RINO FISICHELLA, La nueva evangelización

RINO FISICHELLA, La nueva evangelización, Sal Terrae, Colección “Presencia Teológica” 187, Santander 2012, 150 páginas, ISBN 978-84-293-2003-9, 15 euros.

El arzobispo Rino Fisichella es el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. Además es un reconocido teólogo especializado en el área de la teología fundamental. El 29 de marzo de 2010, en una audiencia privada, el papa Benedicto XVI le dirigió estas palabras: “He pensado mucho estos meses. Deseo instituir un dicasterio para la nueva evangelización y le pido que sea su presidente”. Este encuentro, rememorado por R. Fisichella al comienzo de este libro (p. 8), está en el origen no solo de su nueva tarea como presidente del mencionado Pontificio Consejo, sino también, sin duda, del libro que recensionamos.

Porque este libro explica de una manera ordenada qué cabe entender por “nueva evangelización”. No se trata de una explicación “normativa”, pero sí de una explicación propia, ya que como indica el autor: “Las páginas siguientes son únicamente una interpretación personal de cómo entiendo la ‘nueva evangelización’ ” (p. 9).

La obra está articulada en 10 apartados, cuyos títulos y subtítulos resultan suficientemente elocuentes. La nueva evangelización es, en primer lugar, un desafío que, con una intuición “profética” (cf p. 11), el papa ha hecho suyo en continuidad con el concilio Vaticano II y con el magisterio del beato Juan Pablo II. El capítulo 2 explica la expresión “nueva evangelización”: el fundamento, el desarrollo, la génesis, así como las razones que llevan a preferir ese modo de decir – “nueva evangelización” – en lugar del neologismo “re-evangelización” (cf p. 29).

Particular atención merece el capítulo 3, “El contexto”, ya que, en palabras de R. Fisichella, “la exigencia de la nueva evangelización está determinada por el contexto cultural y social” (p. 31). Un contexto marcado por el secularismo, por la desorientación del hombre y por la crisis de Occidente. Más allá de la crisis, el autor indica cuál ha de ser la aportación de los cristianos para poder mirar al futuro: “En suma, tenemos la tarea de producir pensamiento que sea capaz de cimentar una época que dará cultura a las generaciones futuras, permitiéndoles vivir en la libertad auténtica porque se proyectan hacia la verdad” (p. 52).

El capítulo 4 aborda el “centro” de la nueva evangelización, que no es otro que Jesucristo. Él es el contenido esencial que, a la vez, marca el método a seguir. La centralidad de Jesucristo aparece vinculada con dos cuestiones fundamentales: la cuestión de Dios, la búsqueda de su rostro (cf p. 59), y “una nueva reflexión antropológica en clave apologética, como presentación del acontecimiento cristiano que pueda comunicarse con el hombre contemporáneo” (p. 60).

El capítulo 5 se ocupa de los “lugares de la nueva evangelización”: la liturgia, la caridad, el ecumenismo, la inmigración y la comunicación. El capítulo 6 señala algunas perspectivas: el panorama de la cultura, la misión de la Iglesia, la relación entre verdad y amor, la importancia del sacramento de la confesión, , el binomio identidad-pertenencia, la catequesis y la nueva antropología.

El capítulo 7 se titula “nuevos evangelizadores”. La llamada a la nueva evangelización es, en definitiva, una llamada común, pero esto no impide que se pueda hablar específicamente de los “nuevos evangelizadores”: los sacerdotes – y al ocuparse de este tema Mons. Fisichella escribe unas bellas páginas sobre lo que él denomina “la audacia de Dios” que “considera que un hombre, con toda su fragilidad, sea capaz de erguirse en icono de su misma presencia en la historia de los hombres” (p.105) - , las personas consagradas y los laicos, a fin de poder llegar a todas las personas.

El capítulo 8 – “La vía de la belleza” – reflexiona sobre la belleza y el arte como vías para percibir la esencia del misterio que nos envuelve. Particularmente reseñable es lo que escribe sobre la catedral como lugar de la nueva evangelización. El capítulo 9 – “El icono” – es como una ampliación y aplicación concreta del capítulo anterior: se trata de una bella meditación sobre el templo de la Sagrada Familia de Barcelona como icono de la nueva evangelización.

El capítulo 10 proporciona una “síntesis final”. Con palabras de Benedicto XVI se recuerda que realizar una nueva evangelización “quiere decir intensificar la acción misionera para corresponder plenamente al mandato del Señor” (p.143). Se trata, en suma, de dar razón de la propia fe, mostrando a Jesucristo, el Hijo de Dios. No se trata de un anuncio nuevo, sino del mismo anuncio que tiene hoy “necesidad de un renovado vigor para convencer al hombre contemporáneo, a menudo distraído e insensible” (p. 144).

En definitiva, la “nueva evangelización”, según este análisis de Mons. Fisichella, no es ni una propuesta extraña ni mucho menos inmotivada. El Evangelio es el de siempre, ya que Cristo no pasa, es permanente. Pero sí cambia – está cambiando de hecho – la situación en la que vive el hombre; una situación caracterizada por el desconocimiento de Dios y por el consiguiente olvido del hombre.

Nos enfrentamos a un “cambio de época” (p.9). Los cristianos no podemos quedar al margen de la tarea de ayudar a construir la novedad que se perfila en el horizonte: “la vía de la nueva evangelización no es sino el continuo camino que desde los apóstoles llega hasta nosotros atravesando veinte siglos de historia. Esta debe vivirse bajo la primacía de la gracia, que permite a cada uno percibir la presencia viva del Espíritu Santo que transforma los corazones y permite acoger el anuncio de la salvación” (p. 145).

La atención al testimonio bíblico y a las lecciones de la historia de la Iglesia, la voluntad de diálogo con la razón, la apuesta por una razón abierta al misterio y el subrayado de la importancia de la credibilidad del testimonio de los cristianos constituyen, entre otras, unas líneas transversales que animan a leer, a meditar y a tener en cuenta este importante libro.

Guillermo Juan Morado.