Judas de pacotilla

Algo de “pacotilla” es algo de inferior calidad, hecho sin esmero. Parece, eso he leído, que una asociación de no sé qué quiere justificar su propia existencia, la de la asociación en cuestión, realizando una campaña de pacotilla.

Se tratará, eso creo, de una estrategia publicitaria, sin más. Pero, tal como estamos, conviene estar atento a todo, hasta a las estrategias publicitarias, por de pacotilla que sean.

Judas, el traidor, tuvo su miseria y su grandeza. ¿Su miseria? Radica en haber caído bajo el dominio de otros poderes, no precisamente los del bien. Judas abrió sus puertas al poder del mal. La señal de esta esclavitud la registra San Juan: “Esto lo dijo [dar el dinero a los pobres] no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando”.

¿Su grandeza? Un primer paso hacia la conversión, tratando de salvar a Jesús y de devolver el dinero: “Entonces Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos diciendo: ‘He pecado’” (Mt 27,3).

Lo peor de Judas, su “segunda tragedia”, como ha señalado Benedicto XVI, en el segundo volumen sobre “Jesús de Nazaret”, “es que ya no logra creer en el perdón”.

Hasta aquí Judas, el de verdad. Los de pacotilla no van tan lejos. Los de pacotilla no tienen “segunda tragedia”, ni primera. Se quedan en la bolsa, en la apetitosa tarea de llevarse “de lo que iban echando”. ¿De lo que iban echando dónde? Pues, según parece, siempre presuntamente, en las arcas públicas que, pese a la crisis, deben de ser más grandes que el arca de Noé, ya que parecen albergar, presuntamente siempre, todas las especies que pululan sobre la tierra.

¿Que uno se siente un “salvapatrias”? No hay problema. Funda su asociacioncita. Con las finalidades más peregrinas. Da lo mismo. Eso sí, arañando la bolsa, para llevar “de lo que iban echando”.

Judas vendió a Jesús por treinta monedas de plata, que era el precio fijado por la ley para la vida de un esclavo. Los Judas de pacotilla no ofrecen nada, o casi nada.

Una propinita, revestida de hipocresía. Una propinita para guiar una cruzada contra la Cruz, tratando de devolver, eso dicen, “los símbolos religiosos a su lugar natural, que son las iglesias, los templos o los conventos”.

La pacotilla llega, a estos niveles, hasta las neuronas. Hay símbolos religiosos, no cristianos, que nada pintan en iglesias, templos o conventos cristianos. Pero con esos otros símbolos religiosos, no cristianos, los Judas de pacotilla no se meten. No vaya a ser que peligre la bolsa o la notoriedad. O hasta la vida.

Ellos proceden así, mezquinamente, sobre seguro, sin arriesgar. Dando la tabarra, arañando protagonismo y, si cuela, también unas moneditas, aunque no sean de plata.

¡Dan ganas de exiliarse! Y no solo por ellos, que, al final, pobres hombres, no son nada…

Guillermo Juan Morado.

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