondría a esta reducción!

Si algo no es Lutero es fácil de comprender. Es muy complicado, en su teoría y en su práctica. Estaba como obsesionado por sentirse “justo” ante Dios. No tan preocupado por lo que fuese justo en sí mismo, sino por lo que, para él, le hiciese sentirse justo.

Pensó que san Pablo daba una respuesta a su inquietud: Lo importante es la fe, no las obras de la ley. Cristo nos ha justificado, abracemos esa justicia. Lo demás, no importa. Nosotros no somos santos ni lo seremos. Solo Cristo lo es. Confiemos en su salvación. Y basta.

Justificación y fe. Justificación ajena y fe “fiducial”. Lo demás, pelagianismo. ¿La Iglesia? Un grupo de creyentes, sin clérigos ni obispos ni papa. ¿La norma? La Escritura, sin ninguna autoridad que la interprete. ¿Los sacramentos? A lo sumo, el Bautismo y la “Cena”.

¿Es un programa católico, fiel a la Escritura, a la Tradición al Magisterio? No. No lo ha sido. No lo es, en su literalidad. ¿Significa esto que católicos y protestantes tengamos que hacernos la guerra? Tampoco.

¿Cuál es el camino de salida? Pues ser más cristianos. Más fieles a la Sagrada Escritura. Más fieles a la Tradición de la Iglesia. Más sensibles al carisma del magisterio eclesial, en lo que tiene de más auténtico.

Dios Padre, Cristo, el Verbo encarnado, el Espíritu Santo. Hacia esta realidad suma debemos caminar. Lo deseable es que, con el tiempo, los cristianos católicos y los protestantes estemos más convencidos de que, por ejemplo, este compromiso común no convierte, por arte de magia, en idiota a Lutero ni en idiotas a los padres de Trento.

Ni Lutero se veía “papista” ni los católicos se veían “luteranos”. Razón no les faltaba ni a uno ni a otros. Una época de rebajas no hace justicia a estos lances.

Guillermo Juan Morado.

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