“Bienaventurados los misericordiosos”. Una Carta Pastoral del Obispo de Tui-Vigo

He recibido, hace dos días, una Carta Pastoral del Obispo de mi Diócesis, Tui-Vigo. El título de la misma es: “Bienaventurados los misericordiosos. La caridad y la misericordia, fundamento de nuestra acción pastoral. Carta Pastoral del Obispo de Tui-Vigo, Luis Quinteiro Fiuza, 2016”.

Es agradable comprobar que los obispos no descuidan su misión de enseñar. El Obispo es maestro y doctor en la fe: “el Obispo es el primer predicador del Evangelio con la palabra y con el testimonio de vida”, decía San Juan Pablo II en Pastores gregis, 26.

Tras una introducción, sobre “Caridad y misericordia”, D. Luis Quinteiro dedica un primer capítulo a la Diócesis “a la escucha de la Palabra de Dios”. Se remite, para comentarlo y actualizarlo, a un pasaje del libro del Deuteronomio (Dt 5-7). La Diócesis, como Iglesia particular, nace y vive de la Palabra de Dios, de la escucha de lo que el Señor quiere decir. Solo esa actitud de escucha puede evitar caer en la idolatría y asegurar la permanencia en la fidelidad.

La actitud de escucha de la Palabra de Dios permite recordar los “grandes mandatos” del Señor a la Iglesia: El mandato de la Eucaristía y de la caridad; el mandato de la unidad; y el mandato de la misión.

Estos “grandes mandatos” tienen un abundante fundamento en la Sagrada Escritura, leída en la Tradición de la Iglesia, y a la luz del magisterio reciente: del Concilio Vaticano II, de San Juan Pablo II, de Benedicto XVI y del Papa Francisco. Solo por señalar las principales fuentes a las que el texto se remite.

De los “grandes mandatos” – válidos siempre – el Obispo de Tui-Vigo pasa a considerar “cuatro grandes retos para nuestra Diócesis hoy”. Afrontar un reto significa apostar por un desafío urgente: La vivencia de la misericordia, de la comunión y de la alegría; la necesidad y la belleza de caminar juntos (la sinodalidad); los sacramentos de la iniciación cristiana; y el Evangelio de la familia.

A modo de conclusión, el Obispo nos invita a ser “testigos del gozo del Evangelio”; nos exhorta, en suma, a la coherencia entre la fe y la vida; a testimoniar la bienaventuranza de aquellos – los misericordiosos – que descubren en sus corazones la alegría de optar por el amor compasivo de Dios.

Me parece una Carta Pastoral que va más allá de la circunstancia, muy encomiable, del “Año de la Misericordia”. Creo que recuerda líneas de fondo, válidas en este año y en los que vengan.

Me ha alegrado leerla. Solo me cabe contribuir a difundirla, en lo que pueda.

 

Guillermo Juan Morado.

 

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