Grecia, ¿tragedia o esperanza?

En la tragedia griega la lucha entre libertad y necesidad termina necesariamente en un desenlace funesto. Así lo han establecido los grandes maestros: Esquilo, Sófocles y Eurípides.

 

Cuando estudié Ética, quizá para que comprendiésemos lo que Nietzsche llamó la genealogía de la moral, el profesor nos animaba a leer tragedias griegas. Yo escogí una de las peores, de las más trágicas, Medea, de Eurípides. Medea, que mata a sus propios hijos.

 

Claro que yo no sé exactamente cómo han ido, y mucho menos cómo irán, las cosas en Grecia. La llamada “Troika” – la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional - , ¿mantienen con vida a un enfermo casi terminal o, por el contrario, aceleran su muerte, sin ninguna esperanza de recuperación?

 

Los expertos dirán. Algunos dicen que, sin ese soporte vital – la Troika y sus rescates - , Grecia va no hacia la agonía, ni se mantendrá en la misma, sino que se precipitará hacia la muerte. Otros piensan que, ya en la UCI, es legítimo ensayar otras terapias. Otros, tal vez, esperan una especie de milagro de la “medicina política”. Una pócima que, casi sin ensayar, obre prodigios.

 

Todo puede ser, no sé. Todo puede oscilar entre la victoria, la niké - la justicia - , o la ananké, la necesidad o, incluso, la fatalidad.

 

Ya lo veremos. Ya veremos si triunfa la razón o la pasión, lo real o lo deseable, aunque utópico. Ya veremos si quienes dicen poder cambiar el destino son capaces de cambiarlo para el bien.

 

Mejor será apostar por el drama que por la tragedia. El drama evoca situaciones difíciles. Nos lleva al límite, pero no aboca necesariamente en la tragedia. El Cristianismo es dramático, no trágico. Trágico es, por ejemplo, Unamuno cuando olvida la esperanza que, al menos en principio, puede ser compatible con el drama.

 

Quedaremos a la espera, aunque sin excesiva esperanza. Grecia lo ha inventado casi todo. También la ética y la política. Pero saber de algo – el intelectualismo socrático, a la postre, da fe de ello – no es, sin más acertar.

 

Los cristianos, más que en la simple niké o en la durá ananké,  confiamos en la esperanza. Pero la esperanza, que se apoya en Dios, no nos exime de nuestras responsabilidades históricas.

 

Casi podríamos decir que la esperanza nos anima a votar – a entrar en la política – con el corazón, pero también con la razón.

 

Todo puede ir a peor o a mejor. Ya se verá. No obstante, Medea se ha equivocado. Los hijos son los hijos. Y la madre no puede vengarse  de Jasón, o de la Troika, cargando el mal sobre sus hijos. Ojalá que Grecia no emule a Medea. Ni siquiera diciendo lo que dijo Medea: “Jamás dejaré mis hijos a mis enemigos para que los ultrajen. Es absolutamente necesario que mueran. Y puesto que es preciso, los mataré yo, que los he parido. Así está decidido y así se hará”.

 

Confiemos en el drama sobre la tragedia. Nadie desea que triunfe Jasón o Medea. Y confiemos en Dios y en la esperanza.

 

 

Guillermo Juan Morado.

PS. Esto es solo un post. No es más. Yo puedo acertar o equivocarme. Pero no renuncio a opinar.

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