Algunos textos magisteriales sobre gracia, libre albedrío y predestinación, con comentario.

San Agustín

En lo que sigue seleccionamos algunos textos del Magisterio de la Iglesia acerca de la gracia, el libre albedrío, y la predestinación. Al final hacemos un breve comentario. Todos los resaltados en “negrita” son nuestros.

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BENEDICTO XIII: Breve “Demissas Preces”. Dirigido a los Dominicos, defensores de la tesis tomista en la controversia “De auxiliis”.  Año 1724.

“Despreciad con gran ánimo, por tanto, queridos hijos, las calumnias intentadas contra vuestra sentencia especialmente de la gracia por sí e intrínsecamente eficaz y de la predestinación gratuita a la gloria sin ninguna previsión de los méritos, que laudablemente hasta ahora habéis enseñado, y que vuestra escuela con recomendable estudio se gloría de que proceden de los mismos santos doctores Agustín y Tomás, y de que son consonantes con la Palabra de Dios, los decretos de los Sumos Pontífices y los Concilios, y los dichos de los Padres.”

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BENEDICTO XIV al Supremo Inquisidor de España sobre la controversia “de auxiliis". Año 1784.

“Tú sabes que en las celebérrimas cuestiones sobre la predestinación y la gracia y sobre el modo de conciliar la omnipotencia de Dios con la libertad humana, hay en las escuelas multiplicidad de opiniones. Los tomistas son acusados como destructores de la humana libertad y como seguidores no ya sólo de Jansenio, sino hasta de Calvino; pero como ellos responden muy bien a lo que se les objeta y su sentencia no fué nunca reprobada por la Sede Apostólica, en ella se hallan impunemente los tomistas y no es lícito a ningún superior eclesiástico en el presente estado de cosas removerlos de su sentir. Los agustinianos son acusados de seguidores de Bayo y de Jansenio. Responden ellos que son favorecedores de la humana libertad y eliminan según sus fuerzas lo que se les opone; y como su sentencia no ha sido hasta el presente condenada por la Sede Apostólica, no hay quien no vea que nadie puede pretender que se aparten de ella. Los seguidores de Molina y de Suárez son proscritos por sus adversarios como si fuesen semipelagianos; los Romanos Pontífices no han dado hasta ahora juicio sobre este sistema moliniano, y por ello prosiguen en su defensa y pueden seguir …”

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XVI Concilio de Cartago. Año 418.

“D-104 Can. 4. Igualmente, quien dijere que la misma gracia de Dios por Jesucristo Señor nuestro sólo nos ayuda para no pecar en cuanto por ella se nos revela y se nos abre la inteligencia de los preceptos para saber qué debemos desear, qué evitar, pero que por ella no se nos da que amemos también, y podamos hacer lo que hemos conocido debe hacerse, sea anatema.

Porque diciendo el Apóstol: La ciencia hincha, más la caridad edifica [1 Cor. 8, 1]; muy impío es creer que tenemos la gracia de Cristo para la ciencia que hincha y no la tenemos para la caridad que edifica, como quiera que una y otra cosa son don de Dios, lo mismo el saber qué debemos hacer que el amar a fin de hacerlo, para que, edificando la caridad, no nos pueda hinchar la ciencia. Y como de Dios está escrito: El que enseña al hombre la ciencia [Ps. 93, 10], así también está: La caridad viene de Dios [1 Ioh. 4, 7]”

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SAN CELESTINO I, Carta 21 Apostolici verba praecepti, a los obispos de las Galias. Año 431.

“D-128 Cap. 2. A Agustín, varón de santa memoria, por su vida y sus merecimientos, le tuvimos siempre en nuestra comunión y jamás le salpicó ni el rumor de sospecha siniestra; y recordamos que fué hombre de tan grande ciencia, que ya antes fue siempre contado por mis mismos predecesores entre los mejores maestros.”

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«Indículo» sobre la gracia de Dios, o «Autoridades de los obispos anteriores de la Sede Apostólica»

Sobre este documento dice en Nota el Enchiridion Symbolorum:

“Nota: (2) Parece fueron recogidas en Roma por San Próspero de Aquitania [según M. CAPPUYNS en «Rev. Bénéd.» 41 (1929) 156 ss], poco después de Celestino I, entre 435 y 442, y hacia el 500 fueron universalmente reconocidas como doctrina genuina de la Sede Apostólica: cf. Epist. Petri Diaconi (a. 520) [PL 45, 1775] y BRAQUIARIUS (siglo VII), De ecclesiasticis dogmatibus 22-32 [PL 83, 1232-1234]; GENNADIUS MASSIL. De eccl. dogmatibus 30 [PL 58, 987 D]”

“D-130 Cap. 1. En la prevaricación de Adán, todos los hombres perdieron «la natural posibilidad» (3) e inocencia, y nadie hubiera podido levantarse, por medio del libre albedrío, del abismo de aquella ruina, si no le hubiera levantado la gracia de Dios misericordioso, como lo proclama y dice el Papa Inocencio, de feliz memoria, en la Carta (1) al Concilio de Cartago [de 416]: «Después de sufrir antaño su libre albedrío, al usar con demasiada imprudencia de sus propios bienes, quedó sumergido, al caer, en lo profundo de su prevaricación y nada halló por donde pudiera levantarse de allí; y, engañado para siempre por su libertad, hubiera quedado postrado por la opresión de esta ruina, si más tarde no le hubiera levantado, por su gracia, la venida de Cristo, quien por medio de la purificación de la nueva regeneración, limpió, por el lavatorio de su bautismo, todo vicio pretérito”.”

“D-131 Cap. 2. Nadie es bueno por sí mismo, si por participación de sí, no se lo concede Aquel que es el solo bueno. Lo que en los mismos escritos proclama la sentencia del mismo Pontífice cuando dice: «¿Acaso sentiremos bien en adelante de las mentes de aquellos que piensan que a sí mismos se deben el ser buenos y no tienen en cuenta a Aquel cuya gracia consiguen todos los días y confían que sin El pueden conseguir tan grande bien? ” ”

“D-133 Cap. 4. Que nadie, si no es por Cristo, usa bien de su libre albedrío, el mismo maestro lo pregona en la carta dada al Concilio de Milevi [del año 416], cuando dice (4): «Advierte, por fin, oh extraviada doctrina de mentes perversísimas, que de tal modo engañó al primer hombre su misma libertad, que al usar con demasiada flojedad de sus frenos, por presuntuoso cayó en la prevaricación. Y no hubiera podido arrancarse de ella, si por la providencia de la regeneración el advenimiento de Cristo Señor no le hubiera devuelto el estado de la prístina libertad.”

“D-134 Cap. 5. Todas las intenciones y todas las obras y merecimientos de los Santos han de ser referidos a la gloria y alabanza de Dios, porque nadie le agrada, sino por lo mismo que El le da. Y a esta sentencia nos endereza la autoridad canónica del papa Zósimo, de feliz memoria, cuando dice escribiendo a los obispos de todo el orbe (5): «Nosotros, empero, por moción de Dios (puesto que todos los bienes han de ser referidos a su autor, de donde nacen), todo lo referimos a la conciencia de nuestros hermanos y compañeros en el episcopado». Y esta palabra, que irradia luz de sincerísima verdad, con tal honor la veneraron los obispos de África, que le escribieron al mismo Zósimo: «Y aquello que pusiste en las letras que cuidaste de enviar a todas las provincias, diciendo: “Nosotros, empero, por moción de Dios, etc.", de tal modo entendimos fue dicho que, como de pasada, cortaste con la espada desenvainada de la verdad a quienes contra la ayuda de Dios exaltan la libertad del humano albedrío. Porque ¿qué cosa hiciste jamás con albedrío tan libre como el referirlo todo a nuestra humilde conciencia? Y, sin embargo, fiel y sabiamente viste que fué hecho por moción de Dios, y veraz y confiadamente lo dijiste. Por razón, sin duda, de que la voluntad es preparada por el Señor [Prov. 8, 35: LXX]; y para que hagan algún bien, El mismo con paternas inspiraciones toca el corazón de sus hijos. Porque quienes son conducidos por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios [Rom. 8, 14]; a fin de que ni sintamos que falta nuestro albedrío ni dudemos que en cada uno de los buenos movimientos de la voluntad humana tiene más fuerza el auxilio de El».

“D-135 Cap. 6. Dios obra de tal modo sobre el libre albedrío en los corazones de los hombres que el santo pensamiento, el buen consejo y todo movimiento de buena voluntad procede de Dios, pues por El podemos algún bien, sin el cual no podemos nada [cf. Ioh. 15, 5]. Para esta profesión nos instruye, en efecto, el mismo doctor Zósimo quien, escribiendo a los obispos de todo el orbe acerca de la ayuda de la divina gracia (1): «¿Qué tiempo, pues, dice, interviene en que no necesitemos de su auxilio? Consiguientemente, en todos nuestros actos, causas, pensamientos y movimientos, hay que orar a nuestro ayudador y protector. Soberbia es, en efecto, que presuma algo de sí la humana naturaleza, cuando clama el Apóstol: No es nuestra lucha contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes y, potestades de este aire, contra los espíritus de la maldad en los cielos [Eph. 6, 12]. Y como dice él mismo otra vez: ¡Hombre infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? La gracia de Dios por Jesucristo nuestr Señor [Rom. 7, 24 s]. Y otra vez: Por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fué vacía en mí, sino que trabajé más que todos ellos: no yo, sino la gracia de Dios conmigo [1 Cor. 15, 10]”

“D-137 E igualmente en el capítulo cuarto: Si alguno dijere que la gracia de Dios por Jesucristo solamente en tanto nos ayuda para no pecar, en cuanto por ella se nos revela y abre la inteligencia de los mandamientos, para saber qué debemos desear y qué evitar; pero que por ella no se nos concede que también queramos y podamos hacer lo que hemos conocido que debe hacerse, sea anatema. Porque, como quiera que dice el Apóstol: la ciencia hincha y la caridad edifica [1 Cor. 8, 1], muy impío es creer que tenemos la gracia de Cristo para la ciencia que hincha y no la tenemos para la caridad que edifica, como quiera que ambas cosas son don de Dios, lo mismo el saber qué hemos de hacer que el amor para hacerlo, a fin de que, edificando la caridad, la ciencia no pueda hinchamos. Y como de Dios está escrito: El que enseña al hombre la ciencia [Ps. 93, 10], así está escrito también: La caridad viene de Dios [1 Ioh. 4, 7; v. 104]”

“D-139 Cap. 8 (1). Mas aparte de estas inviolables definiciones de la beatísima Sede Apostólica por las que los Padres piadosísimos, rechazada la soberbia de la pestífera novedad, nos enseñaron a referir a la gracia de Cristo tanto los principios de la buena voluntad como los incrementos de los laudables esfuerzos, y la perseverancia hasta el fin en ellos, consideremos también los misterios de las oraciones sacerdotales que, enseñados por los Apóstoles, uniformemente se celebran en todo el mundo y en toda Iglesia Católica, de suerte que la ley de la oración establezca la ley de la fe. Porque cuando los que presiden a los santos pueblos, desempeñan la legación que les ha sido encomendada, representan ante la divina clemencia la causa del género humano y gimiendo a par con ellos toda la Iglesia, piden y suplican que se conceda la fe a los infieles, que los idólatras se vean libres de los errores de su impiedad, que a los judíos, quitado el velo de su corazón, les aparezca la luz de la verdad, que los herejes, por la comprensión de la fe católica, vuelvan en sí, que los cismáticos reciban el espíritu de la caridad rediviva, que a los caídos se les confieran los remedios de la penitencia y que, finalmente, a los catecúmenos, después de llevados al sacramento de la regeneración, se les abra el palacio de la celeste misericordia. Y que todo esto no se pida al Señor formularia o vanamente, lo muestra la experiencia misma, pues efectivamente Dios se digna atraer a muchísimos de todo género de errores y, sacándolos del poder de las tinieblas, los traslada al reino del Hijo de su amor [Col. 1, 13] y de vasos de ira los hace vasos de misericordia [Rom. 9, 22 s]. Todo lo cual hasta punto tal se siente ser obra divina que siempre se tributa a Dios que lo hace esta acción de gracias y esta confesión de alabanza por la iluminación o por la corrección de los tales.”

“D-141 En conclusión, por estas reglas de la Iglesia, y por los documentos tomados de la divina autoridad, de tal modo con la ayuda del Señor hemos sido confirmados, que confesamos a Dios por autor de todos los buenos efectos y obras y de todos los esfuerzos y virtudes por los que desde el inicio de la fe se tiende a Dios, y no dudamos que todos los merecimientos del hombre son prevenidos por la gracia de Aquel, por quien sucede que empecemos tanto a querer como a hacer algún bien [cf. Phil 2, 13]. Ahora bien, por este auxilio y don de Dios, no se quita el libre albedrío, sino que se libera, a fin de que de tenebroso se convierta en lúcido, de torcido en recto, de enfermo en sano, de imprudente en próvido. Porque es tanta la bondad de Dios para con todos los hombres, que quiere que sean méritos nuestros lo que son dones suyos, y por lo mismo que El nos ha dado, nos añadirá recompensas eternas (1). Obra, efectivamente, en nosotros que lo que El quiere, nosotros lo queramos y hagamos, y no consiente que esté ocioso en nosotros lo que nos dio para ser ejercitado, no para ser descuidado, de suerte que seamos también nosotros cooperadores de la gracia de Dios. Y si viéramos que por nuestra flojedad algo languidece en nosotros, acudamos solícitamente al que sana todas nuestras languideces y redime de la ruina nuestra vida [Ps. 102, 3 s] y a quien diariamente decimos: No nos lleves a la tentación, mas líbranos del mal [Mt. 6, 13]”

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II CONCILIO DE ORANGE, año 529.

Dice la nota del Enchiridion Symbolorum:

“Nota: (3) MGh Legum sectio III, Concilia T. I (Fr. Maassen 1903) 46 ss; Msi VIII 712 B ss; coll. Hfl II 726 ss y H 221 ss. Los cánones 1-8, 13, 19, 31 y n. 199a están citados por BRAQUIARIO (s. VII); De dogm. eccl. 38-49 [PL 83, 1236-1239]. Sobre el origen de los cánones, cf. «Rech. De theol. anc. et méd.» 6 (1934) 120 ss [M. Cappuyns] – Este Concilio aprobado por Bonifacio II [V 200 a s] alcanzó tanta autoridad en la Iglesia que con razón se tiene por regla infalible de la fe. P. LEJAY, Le rôle théologique de S. Césaire d’Arles (París 1906)”

“D-176 [II. Sobre la gracia.] Can. 3. Si alguno dice que la gracia de Dios puede conferirse por invocación humana, y no que la misma gracia hace que sea invocado por nosotros, contradice al profeta Isaías o al Apóstol, que dice lo mismo: He sido encontrado por los que no me buscaban; manifiestamente aparecí a quienes por mí no preguntaban [Rom. 10, 20; cf. Is. 65, 1].”

“D-177 Can. 4. Si alguno porfía que Dios espera nuestra voluntad para limpiarnos del pecado, y no confiesa que aun el querer ser limpios se hace en nosotros por infusión y operación sobre nosotros del Espíritu Santo, resiste al mismo Espíritu Santo que por Salomón dice: Es preparada la voluntad por el Señor [Prov. 8, 35: LXX], y al Apóstol que saludablemente predica: Dios es el que obra en nosotros el querer y el acabar, según su beneplácito [Phil. 2, 13].”

“D-178 Can. 5. Si alguno dice que está naturalmente en nosotros lo mismo el aumento que el inicio de la fe y hasta el afecto de credulidad por el que creemos en Aquel que justifica al impío y que llegamos a la regeneración del sagrada bautismo, no por don de la gracia - es decir, por inspiración del Espíritu Santo, que corrige nuestra voluntad de la infidelidad a la fe, de la impiedad a la piedad –, se muestra enemigo de los dogmas apostólicos, como quiera que el bienaventurado Pablo dice: Confiamos que quien empezó en vosotros la obra buena, la acabará hasta el día de Cristo Jesús [Phil. 1, 6]; y aquello: A vosotros se os ha concedido por Cristo, no sólo que creáis en El, sino también que por El padezcáis [Phil. 1, 29]; y: De gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, puesto que es don de Dios [Eph. 2, 8]. Porque quienes dicen que la fe, por la que creemos en Dios es natural, definen en cierto modo que son fieles todos aquellos que son ajenos a la Iglesia de Dios (1).”

Nota: (1) Cf. S. AUGUST., De praedest. Sanct. [PL 44, 959-992]

“D-179 Can 6. Si alguno dice que se nos confiere divinamente misericordia cuando sin la gracia de Dios creemos, queremos, deseamos, nos esforzamos, trabajamos, oramos, vigilamos, estudiamos, pedimos, buscamos, llamamos, y no confiesa que por la infusión e inspiración del Espíritu Santo se da en nosotros que creamos y queramos o que podamos hacer, como se debe, todas estas cosas; y condiciona la ayuda de la gracia a la humildad y obediencia humanas y no consiente en que es don de la gracia misma que seamos obedientes y humildes, resiste al Apóstol que dice .Qué tienes que no lo hayas recibido? [1 Cor. 4, 7]; y: Por la gracia de Dios soy lo que soy [1 Cor. 15, 10] (2).”

Nota: (2) Cf. S. AUG., De dono pers. 23, 64, y PROSP. DE AQUIT., Contra Coll 2, 6 [PL 45, 1032 Y 1804 resp.]

“D-180 Can. 7. Si alguno afirma que por la fuerza de la naturaleza se puede pensar, como conviene, o elegir algún bien que toca a la salud de la vida eterna, o consentir a la saludable. es decir, evangélica predicación, sin la iluminación o inspiración del Espíritu Santo, que da a todos suavidad en el consentir y creer a la verdad, es engañado de espíritu herético, por no entender la voz de Dios que dice en el Evangelio: Sin mí nada podéis hacer [Ioh. 15, 5] y aquello del Apóstol: No que seamos capaces de pensar nada por nosotros como de nosotros, sino que nuestra suficiencia viene de Dios [2 Cor. 3, 5] (3).”

Nota: (3) Cf. S. AUGUST., De gratia Christi 25, 26 - 26, 27 [PL 44, 373 s]

“D-182 Can. 9. «Sobre la ayuda de Dios. Don divino es el que pensemos rectamente y que contengamos nuestros pies de la falsedad y la injusticia; porque cuantas veces bien obramos, Dios, para que obremos, obra en nosotros y con nosotros» (5).”

Nota: (5) S. PROSP. AQUITAN., Sent. ex Aug. delibatae, 22 [PL 45, 1861]

“D-185 Can. 12. «Cuáles nos ama Dios. Tales nos ama Dios cuales hemos de ser por don suyo, no cuales somos por merecimiento nuestro» (3).”

Nota: (3) S. PROSP., Sent. ex Aug. delibatae, 56 [PL 45 1864].

“D-187 Can. 14. «Ningún miserable se ve libre de miseria alguna, sino el que es prevenido de la misericordia de Dios» (5) como dice el salmista: Prontamente se nos anticipe, Señor, tu misericordia [Ps. 78, 8] y aquello: Dios mío, su misericordia me prevendrá [Ps. 58, 11].”

Nota: (5) S. PROSP., Ibid., 211 (ML 45, 1876).

“D-191 Can. 18. «Que por ningún merecimiento se previene a la gracia. Se debe recompensa a las buenas obras, si se hacen; pero la gracia, que no se debe, precede para que se hagan» (1).”

Nota: (1) Ibid. 297; S. AUG., Op. impf. c. Iul., 1, 133 [PL 45, 1885; 45, 1133]

“D-193 Can. 20. «Que el hombre no puede nada, bueno sin Dios. Muchos bienes hace Dios en el hombre, que no hace el hombre; ningún bien, empero, hace el hombre que no otorgue Dios que lo haga el hombre» (3).”

Nota: (3) Ibid. 312; S. AUGUST., Contra duas epist. Pelag. 2, 8, 21 [PL 145, 1886; 44 586]

“D-195 Can. 22. «De lo que es propio de los hombres. Nadie tiene de suyo, sino mentira y pecado. Y si alguno tiene alguna verdad y justicia, viene de aquella fuente de que debemos estar sedientos en este desierto, a fin de que, rociados, como si dijéramos, por algunas gotas de ella, no desfallezcamos en el camino» (5).”

Nota: (5) Ibid. 323; S. AUG., In Ioh. tract. 5, 1 [PL 45, 1887;

“35, 1414]D-196 Can. 23. «De la voluntad de Dios y del hombre. Los hombres hacen su voluntad y no la de Dios, cuando hacen lo que a Dios desagrada; mas cuando hacen lo que quieren para servir a la divina voluntad, aun cuando voluntariamente hagan lo que hacen, la voluntad, sin embargo, es de Aquel por quien se prepara y se manda lo que quieren» (6).”

Nota: (6) Ibid. 338; S. AUG., In Ioh. tract. 19, 19 [PL 45, 1889; 35, 1555].

“D-198 Can 25. «Del amor con que amamos a Dios. Amar a Dios es en absoluto un don de Dios. El mismo, que, sin ser amado, ama, nos otorgó que le amásemos. Desagradándole fuimos amados, para que se diera en nosotros con que le agradáramos. En efecto, el Espíritu del Padre y del Hijo, a quien con el Padre y el Hijo amamos, derrama en nuestros corazones la caridad» [Rom. 5, 5] (2).”

Nota: (2) Ibid. 370; S. AUG., In Ioh. tract. 102, 5 [PL 45, 1894; 35, 1898]

“D-199 Y así, conforme a las sentencias de las Santas Escrituras arriba escritas o las definiciones de los antiguos Padres, debemos por bondad de Dios predicar y creer que por el pecado del primer hombre, de tal manera quedó inclinado y debilitado el libre albedrío que, en adelante, nadie puede amar a Dios, como se debe, o creer en Dios u obrar por Dios lo que es bueno, sino aquel a quien previniere la gracia de la divina misericordia. De ahí que aun aquella preclara fe que el Apóstol Pablo [Hebr. 11] proclama en alabanza del justo Abel, de Noé, Abraham, Isaac y Jacob, y de toda la muchedumbre de los antiguos santos, creemos que les fué conferida no por el bien de la naturaleza que primero fué dado en Adán, sino por la gracia de Dios. Esta misma gracia, aun después del advenimiento del Señor, a todos los que desean bautizarse sabemos y creemos juntamente que no se les confiere por su libre albedrío, sino por la largueza de Cristo, conforme a lo que muchas veces hemos dicho ya y lo predica el Apóstol Pablo: a vosotros se os ha dado, por Cristo, no sólo que creáis en Él, sino también que padezcáis por El [Phil. 1, 29]; y aquello: Dios que empezó en vosotros la obra buena, la acabará hasta el día de nuestro Señor [Phil. 1, 6]; y lo otro: De gracia habéis sido salvados por la fe, y esto no de vosotros: porque don es de Dios [Eph. 2, 8]; y lo que de sí mismo dice el Apóstol: He alcanzado misericordia para ser fiel [1 Cor. 7, 25; 1 Tim. 1, 13]; no dijo: «porque era», sino «para ser». Y aquello: ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? [ 1 Cor. 4, 7]. Y aquello: Toda dádiva buena y todo don perfecto, de arriba es, y baja del Padre de las luces [Iac. 1, 17]. Y aquello: Nadie tiene nada, si no le fuere dado de arriba [Ioh. 3, 27]. Innumerables son los testimonios que podrían alegarse de las Sagradas Escrituras para probar la gracia; pero se han omitido por amor a la brevedad, porque realmente a quien los pocos no bastan, no aprovecharán los muchos.”

“D-200 [III. De la predestinación.] También creemos según la fe católica que, después de recibida por el bautismo la gracia, todos los bautizados pueden y deben, con el auxilio y cooperación de Cristo, con tal que quieran fielmente trabajar, cumplir lo que pertenece a la salud del alma. Que algunos, empero, hayan sido predestinados por el poder divino para el mal, no sólo no lo creemos, sino que si hubiere quienes tamaño mal se atrevan a creer, con toda detestación pronunciamos anatema contra ellos. También profesamos y creemos saludablemente que en toda obra buena, no empezamos nosotros y luego somos ayudados por la misericordia de Dios, sino que El nos inspira primero - sin que preceda merecimiento bueno alguno de nuestra parte - la fe y el amor a El, para que busquemos fielmente el sacramento del bautismo, y para que después del bautismo, con ayuda suya, podamos cumplir lo que a El agrada. De ahí que ha de creerse de toda evidencia que aquella tan maravillosa fe del ladrón a quien el Señor llamó a la paria del paraíso [Lc. 23, 43], y la del centurión Cornelio, a quien fué enviado un ángel [Act. 10, 3] y la de Zaqueo, que mereció hospedar al Señor mismo [Lc. 19, 6], no les vino de la naturaleza, sino que fué don de la liberalidad divina.”

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Concilio de Quiersy. Año 853.

“D-316 Cap. 1. Dios omnipotente creó recto al hombre, sin pecado, con libre albedrío y lo puso en el paraíso, y quiso que permaneciera en la santidad de la justicia. El hombre, usando mal de su libre albedrío, pecó y cayó, y se convirtió en «masa de perdición» (5) de todo el género humano. Pero Dios, bueno y justo, eligió, según su presciencia, de la misma masa de perdición a los que por su gracia predestinó a la vida [Rom. 8, 29 ss; Eph. 1, 11] y predestinó para ellos la vida eterna; a los demás, empero, que por juicio de justicia dejó en la masa de perdición, supo por su presciencia que habían de perecer, pero no los predestinó a que perecieran; pero, por ser justo, les predestinó una pena eterna. Y por eso decimos que sólo hay una predestinación de Dios, que pertenece o al don de la gracia o a la retribución de la justicia.”

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III Concilio de Valence. Año 855.

“D-322 Can 8. Mas también sobre la predestinación de Dios plugo y fielmente place, según la autoridad apostólica que dice: ¿Es que no tiene poder el alfarero del barro para hacer de la misma masa un vaso para honor y otro para ignominia? [Rom. 9, 21], pasaje en que añade inmediatamente: Y si queriendo Dios manifestar su ira y dar a conocer su poder soportó con mucha paciencia los vasos de ira adaptados o preparados para la ruina, para manifestar las riquezas de su gracia sobre los vasos de misericordia que preparó para la gloria [Rom. 9, 22 s]: confiadamente confesamos la predestinación de los elegidos para la vida, y la predestinación de los impíos para la muerte; sin embargo, en la elección de los que han de salvarse, la misericordia de Dios precede al buen merecimiento; en la condenación, empero, de los que han de perecer, el merecimiento malo precede al justo juicio de Dios. «Mas por la predestinación, Dios sólo estableció lo que El mismo había de hacer o por gratuita misericordia o por justo juicio» (3) según la Escritura que dice: El que hizo cuanto había de ser [Is. 45, 11; LXX]; en los malos, empero, supo de antemano su malicia, porque de ellos viene, pero no la predestinó, porque no viene de El. La pena que sigue al mal merecimiento, como Dios que todo lo prevé, ésa sí la supo y predestinó, porque justo es Aquel en quien, como dice San Agustín (4), tan fija está la sentencia sobre todas las cosas, como cierta su presciencia. Aquí viene bien ciertamente el dicho del sabio: Preparados están para los petulantes los juicios y los martillos que golpean a los cuerpos de los necios [Prov. 19, 29]. Sobre esta inmovilidad de la presciencia y de la predestinación de Dios, por la que en El lo futuro ya es un hecho, también se entiende bien lo que se dice en el Eclesiastés: Conocí que todas las obras que hizo Dios perseveran para siempre. No podemos añadir ni quitar a lo que hizo Dios para ser temido [Eccl. 3, 14]. Pero que hayan sido algunos predestinados al mal por el poder divino, es decir, como si no pudieran ser otra cosa, no sólo no lo creemos, sino que si hay algunos que quieran creer tamaño mal, contra ellos, como el Sínodo de Orange, decimos anatema con toda detestación [v. 200]”

Hablando del Concilio de Valence, dice la Nota del Enchiridion Symbolorum:

“Nota: (2) Msi XV 3 A ss; Hrd V 88 E ss; Hfl IV 193 ss; cf. PL 125, 49 ss; Bar(Th) ad 855 1 ss (14, 422 a ss). – Los cánones que siguen fueron recibidos y repetidos por el I Concilio de Toul, celebrado en Savonnières, el 859. No debe negarse que fueron dirigidos contra los capítulos de Quiersy. Mas como toda la diferencia había surgido de que los Padres de uno y otro concilio pensaban que había de tomarse en diverso sentido la única o la doble predestinación y de que los valentinos creían que Hincmar, presidente de la reunión de Quiersy, favorecía los errores de Juan Escoto, luego, descubierto el error, en el sínodo de Langres, en 859, los mismos obispos que habían asistido al de Valence, borraron del canon 4 valentino la nota con que habían marcado los capítulos de Quiersy, que nosotros incluimos entre corchetes, y ambas partes en el II Concilio de Toul, celebrado en Thyse el 860, hicieron las paces y aceptaron una carta sinodal firmada por Hincmar, así como los capítulos de Quiersy y de Valence. Sobre la relación de este Concilio con el de Quiersy [316 ss], cf. el Libell. de tenenda immobiliter Scripturae veritate [PL 121, 1083 ss] escrito por San Remigio, obispo de Lyon, que es también el autor de los cánones del concilio de Valence. Cf. L. LOHN en «Gregorianum» 3 (1922) 78 [PL 115, 1418]. Prudencio, obispo de Troyes, Annal. ad a. 859, parece referir que Nicolás I enseñó de acuerdo con las materias de este Concilio.”

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CONCILIO DE TRENTO. DECRETO SOBRE LA JUSTIFICACIÓN. Año 1547.

“D-797 Declara además [el sacrosanto Concilio] que el principio de la justificación misma en los adultos ha de tomarse de la gracia de Dios proveniente por medio de Cristo Jesús, esto es, de la vocación, por la que son llamados sin que exista mérito alguno en ellos, para que quienes se apartaron de Dios por los pecados, por la gracia de El que los excita y ayuda a convertirse, se dispongan a su propia justificación, asintiendo y cooperando libremente [Can. 4 y 5] a la misma gracia, de suerte que, al tocar Dios el corazón del hombre por la iluminación del Espíritu Santo, ni puede decirse que el hombre mismo no hace nada en absoluto al recibir aquella inspiración, puesto que puede también rechazarla; ni tampoco, sin la gracia de Dios, puede moverse, por su libre voluntad, a ser justo delante de El [Can. 3]. De ahí que, cuando en las Sagradas Letras se dice: Convertíos a mí y yo me convertiré a vosotros [Zach. 1, 3], somos advertidos de nuestra libertad; cuando respondemos: Conviértenos, Señor, a ti, y, nos convertiremos [Thren. 5, 21], confesamos que somos prevenidos de la gracia de Dios.”

“D-805 Nadie, tampoco, mientras vive en esta mortalidad, debe hasta tal punto presumir del oculto misterio de la divina predestinación, que asiente como cierto hallarse indudablemente en el número de los predestinados [Can. 15], como si fuera verdad que el justificado o no puede pecar más [Can. 23], o, si pecare, debe prometerse arrepentimiento cierto. En efecto, a no ser por revelación especial, no puede saberse a quiénes haya Dios elegido para sí [Can. 16].”

“D-806 Igualmente, acerca del don de la perseverancia [Can. 16], del que está escrito: El que perseverara hasta el fin, ése se salvará [Mt. 10, 22; 24, 13] lo que no de otro puede tenerse sino de Aquel que es poderoso para afianzar al que está firme [Rom. 14, 4], a fin de que lo esté perseverantemente, y para restablecer al que cae, nadie se prometa nada cierto con absoluta certeza, aunque todos deben colocar y poner en el auxilio de Dios la más firme esperanza. Porque Dios, si ellos no faltan a su gracia, como empezó la obra buena, así la acabará, obrando el querer y el acabar [Phil. 2, 13; can. 22] (1).”

“D-811 Can. 1. Si alguno dijere que el hombre puede justificarse delante de Dios por sus obras que se realizan por las fuerzas de la humana naturaleza o por la doctrina de la Ley, sin la gracia divina por Cristo Jesús, sea anatema [cf. 793 s]”

“D-812 Can. 2 . Si alguno dijere que la gracia divina se da por medio, de Cristo Jesús sólo a fin de que el hombre pueda más fácilmente vivir justamente y merecer la vida eterna, como si una y otra cosa las pudiera por medio del libre albedrío, sin la gracia, si bien con trabajo y dificultad, sea anatema [cf. 795 y 809].”

“D-813 Can. 3. Si alguno dijere que, sin la inspiración previniente del Espíritu Santo y sin su ayuda, puede el hombre creer, esperar y amar o arrepentirse, como conviene para que se le confiera la gracia de la justificación, sea anatema [cf. 797]”

“D-814 Can. 4. Si alguno dijere que el libre albedrío del hombre, movido y excitado por Dios, no coopera en nada asintiendo a Dios que le excita y llama para que se disponga y prepare para obtener la gracia de la justificación, y que no puede disentir, si quiere, sino que, como un ser inánime, nada absolutamente hace y se comporta de modo meramente pasivo, sea anatema [cf. 797]”

“D-825 Can. 15. Si alguno dijere que el hombre renacido y justificado está obligado a creer de fe que está ciertamente en el número de los predestinados, sea anatema [cf. 805]”

“D-826 Can. 16. Si alguno dijere con absoluta e infalible certeza que tendrá ciertamente aquel grande don de la perseverancia hasta el fin, a no ser que lo hubiera sabido por especial revelación, sea anatema [cf. 805 s]”

“D-827 Can. 17. Si alguno dijere que la gracia de la justificación no se da sino en los predestinados a la vida, y todos los demás que son llamados, son ciertamente llamados, pero no reciben la gracia, como predestinados que están al mal por el poder divino, sea anatema [cf. 800]”

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CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

308 Es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador: Dios actúa en las obras de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por las causas segundas: “Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece” (Flp 2, 13; cf 1 Co 12, 6). Esta verdad, lejos de disminuir la dignidad de la criatura, la realza. Sacada de la nada por el poder, la sabiduría y la bondad de Dios, no puede nada si está separada de su origen, porque “sin el Creador la criatura se diluye” (GS 36, 3); menos aún puede ella alcanzar su fin último sin la ayuda de la gracia (cf Mt 19, 26; Jn 15, 5; Flp 4, 13).

311 Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden desviarse. De hecho pecaron. Y fue así como el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral, (cf San Agustín, De libero arbitrio, 1, 1, 1: PL 32, 1221-1223; Santo Tomás de Aquino, S. Th. 1-2, Q. 79, a. 1). Sin embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe sacar de él el bien:

«Porque el Dios todopoderoso […] por ser soberanamente bueno, no permitiría jamás que en sus obras existiera algún mal, si Él no fuera suficientemente poderoso y bueno para hacer surgir un bien del mismo mal» (San Agustín, Enchiridion de fide, spe et caritate, 11, 3).

600 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por tanto establece su designio eterno de “predestinación” incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su gracia: “Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las naciones gentiles y los pueblos de Israel (cf. Sal 2, 1-2), de tal suerte que ellos han cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría, habías predestinado” (Hch 4, 27-28). Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera (cf. Mt 26, 54; Jn 18, 36; 19, 11) para realizar su designio de salvación (cf. Hch 3, 17-18).

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La verdad fundamental que entendemos que se deriva ante todo de todos estos textos es que cualquier movimiento agradable a Dios de nuestra alma en la línea de la salvación es fruto de la gracia divina, de tal modo, que la misma respuesta libre positiva nuestra a la gracia de Dios es fruto de la gracia de Dios, por lo que no cabe pensar en un movimiento libre nuestro hacia Dios, en la línea de la salvación, que no vaya precedido y resulte de una moción divina sobrenatural de nuestra libertad.

Dios siempre nos antecede, y cada nueva instancia que reconozcamos en nosotros mismos como avance favorable hacia lo que Él quiere de nosotros nos fuerza a reconocer una iniciativa previa divina más en favor nuestro.

Por eso mismo no basta pensar en la gracia actual como una mera capacidad que Dios nos da para que luego nosotros la usemos, porque el mismo uso de esa capacidad de parte nuestra es también un don de la gracia divina, y este don no puede consistir meramente en una nueva capacidad y nada más, porque entraríamos en un retroceso al infinito.

La gracia divina eficaz no puede ser meramente una capacidad que nos es dada y que queda de suyo abierta a nuestra aceptación o a nuestro rechazo, a nuestro uso adecuado o a nuestro desprecio, porque ese mismo uso adecuado y esa misma aceptación han de ser sí o sí fruto de la gracia de Dios, y no se puede decir que pueda ser fruto de esa gracia divina algo que permanece simplemente como una de las dos consecuencias posibles de esa gracia, ya que con esa forma de ver habría que decir entonces que también el rechazo eventual de esa gracia es fruto de ella misma.

Todo lo contrario, hay que reconocer que nuestra libre determinación llega hasta donde llega el don de la gracia divina, y no un milímetro más allá, de modo que jamás de los jamases podremos agregar nosotros algo a lo que Dios hace en nosotros, no porque no aportemos nada, sino porque no hay ni puede haber aporte nuestro libre que no sea todo él, hasta la última partícula de su ser, un don de Dios.

Que respondamos libremente como es debido a ese don salvífico divino, depende entonces en primer lugar del Libre Albedrío de Dios, y en segundo lugar, del nuestro, pero de tal modo, que nuestro libre albedrío depende del Libre Albedrío de Dios, y no a la inversa. 

Porque nuestro mismo libre albedrío debe recibir de la gracia de Dios el dar, y dar libremente, la respuesta adecuada al llamado divino.

No que no podamos y debamos pedir a Dios la gracia necesaria para nuestra salvación, sino que, como dicen los textos arriba citados, ese mismo pedir nosotros la gracia divina es ya en nosotros un don de la misma gracia de Dios.

Ciertamente que el acto libre por el que la creatura se vuelve a su Creador se encuentra entre lo más perfecto que hay en la Creación, y por eso mismo no puede no ser ese mismo acto libre un don del Creador a la creatura racional.

Jamás se podrá tener una recta comprensión del misterio de la gracia de Dios si se insiste en contraponer la gracia divina a la libertad humana, y eso quiere decir, si se insiste en pensar que la intervención de Dios va en sentido contrario de la libertad de la respuesta de la creatura, en vez de ser precisamente lo que la potencia y la hace posible y efectiva en su misma libertad.

Como dice el Indiculus, en la Liturgia se pide a Dios que las personas crean, se conviertan, practiquen la justicia. No se le pide simplemente que las llame para que crean, se conviertan, etc., o que les proponga que crean y se conviertan, o que las haga capaces de creer, convertirse, etc., sino que se le pide que crean y que se conviertan.

Y esto no puede de ningún modo tener sentido si no es en la suposición de que se le está pidiendo a Dios que mueva eficazmente esas libertades para que libremente crean, se conviertan, practiquen la justicia, la solidaridad, etc., etc.

Y por eso es que de ningún modo tendría sentido dar gracias a Dios y alabarlo y glorificarlo porque las personas creen, se convierten, practican la justicia, la solidaridad, etc., si no fuese en el supuesto obviamente lógico de que ha sido el poder Omnipotente de la gracia divina el que ha movido eficazmente esas voluntades libres para que libremente crean, se conviertan, etc.

De aquí, de esta verdad revelada sobre la gracia de Dios, su necesidad y su eficacia, se siguen lógicamente la elección y la predestinación divinas, aún si no hubiesen sido, como hemos visto que lo son, reveladas por Dios para ser creídas.

Porque de ello se sigue inevitablemente que depende en última instancia de Dios, y no de nosotros, que llegue a nosotros ese don de Dios sin el cual no podemos ponernos en marcha hacia la vida eterna, y sin el cual tampoco podemos perseverar en ese camino hasta el fin, como es debido para que finalmente alcancemos la meta.

Porque, repetimos una vez más, cualquier atisbo de sombra de comienzo de acción en nosotros orientado a atraer hacia nosotros la mirada electiva y predestinadora divina supondría inevitablemente una previa libre y gratuita inclinación de Dios a nosotros, una gracia previa de Dios, libremente otorgada por Él, y no meramente como una capacidad dada por Dios abierta a distintos resultados posibles, sino más bien como aquello que hace que el resultado efectivo sea efectivamente bueno, porque no puede haber bien en nosotros que no tenga a Dios como su Causa Primera.  

De tal modo que inevitablemente, el movimiento electivo y predestinador no puede ser uno que va de nosotros a Dios, sino el que va de Dios a nosotros.

Y por eso no se puede poner lo definitivo y resolutorio de la elección y predestinación divinas en la respuesta libre que damos al llamado de la gracia, porque esa misma respuesta libre positiva no se da, simplemente, sino como fruto de una previa libre inclinación gratuita y amorosa de Dios sobre nosotros, lo cual quiere decir, recordemos, que lo resolutorio está en la gracia, y no en la libertad, porque nunca la libertad va a poder agregarle a la gracia algo que no proceda de la gracia misma, y nunca la gracia va a recibir nada de la libertad, de modo que es errado concebir esa gracia meramente como una capacidad que luego será usada o no por el hombre, el cual podría así eventualmente aportarle la perfección definitiva, en vez de recibirla de ella.

Por ello es que en esa previa y libre inclinación gratuita y amorosa de Dios sobre el hombre comienzan a ejecutarse, precisamente, la elección y predestinación divinas, ya definidas por tanto antes de toda respuesta libre del elegido y predestinado, que por el contrario las presupone.

Por eso la Escritura dice que es Dios, no nosotros, el que elige y predestina, y así lo dice el mismo Señor Jesucristo: “No me eligieron ustedes a mí, sino que Yo los elegí a ustedes” (Jn. 15, 16).

35 comentarios

  
Tulkas
A ver, Néstor, si citas a Trento tienes que decir de qué está hablando Trento.
Trento, cuando habla de “justificación” habla del Bautismo.
Ojo con eso, en Trento justificación=Bautismo, justificación = penitencia.

Nadie niega que la gracia sacramental sea intrínsecamente eficaz: yo no me puedo revestir de Cristo ni ser con Él sepultado, yo no puedo perdonarme los pecados, yo no puedo auto-darme el Don del Espíritu. Es Dios el que lo da, indefectiblemente en los Sacramentos adecuadamente recibidos.


Os gusta mezclar cosas y confundir, no mencionando que Trento establece una doctrina estrictamente Sacramental de la Gracia.

Si ligas Gracia y Sacramento no hay problema, si lo desligas, todo es problema.

Por eso Maritain hablaba de “tomistas ciclópeos”, porque vuestra opinión teológica funciona sólo en la parte del bien.

Lo que se critica como blasfemo es vuestra noción de los decretos negstivos, de la reprobación antecedente.

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Dice el Concilio de Trento en el Decreto sobre la Justificación, donde habla, no de la justificación misma, sino de la preparación a ella:

"D-798 Ahora bien, se disponen para la justicia misma [Can. 7 9] al tiempo que, excitados y ayudados de la divina gracia, concibiendo la fe por el oído [Rom. 10, 17], se mueven libremente hacia Dios, creyendo que es verdad lo que ha sido divinamente revelado y prometido [Can. 12-14] y, en primer lugar, que Dios, por medio de. su gracia, justifica al impío, por medio de la redención, que está en Cristo Jesús [Rom. 3, 24]; al tiempo que entendiendo que son pecadores, del temor de la divina justicia, del que son provechosamente sacudidos [Can. 8], pasan a la consideración de la divina misericordia, renacen a la esperanza, confiando que Dios ha de serles propicio por causa de Cristo, y empiezan a amarle como fuente de toda justicia y, por ende, se mueven contra los pecados por algún odio y detestación [Can. 9], esto es, por aquel arrepentimiento que es necesario tener antes del bautismo [Act. 2, 38] ; al tiempo, en fin, que se proponen recibir el bautismo , empezar nueva vida y guardar los divinos mandamientos. De esta disposición está escrito: A1 que se acerca a Dios, es menester que crea que existe y que es remunerador de los que le buscan [Hebr. 11, 6], y: Confía, hijo, tus pecados te son perdonados [Mt. 9, 2; Mc. 2, 5], y: El temor de Dios expele al pecado [Eccli. 1, 27], y: Haced penitencia y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para la remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo [Act. 2, 38], y también: Id, pues, y enseñad a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y, del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado [Mt. 28, 19], y en fin: Enderezad vuestros corazones al Señor [1 Reg. 7, 3]"

Por otra parte, efectivamente, en el "post" no he dicho una sola palabra acerca de lo que sucede con el que se condena, o sea, en la "línea del mal", de la que habla Maritain.

Pero lo que sí hay que decir en esa línea, es que la prioridad de la Libertad divina se ve ahí por el hecho innegable, afirmado por demás en los textos que he citado, y por si faltaba, en el título mismo del libro de Maritain al respecto, de que Dios permite el mal.

Porque nada puede ocurrir en lo creado que el Omnisciente y Omnipotente no quiera o permita.

Esa permisión divina del pecado es anterior, inevitablemente, al pecado mismo, el cual sin ella simplemente no puede ocurrir.

La asimetría entre el que se salva y el que se condena no está en el hecho de que ambos eventos no tengan como precondición algún acto de la Libertad divina, sino en el hecho de que sólo en el caso del que se salva ese acto es un acto de causación, mientras que en el caso del que se condena es un acto de permisión.

Por eso Maritan, siguiendo en esto a Marín - Solá, no puede menos que deformar la noción misma de la permisión divina, introduciendo su "moción divina rompible", y distinguiendo, ahí sí con Santo Tomás, entre la no consideración de la regla moral, que está en el origen de todo pecado, y el pecado mismo.

La cosa entonces funciona así para estos autores: 1) Dios da la moción rompible 2) La creatura efectivamente la rompe, no considerando la regla moral 3) Dios permite el pecado consiguiente de la creatura 4) La creatura peca.

La finalidad de este esquema es eliminar toda precondición última dada en la Libertad divina respecto del pecado de la creatura, dejando como absolutamente incondicionada a la libre no consideración de la regla moral por parte de ésta, la cual sería anterior a la permisión divina, y absolutamente independiente, por tanto, de toda decisión del Libre Albedrío de Dios.

Como "complicación" no está mal, pero el fallo fundamental de este esquema es que es claro que la misma no consideración de la regla moral por parte de la creatura debe ser permitida, sí o sí, por Dios. La permisión divina no puede ser condicionada por ningún fallo de la creatura, porque ese mismo fallo tiene necesariamente, como condición previa de posibilidad, la permisión por parte de Dios.

Si no se quiere hablar aquí de "permisión", usando el argumento de Maritain según el cual la no consideración de la regla moral no es todavía un pecado, que sería lo único que es permitido por Dios, y sin entrar ahora por mi parte en esa cuestión, de todos modos es evidente que Dios ha de decidir libremente, en todo caso, dejar que la creatura falle, o sea, en este caso, que "rompa" la moción divina. Porque es claro que si el Omnipotente se empeña, por así decir, en que la creatura no rompa algo, o no falle, simplemente ésta no rompe nada y no falla.

Y es claro entonces que no existe ninguna moción divina rompible o falible, porque si Dios debe permitir o dejar que ocurra esa "rotura" de su misma moción (cosa absurda por otra parte, que la creatura pueda "romper" una moción de Dios) es claro que no es que la moción divina falle, o sea rota, pues esa permisión o dejación divina no puede consistir sino en que Dios deja de mover a la creatura, ya que permitir o dejar que algo ocurra es no impedirlo, y Dios impide esa "rotura" de su moción simplemente continuando a mover a la creatura. Y entonces la moción divina no falla hasta Dios deja de mover, lo cual no constituye tampoco fallo alguno.

En efecto, la consideración de la regla moral es un acto de la creatura, y entonces, no puede no tener a Dios como Causa Primera.

Aplicando esto a la libre impenitencia final de la creatura, de la cual se sigue necesariamente la condenación eterna, resulta necesariamente que el decreto permisivo divino respecto de esa libre impenitencia final forma eternamente parte del plan de Dios. Y es por eso mismo que el gran don de la perseverancia final es como la corona y culminación de toda la serie de gracias que Dios decreta eternamente para los elegidos y predestinados.

Sobre el carácter supuestamente "blasfemo" de la tesis tomista, es de ver que los Papas, como muestro al comienzo del "post", han sostenido todo lo contrario.

Saludos cordiales.
19/05/21 10:39 AM
  
Tulkas
Y en fin, la predestinación ante praevisa merita no está definida como de Fe, la eficacia intrínseca de la gracia tampoco, la premoción física tampoco, la reprobación negativa tampoco, una noción indeterminada del libre albedrío que pueda actuar o no dadas las mismas circunstancias no está condenada.

Entonces, como llevo ya tiempo acusándoos, presentáis como de Fe una mera opinión de escuela teológica, cuyo sustrato esencial no es ni siquiera un dato revelado sino un aserto filosófico: “todo lo que se mueve es movido por otro”.

En este sentido, validáis lo que decía Gustavo Bueno: “cristianismo, judaísmo e islamismo tienen un Padre común: Aristóteles”.

Puse tb ptro artículo que resumía la controversia entre Maritain y Nicolas sobre los decretos negstivos, en la que éste terminó reconociendo que los términos elección y sobre todo no-elección SON ANÁLOGOS, en fin, que no sabemos lo que son, porque “maior est dissimilitudo semper”.

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En ningún momento he dicho que la predestinación ante praevisa merita, la eficacia intrínseca de la gracia, la premoción física, la reprobación negativa antecedente y la imposibilidad de una voluntad libre de la creatura que puestas todas las condiciones para obrar, pueda aún no hacerlo, en sentido compuesto, sean dogmas definidos por la Iglesia.

Lo que sí he dicho y digo es que son cosas que se siguen necesariamente de verdades de fe que o han sido definidas solemnemente por la Iglesia, o son parte del Magisterio ordinario y universal, que es infalible, de los Obispos.

Y que hace siglos vienen siendo enseñadas por la escuela tomista, la cual no solamente no ha recibido nunca la más mínima observación por parte del Magisterio de la Iglesia, sino que ha sido constantemente alabada por el mismo, llegando esa alabanza, como vemos por los textos citados en el "post", a las mismas doctrinas tomistas sobre la gracia y la predestinación.

El principio del que se derivan necesariamente esas tesis es que no hay ni puede haber la más mínima partícula de ser, verdad y bien en la creatura que no tenga por Causa Primera al Creador. La Creación, en efecto, es "ex nihilo" y eso quiere decir que no hay entidad alguna en la creatura que se presuponga a la acción de la Causa Primera o no proceda de esa acción divina.

Incluyendo por tanto el mismo acto libre de las creaturas racionales.

Este principio, o es una verdad de fe, o se sigue inmediatamente del dogma definido por el Concilio Vaticano I en su Constitución dogmática "Dei Filius":

"D-1805 5. Si alguno no confiesa que el mundo y todas las cosas que en él se contienen, espirituales y materiales, han sido producidas por Dios de la nada según toda su sustancia , o dijere que Dios no creó por libre voluntad, sino con la misma necesidad con que se ama necesariamente a sí mismo, o negare que el mundo ha sido creado para gloria de Dios, sea anatema."

En cuanto a la analogía, no puede consistir en aquello que deja a la filosofía y la teología sumidas en el agnosticismo, que no es cristiano ni católico. Santo Tomás enseña que por la analogía conocemos con verdad las perfecciones mismas que hay en Dios, sin conocer el modo divino de esas perfecciones. Eso nos permite razonar y sacar conclusiones verdaderas acerca de la Sabiduría, la Bondad, la Justicia, el Poder y el Amor en Dios, y de los atributos divinos en general, o sea, hacer teología.

Saludos cordiales.
19/05/21 11:45 AM
  
Luis Fernando
Tulkas, tu problema es que no crees en ningún tipo de decreto de predestinación. Ni positiva ni negativa ni de ninguna clase. Y eso sencilla y llanamente no es catolicismo.

Dura cosa es dar coces contra el aguijón.

A todo esto, a mí me da la real gana sostener con los dominicos que le pusieron en su sitio, que el cuentista e inventor de falsas teorías Molina es un hereje. De hecho, lo que la iglesia -en un error que puso a la inmensa mayoría de los fieles en las garras del semipelagianismo- no condenó, no era el molinismo sino una manipulación jesuita de sus textos. Manipulación que buscaba precisamente librarle de la condena. O sea, algo así como si a Lutero se le manipulan sus escritos solafideístas para que no se le pueda acusar de solafideísmo. Pero tan hereje es Lutero, condenado, como Molina, no condenado.

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No hubo error doctrinal en la decisión que la Iglesia tomó en la controversia "De Auxiliis", simplemente porque la decisión misma tampoco fue doctrinal, sino la mera prohibición a cada parte de acusar de herejía a la otra.

Es decir, fue en cierto sentido la decisión de no decidir, y ahí se puede discutir si no hubo efectivamente un error de tipo prudencial, pastoral, del cual no salvaguarda a la Iglesia la infalibilidad doctrinal.

Ciertamente que los únicos que festejaron la decisión no decisoria de la Iglesia fueron los molinistas, porque hasta ese momento eran los que veían venir sobre sí la nube de la condenación.

Obviamente que esa decisión de no decidir fue para ese momento y no compromete la posibilidad futura de que la Iglesia sí quiera decidir el punto algún día. Es decir, tampoco definió la Iglesia en esa instancia que ambas doctrinas sean ortodoxas. Eso se ve por la expresión "los Romanos Pontífices no han dado hasta ahora juicio sobre este sistema moliniano" que aparece en uno de los textos papales citados al comienzo del "post".

Saludos cordiales.
19/05/21 12:57 PM
  
Luis Fernando
No hubo error doctrinal en la decisión que la Iglesia tomó

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No he dicho tal cosa. Pero que hubo error -pastoral, prudencial o como se le quiera llamar-, vamos... sin el menor género de dudas. Y que las consecuencias de ese error son las que señalo en mi anterior comentario, es tan evidente que no hace falta ni argumentarlo.

Y en cuanto a la doctrina, insisto en que lo que presentaron finalmente los jesuitas/molinistas no eran las doctrinas de Molina. Eso no es discutible: ¡¡ES!!

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Es cierto, sin duda, que el hecho de no condenar al molinismo dejó a la teología católica en discusiones en un tema fundamental, y que ha sido ocasión para la proliferación de la mentalidad pelagiana o semipelagiana en muchos miembros de la Iglesia y en el mundo moderno.

Sin duda que no fue una decisión fácil, porque aparte de lo intrincado del tema, está el hecho de que la Compañía de Jesús era en ese momento el arma principal de la Iglesia ante el avance del protestantismo. Y ese argumento fue utilizado, de hecho, por los defensores de los molinistas.

Saludos cordiales.
19/05/21 1:26 PM
  
Néstor
Por otra parte, no hay otra posibilidad fuera del hecho de que la gracia divina eficaz lo sea intrínsecamente, o que necesite de algún aporte de la creatura para ser eficaz, porque eso sería una eficacia extrínseca de la gracia, en cuyo caso se llega necesariamente, digo, a negar que todo ser, bien y verdad que hay en la creatura tenga a Dios como Causa Primera.

Saludos cordiales.
19/05/21 2:02 PM
  
Luis Fernando
Con el permiso de Néstor, les recomiendo la lectura del último artículo de Wanderer.

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En ese texto de The Wanderer veo dos afirmaciones que, así nomás dichas y entendidas, son errores graves: 1) Que para algunos hombres es imposible alcanzar la salvación eterna 2) Que Cristo no murió por todos.

Dice en efecto:

"Podríamos decir que Evangelio es para todos, pero no todos son para el Evangelio, sencillamente porque no todos —y no sabemos por qué—, son capaces de seguirlo."

Y también:

"La Sangre de Cristo se derramó por muchos, pero no por todos los hombres, porque los elegidos son pocos, apenas un grupo pequeño de entre todos los llamados."

El Concilio de Quiersy, del que cité un pasaje en el "post", dice al contrario de esta segunda afirmación:

"D-319 Cap. 4. Como no hay, hubo o habrá hombre alguno cuya naturaleza no fuera asumida en él; así no hay, hubo o habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo Jesús Señor nuestro , aunque no todos sean redimidos por el misterio de su pasión. Ahora bien, que no todos sean redimidos por el misterio de su pasión, no mira a la magnitud y copiosidad del precio, sino a la parte de los infieles y de los que no creen con aquella fe que obra por la caridad [Gal. 5, 6]; porque la bebida de la humana salud, que está compuesta de nuestra flaqueza y de la virtud divina, tiene, ciertamente, en sí misma, virtud para aprovechar a todos, pero si no se bebe, no cura."

Y de hecho la Iglesia ha condenado esta tesis de Jansenio:

"D-1096 5. Es semipelagiano decir que Cristo murió o que derramó su sangre por todos los hombres absolutamente."

En cuanto a la primera afirmación, es declarada por Ibáñez y Mendoza ("La fe divina y católica de la Iglesia") "error en doctrina católica", refiriéndose al error jansenista condenado por Alejandro VIII:

"D-1295 5. Los paganos, judíos, herejes y los demás de esta laya, no reciben de Cristo absolutamente ningún influjo; y por lo tanto, de ahí se infiere rectamente que la voluntad está en ellos desnuda e inerme, sin gracia alguna suficiente."

Por supuesto que esa cuestión es independiente de la otra sobre el número grande o pequeño de los elegidos, como es diferente la gracia suficiente (de la que no he hablado en el "post") de la gracia eficaz (de la que sí he hablado).

Digo "así nomás dichas y entendidas", porque la primera afirmación podría tal vez salvarse con la distinción entre sentido compuesto y sentido dividido, o sea, que los que no reciben la gracia eficaz y no responden positivamente a la gracia suficiente pueden salvarse, porque tienen la gracia suficiente (sentido dividido), pero no es posible que considerados bajo ese aspecto de que rechazan la gracia suficiente se salven (sentido compuesto).

De todo ello el sabor algo elitista de ese artículo de The Wanderer, que no distingue, me parece, entre estado de gracia y madurez cristiana completa.

De hecho, el texto de Newman al que se refiere es de 1835. Newman se convirtió al catolicismo en 1845, y mientras fue anglicano su fervor religioso dependió en buena medida de su contacto con la doctrina calvinista de la predestinación.

Saludos cordiales.
19/05/21 2:03 PM
  
Vicente
El hombre debe acoger la gracia para salvarse.

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Y no puede acogerla sin ser movido a ello por la gracia de Dios.

Saludos cordiales.
19/05/21 2:15 PM
  
Néstor
Esto no quiere decir, claro, que no haya en el artículo de The Wanderer pasajes totalmente acertados, como éste:

"Pero hay otro derecho que también se reclama en los sectores religiosos con mucha fuerza aunque de un modo más discreto: el derecho universal a la salvación, porque pareciera que todos los hombres tiene derecho a salvarse y nada ni nadie —ni siquiera San Pedro— puede negarles la entrada al Cielo. Dios cometería un flagrante acto de discriminación si negara la felicidad eterna a un hombre por no estar bautizado, o por llevar una vida sexualmente desordenada, o por no participar del culto de la Iglesia, o por infringir cualquiera de los Diez Mandamientos. Y gritan por las plazas la frase evangélica: “Las prostitutas os precederán en el Reino de los Cielos”, sin aclarar, claro, que se trata de las prostitutas arrepentidas, como aquella que lavó con sus lágrimas los pies del Señor, y que precederán a los fariseos, aquellos que escondían detrás de sus ampulosidades religiosas la podredumbre de un sepulcro. La pretensión es, en definitiva, una suerte de apocatástasis de baja calidad, una apocatástisis berreta o cutre, que enfurecería a Orígenes."

Saludos cordiales.
19/05/21 3:02 PM
  
Alex
Luis Fernando:

"De hecho, lo que la iglesia -en un error que puso a la inmensa mayoría de los fieles en las garras del semipelagianismo- no condenó, no era el molinismo sino una manipulación jesuita de sus textos. Manipulación que buscaba precisamente librarle de la condena"

Discúlpeme, Sr Fernando, pero permítame que le matice esta declaración suya pues muestra una reconstrucción históricamente sesgada e imprecisa de los hechos acaecidos con respecto al molinismo y la polémica De Auxilis.

Lo que sucedió no fue que los jesuitas manipularan sus textos, lo que pasaba es que dichos textos contenían errores heterodoxos que por supuesto fueron ya denunciados desde comienzos de la polémica; pero los jesuitas reconocieron la presencia de dichas heterodoxias y, dado que aún así el molinismo había resultado atractivo para los de la Compañía, decidieron en su lugar reformularlo y buscar corregir dichas heterodoxias para así presentar una forma mucho más ortodoxa de la doctrina y que así resultase aceptable para la Iglesia.

Porque lo quiera usted o no, la iglesia no ha condenado nunca el molinismo y antes bien ha permitido siempre a sus fieles discutir libremente y con fidelidad a la recta doctrina sobre la misma. Decir que los molinistas son simplemente 'cuentistas e inventores de falsas teorías' es sencillamente incorrecto e irrespetuoso.

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El problema es que el molinismo, igual en esto que cualquier otra doctrina, no puede ser reformulado. Lo que se puede hacer es presentar otra doctrina en su lugar. Y efectivamente, el congruismo de Suárez y Belarmino es otra doctrina diferente, aunque también opuesta al tomismo en algún punto y también insuficiente, a juicio de muchos entre los que me encuentro, para expresar correctamente el misterio de la gracia y la libertad.

Las doctrinas son en esto como los números. El 5 no es un 4 modificado, pero sí se puede, claro, borrar el 4 que hay escrito en alguna parte y escribir un 5 en su lugar.

El molinismo sigue siendo hoy día lo que ha sido desde los tiempos de Molina, y por lo que Ud. dice, sería una gran pena, entonces, que la Iglesia no haya querido decidir entre tomismo y molinismo, si lo que fue sometido a su consideración no fue el molinismo.

Siendo más precisos, lo único que queda del molinismo en el congruismo es la negación de la gracia intrínsecamente eficaz y la consiguiente afirmación de la "ciencia media". Pero se afirma la predestinación "ante praevisa merita".

Una condenación, entonces, de la predestinación "post praevisa merita" del molinismo habría sido sin duda al menos un gran paso, que sin embargo no llegó a darse, si hacemos caso de lo que Ud. dice, por ese cambio de doctrina de parte de los jesuitas, que tuvo como efecto que no se condenase absolutamente nada.

Saludos cordiales.
19/05/21 3:23 PM
  
Oscar
Al final estos autodenominados tomistas, a su aire, parten de que Dios predestina a unos al cielo, porque Dios en su liberalidad ama a unos más que otros, y son los más amados los predestinados a la santidad. Le pregunté a otro blogero de por aquí, de estos autodenominados tomistas, a su aire, que yo no veía por ninguna parte que Judas fuera el menos amado de los discípulos, desde luego no menos amado que muchos no del círculo de Jesus, pero todo parece indicar que está en lo más hondo del infierno. Bueno, todavía estoy esperando a que me responda como se come lo de Judas en su autodenominado tomismo. Es decir, tal gran santo lo fue porque Dios lo amo más que a otro no tan santo, entonces a Judas no lo amo tanto como al resto de los discípulos, pero esto es falso. Jesus amo a Judas mucho más que a la mayoría de los hombres fuera de su círculo, pero pudiendo haber acabado en un altísimo grado de santidad como los otros, traicionó más a Jesus que otros no llamados a tan alto grado de santidad, por lo que acabo más hondo en el infierno.

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Pues no. El amor de Dios a las creaturas no es un mero sentimiento que no afecta en nada al amado. Dios no ama las cosas porque son buenas, sino que son buenas porque Dios las ama. Dice Santo Tomás que "amor Dei est creans et infundens bonitatem in rebus". El amor de Dios crea e infunde la bondad en las cosas (I, q. 20, a. 2, c).

Es cierto que el amor tiene por objeto la bondad de aquello que se ama, y en las creaturas consiste en la respuesta a un bien preexistente, pero no puede haber en la creatura bondad alguna que no proceda de Dios, y es claro que en ese comunicar el bien a la creatura es precisamente donde se realiza el amor de Dios por esa creatura. Por lo que nunca el amor divino por la creatura puede significar la respuesta de Dios a un bien preexistente en la creatura, sino al contrario: el don de ese mismo bien a la creatura.

Lo dice mucho mejor el mismo Santo Tomás, en la parte citada:

"Dios ama todo lo existente. Pues todo lo existente, por existir, es bueno; ya que el mismo ser de cualquier cosa es bueno, como también lo es cualquiera de sus perfecciones. Ya se demostró anteriormente que la voluntad de Dios es causa de todo. Así, es necesario que algo tenga ser o algún bien en tanto en cuanto es querido por Dios. Por lo tanto, Dios quiere algún bien para cada ser existente. Por eso, como amar no es más que desear el bien a alguien, resulta evidente que Dios ama todo lo existente.

Sin embargo, no ama como nosotros lo hacemos. Pues, como nuestra voluntad no causa la bondad de las cosas, sino que es movida por ella como por su objeto, nuestro amor, por el que queremos el bien para alguien, no causa su bondad. Sino que sucede al revés, es decir, su bondad, real o aparente, provoca el amor por el que queremos que conserve el bien que posee y alcance el que aún no tiene. A ello nos entregamos. Pero el amor de Dios infunde y crea la bondad en las cosas."

Tanta bondad tiene algo, cuanto lo ama Dios, porque amar es querer el bien del otro, pero el querer divino es Omnipotente: basta que Dios quiera mi bien (con Voluntad consecuente) para que yo lo tenga.

De donde los grados de efectiva perfección en las creaturas son los grados del amor de Dios por esas creaturas, no provocado por la bondad de las mismas, sino causante de esa bondad. Ha amado más al hombre que a todas las otras creaturas corpóreas, porque le ha dado una naturaleza más excelente, y no porque el hombre tenga una naturaleza más excelente.

Y entonces, es claro lo que pasa con los santos y los que no son santos o lo son menos. Dado que "el amor de Dios crea e infunde la bondad en las cosas", resulta que nadie sería mejor que otro, si Dios no lo hubiera amado más, que es el fundamento de la verdadera humildad cristiana, en armonía con aquello de San Pablo: "¿Qué tienes que no hayas recibido?"

Sin duda que al llamar a Judas al apostolado, Jesús lo amó más que a muchísimos seres humanos. Pero más aún lo habría amado si además le hubiese dado la gracia de la fidelidad. Sin duda que Judas podía rechazar esa gracia, como de hecho lo hizo finalmente, pero más aún lo habría amado el Señor si le hubiese dado la gracia, además, de no rechazar esa gracia, como sí se la dio a los otros Apóstoles, que por tanto, fueron más amados que Judas, y por eso fueron mejores que él, porque nunca tuvieron nada que no hubieran recibido.

Si Judas hubiese sido más amado por Dios que Pedro, por ejemplo, entonces ahí lo veríamos al pobre Pedro sacando pecho en el mejor estilo pelagiano y diciéndole a todo el mundo, incluido el mismo Dios, algo así: "Aprendan lo que es ser fiel en serio. Yo solito hice fructificar las migajas de gracia que el Señor tuvo a bien darme mejor que este otro infeliz que recibió más que yo. Bien yo, vamos Pedro todavía", etc.

Y eso es justamente lo que dice el molinismo: de dos personas que reciben exactamente la misma gracia de Dios, puede ocurrir que una se convierta y se salve, y la otra no.

A lo que siempre han respondido los tomistas, que entonces esa otra personas debe darse gracias a sí misma, no a Dios, por su conversión y su salvación. Porque en esa hipótesis Dios hizo exactamente lo mismo por ambos, la diferencia no viene de Dios, Él no tiene nada que ver con eso, la diferencia la hizo el que se salvó, y es él, entonces, el que debe ser alabado y bendecido por los siglos de los siglos, al menos por él mismo.

Saludos cordiales.
19/05/21 4:24 PM
  
Tulkas
“ Como "complicación" no está mal, pero el fallo fundamental de este esquema es que es claro que la misma no consideración de la regla moral por parte de la creatura debe ser permitida, sí o sí, por Dios. La permisión divina no puede ser condicionada por ningún fallo de la creatura, porque ese mismo fallo tiene necesariamente, como condición previa de posibilidad, la permisión por parte de Dios.

Si no se quiere hablar aquí de "permisión", usando el argumento de Maritain según el cual la no consideración de la regla moral no es todavía un pecado, que sería lo único que es permitido por Dios, y sin entrar ahora por mi parte en esa cuestión, de todos modos es evidente que Dios ha de decidir libremente, en todo caso, dejar que la creatura falle, o sea, en este caso, que "rompa" la moción divina. Porque es claro que si el Omnipotente se empeña, por así decir, en que la creatura no rompa algo, o no falle, simplemente ésta no rompe nada y no falla.”

Sí.
Yo no he leído a Maritsin directamente por no saber francés, pero, por supuesto que la “no consideración de la norma” está permitida por Dios en su mero acto creador, creando criaturas contingentes y con libre albedrío.
Y esta permisión creatural no implica decreto negativo predeterminante alguno.

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Pues no. La consideración de la norma moral es un acto de la inteligencia que tiene a Dios como Causa Primera Libre. Por tanto, la no consideración de la regla moral supone la libre decisión divina de no mover a la creatura racional a considerar la regla moral en ese caso preciso.

Saludos cordiales.
19/05/21 8:25 PM
  
Luis Fernando
Como Néstor ha respondido adecuadamente a las objeciones que me hizo Álex, no tengo nada más que añadir.
19/05/21 8:43 PM
  
Tulkas
Tengo que ir cachito a cachito porque no puedo explayarme más.

La tesis tomista mitigada (Marin Sola, Lawrence Feingold, Eudaldo Forment, Maritain) me parece defendible siempre y coherente con la Fe de la Iglesia sensu lato.

La tesis tomista estricta (Bañez, Billot, Nicolas -éste se retractó-) me parece defendible sólo en un contexto de discusión escolástica y en general incompatible con la Fe de la Iglesia sensu lato.

Esto está en consonancia con la solución De Auxiliis y con lo que Fernández dice en el trabajo arriba presentado sobre la predestinación “inventada” por san Agustín.

Este es mi punto de partida.

Por ejemplo:

Garrigou Lagrange: “Se encuentran entre los efectos de la reprobación: a)la permisión de los pecados que no serán perdonados, b)el rehusamiento divino de la gracia, c)la obcecación, d)el endurecimiento y en fin d) la pena de condenación.”

Lo cual nadie niega si por reprobación se entiende la consecuencia de la impenitencia; pero que está en contra de lo que confiesa la Iglesia, si la reprobación se entiende de manera negativa, incondicionada y antecedente, porque:

“ Si el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que viva y encuentre la dicha.” (Catecismo 30).

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En el texto atribuido a Garrigou - Lagrange que Ud. cita es claro que la reprobación incluye un acto divino que es lógicamente anteriores al pecado, el endurecimiento y la condenación del pecador, que es la permisión del pecado.

La Iglesia no ha condenado nunca la reprobación negativa antecedente de los tomistas, sino que los Papas, como hemos visto, alaban a los tomistas precisamente en su doctrina sobre la predestinación, lo cual sería un poco extraño si al mismo tiempo pensasen que la misma incluye herejías.

Tampoco se sigue esa condena del texto del Catecismo que Ud. cita, el cual no dice que ese llamamiento divino a todo hombre incluya siempre el don de la gracia eficaz para evitar el rechazo por parte del hombre.

Es claro, por el contrario, que si así fuese, nadie se condenaría.

Saludos cordiales.
19/05/21 9:56 PM
  
Tulkas
“ De hecho, el texto de Newman al que se refiere es de 1835. Newman se convirtió al catolicismo en 1845, y mientras fue anglicano su fervor religioso dependió en buena medida de su contacto con la doctrina calvinista de la predestinación. ”

Falso y calumnioso sobre un santo que NUNCA se retractó de sus sermones anglicanos y que republicó siendo católico.
En el sermón “Human responsability” , de los Sermones parroquiales anglicanos, rechaza no sólo la predestinación calvinista sino la agustiniana.

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Nada calumnioso. La primera conversión de Newman, cuando pasó a ser un anglicano fervoroso, fue por su contacto con la doctrina calvinista.

Dice en "Apologia pro vita sua":

"Cuando tenía quince años (en el otoño de 1816) se produjo en mí un gran cambio de pensamiento. Caí bajo las influencias de un credo definido, y recibí en mi intelecto impresiones del dogma, que, por la misericordia de Dios, nunca han sido borrados u oscurecidos. Arriba y más allá de las conversaciones y sermones del excelente hombre, muerto hace mucho tiempo, que era el medio humano de este comienzo de la fe divina en mí, fue el efecto de los libros que puso en mis manos, todos de la escuela de Calvino. Uno de los primeros libros que leí fue una obra de Romaine; No recuerdo el título ni el contenido, excepto una doctrina, que por supuesto que no incluyo entre las que creo que provienen de una fuente divina, verbigracia. la doctrina de la perseverancia final. Lo recibí de inmediato y creí que la conversión interior de la que era consciente (y de la que todavía estoy más seguro que de tener manos y pies) duraría hasta la próxima vida, y que fui elegido para la gloria eterna."

Habla aquí de la doctrina herética calvinista según la cual la verdadera fe no puede perderse, y es prueba indudable de elección y predestinación, lo cual va contra uno de los dogmas del Concilio de Trento que recojo precisamente en el "post".

Es claro que Newman ha debido abjurar de esta tesis herética antes de ser recibido en la Iglesia Católica, como se ve por lo que escribe ahí mismo, una vez ya convertido, que no la considera procedente de una fuente divina.

Saludos cordiales.
19/05/21 10:03 PM
  
Tulkas
Luis Fernando:

Sea.

Supongamos ahora unos seis mil millones de almas en la Tierra. Supuesta la predestinación, o todos son electos, o todos son no-electos o hay unos electos y otros no-electos.

Dos precisiones previas:
1-por predestinación aquí entiendo lo que Agustín: presciencia que tiene Dios de lo que Él va a hacer y provisión de los bienes que quiere dar
2-es irrelevante que podamos saber quién sea electo y quién no, asumo que no lo sabemos en absoluto.

Supuesto lo más probable, que haya electos y no-electos, y supuesto, como queréis, que esto esté predeterminado e irrevocable desde toda la eternidad de Dios, resulta que el abismo infranqueable que separaba a Lázaro de Epulón ya está ahora aquí presente, pero aún no visible: una rasgadura eterna entre dos humanidades separadas desde la eternidad, ahora y por toda la eternidad.
No sólo carece de sentido la esperanza, la oración, la caridad (qué caridad puede haber entre un electo y un no-electo??: ni mojar el dedo en agua...), sino por supuesto carece de sentido Cristo, la Encarnación, la Muerte y Resurrección, los Sacramentos y queda sólo en fin lo que decía san Agustín en De dono pers. si eres piadoso y crees, pero NO ERES DE LOS ELECTOS, certísimente dejarás de creer y te condenarás.

No. Yo en esto no creo y además me parece una blasfemia.

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Lo que pasa es que los que critican a San Agustín y a Santo Tomás no consideran las consecuencias de las otras posturas posibles.

También se quejan respecto de ellos de cosas que ellos sostienen junto con todos los doctores ortodoxos.

El texto que se atribuye ahí a San Agustín, por ejemplo, lo puede y debe afirmar igualmente un molinista. Porque si Dios no ha previsto con su "ciencia media" la perseverancia final de Fulano, y en consecuencia, no lo ha elegido para la vida eterna, eso no quiere decir que en sus misteriosos designios no lo haya elegido para la fe y el bautismo, y entonces, "ciertísimamente dejará de creer y se condenará".

Y es que de lo contrario habría que sostener la tesis herética de Calvino, condenada en el Concilio de Trento, según la cual el verdadero creyente no puede condenarse, y si se condena, no fue verdadero creyente nunca.

Hay que pensar en términos de tesis, es decir, afirmaciones y negaciones, de las cuales unas serán verdaderas y otras falsas, unas ortodoxas y otras heterodoxas, sin importar quién las profiera.

Saludos cordiales.
19/05/21 10:36 PM
  
Tulkas
Néstor:

En otro lugar escribías: “ Pero intrínsecamente eficaz e impedible, al mismo tiempo, es una simple contradicción que no se entiende de ningún modo.”

Bien, pues ése es precisamente el problema cuando se especula sobre la gracia desvinculándola de los Sacramentos.

Lo que dices en esa frase destroza toda la teología sacramental de la Iglesia. Por mantener un aserto lógico te cargas el edificio de la Fe.

Cualquier sacramento, el Bautismo, es una causa (instrumental) intrínsecamente eficaz en virtud de la acción de Cristo en el mismo Y perfectamente impedible.
Un simple pecado mortal cometido deliberadamente impide la eficacia de la misma Eucaristía.
Incluso para san Agustín es claro que el estado de cisma impide la eficacia del Bautismo.

Catecismo 1116 - Los Sacramentos, como fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo siempre vivo y vivificante, y como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, son las obras maestras de Dios en la nueva y eterna Alianza.

Catecismo 1127 - Son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo.

PERO

Catecismo 1128 - Los frutos de los Sacramentos dependen también de las disposiciones del que los recibe.

Catecismo 1310 - Para recibir la Confirmación es preciso hallarse en estado de gracia.

Concilio de Trento: “quienes callan conscientemente algunos pecados no están presentando ante la bondad divina nada que pueda ser perdonado”.

La moción rompible de Maritain o la gracia suficiente intrínscamente eficaz pero resistible de Marín Sola son un reflejo puro de la Fe Sacramental y de la Gracia Sacramental de la Iglesia: acto directo de Cristo en el Espíritu Santo perfectamente resistible y perfectamente malograble y rompible.


Lo otro, lo tuyo, es pura discusión semántica.

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Las gracias eficaces, al igual que las suficientes, son gracias actuales, y las gracias actuales son mociones divinas de la inteligencia o la voluntad de la creatura racional. Los Sacramentos no son mociones ni son gracias actuales, ni son tampoco gracias eficaces.

Es claro que los Sacramentos son eficaces, en los que no ponen obstáculos, pero eso no quiere decir que sean gracias actuales eficaces. Tanto tomistas como molinistas están de acuerdo en que la gracia actual eficaz nunca deja de ir acompañada de la correspondiente acción buena de la creatura, y en eso se diferencia de la eficacia de los sacramentos, que a veces no van acompañados del efecto que deberían producir, por las malas disposiciones del que los recibe.

En lo que difieren tomistas y molinistas es en el modo de explicar esa inseparabilidad entre la gracia eficaz y el acto bueno de la creatura: los tomistas por la eficacia intrínseca de la gracia, que mueve a la voluntad libre; los molinistas, por la infalibilidad de la "ciencia media", que ha previsto que la creatura, por su sola decisión, respondería positivamente a esa gracia, haciéndola eficaz (de lo cual se sigue, agrego, que es claro que en el molinismo la gracia eficaz, en tanto que eficaz, es gracia de la creatura, no de Dios).

La gracia sacramental es la gracia habitual o santificante. que no es una gracia actual, y de la cual no se dice que sea eficaz o suficiente. Es una cualidad estable del alma, no una moción transeúnte como la gracia actual.

Obviamente, la gracia sacramental actúa infaliblemente, supuestas las debidas condiciones en el sujeto, de lo contrario, no.

El Bautismo, por ejemplo, confiere la gracia habitual, santificante, que borra los pecados, pero el acto de arrepentimiento, que es necesario si se trata de un adulto que se bautiza, es obra de una gracia actual eficaz.

La gracia falible o rompible de Maritain y Marín - Solá es una gracia actual, no una gracia habitual ni tampoco por tanto una gracia sacramental. Obsérvese solamente que esa gracia rompible o falible debe explicar, en el sistema de estos autores, lo mismo que las gracias actuales eficaces o meramente suficientes deben explicar en otros sistemas: porqué este hombre decide convertirse y pedir el Bautismo, y aquel otro no.

Saludos cordiales.
19/05/21 11:55 PM
  
Tulkas
""D-798 Ahora bien, se disponen para la justicia misma [Can. 7 9] al tiempo que, excitados y ayudados de la divina gracia, concibiendo la fe por el oído [Rom. 10, 17], se mueven libremente hacia Dios, creyendo que es verdad lo que ha sido divinamente revelado y prometido [Can. 12-14] y, en primer lugar, que Dios, por medio de. su gracia, justifica al impío, por medio de la redención, que está en Cristo Jesús [Rom. 3, 24]; al tiempo que entendiendo que son pecadores, del temor de la divina justicia, del que son provechosamente sacudidos [Can. 8], pasan a la consideración de la divina misericordia, renacen a la esperanza, confiando que Dios ha de serles propicio por causa de Cristo, y empiezan a amarle como fuente de toda justicia y, por ende, se mueven contra los pecados por algún odio y detestación [Can. 9], esto es, por aquel arrepentimiento que es necesario tener antes del bautismo [Act. 2, 38] ; al tiempo, en fin, que se proponen recibir el bautismo , empezar nueva vida y guardar los divinos mandamientos. De esta disposición está escrito: A1 que se acerca a Dios, es menester que crea que existe y que es remunerador de los que le buscan [Hebr. 11, 6], y: Confía, hijo, tus pecados te son perdonados [Mt. 9, 2; Mc. 2, 5], y: El temor de Dios expele al pecado [Eccli. 1, 27], y: Haced penitencia y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para la remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo [Act. 2, 38], y también: Id, pues, y enseñad a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y, del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado [Mt. 28, 19], y en fin: Enderezad vuestros corazones al Señor [1 Reg. 7, 3]"

Si lo que quieres decir es que la preparación para la justificación (=BAUTISMO) es obra de la gracia, sí, está claro, nadie duda eso.

Pero puestos a citar, cita el Canon V, que a los predestinatarios se os suele olvidar:

"Declara además, que el principio de la misma justificación de los adultos se debe tomar de la gracia divina, que se les anticipa por Jesucristo: esto es, de su llamamiento, por el que son llamados sin mérito ninguno suyo; de suerte que los que eran enemigos de Dios por sus pecados, se dispongan por su gracia, que los excita y ayuda para convertirse a su propia justificación, asintiendo y cooperando libremente a la misma gracia; de modo que tocando Dios el corazón del hombre por la iluminación del Espíritu Santo, ni el mismo hombre deje de obrar alguna cosa, admitiendo aquella inspiración, PUES PUEDE DESECHARLA; ni sin embargo pueda moverse sin la gracia divina a la justificación en la presencia de Dios por sola su libre voluntad. De aquí es, que cuando se dice en las sagradas letras: Convertíos a mí, y me convertiré a vosotros; se nos avisa de nuestra libertad; y cuando respondemos: Conviértenos a ti, Señor, y seremos convertidos; confesamos que somos prevenidos por la divina gracia."

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Y nadie puede dudar tampoco de que la gracia que prepara para la recepción del Bautismo no puede ser la gracia bautismal.

En cuanto a que el Concilio de Trento afirma que el hombre puede desechar la gracia de Dios, eso es lo que siempre han afirmado los tomistas, pues así entienden la distinción entre la gracia actual eficaz y la gracia actual suficiente.

La gracia suficiente da la capacidad de obrar, pero no el obrar mismo, y por tanto, es perfectamente compatible con la no realización de la obra buena en cuestión.

En cuanto a la gracia eficaz, tanto tomistas como molinistas aceptan que nunca está separada, de hecho, de la obra buena correspondiente, y en ese sentido, que es infalible.

Por tanto, tanto molinistas como tomistas tienen que aceptar que bajo la gracia eficaz, nuestra voluntad tiene la capacidad de no hacer aquello a lo que esa gracia mueve, solamente en sentido dividido, no en sentido compuesto.

Saludos cordiales.
20/05/21 12:33 AM
  
Tulkas
Afirmo con los tomistas:

en la prevaricación de Adán permitió Dios el pecado para conocerlo, permitiéndolo predeterminó necesariamente que sucediese, dio a Adán gracia suficiente para hacerle reo del mismo y no le dio gracia eficaz para que no pecara.

Pero si diciendo esto no blasfemo, no sé qué es blasfemia.

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No lo afirma con los tomistas, porque ellos no afirman eso.

Dios no permite el pecado para conocerlo, lo permite porque sabe que puede sacar de él un bien mayor, que al final redundará en su Gloria, que es el fin al que Dios ordena todo lo que sucede en la creación, como permitió la crucifixión de Nuestro Señor.

El "predeterminó necesariamente" tampoco, porque el predeterminar es un acto libre que Dios puede realizar o no realizar.

Además, no hay una "premoción física" ni predeterminación divina al pecado como tal, sino solamente a lo que en el acto del pecado hay de ser y de bien, y por tanto, de no pecaminoso.

La gracia suficiente no es para hacer al hombre reo del pecado, sino para hacerlo capaz de no pecar.

Trate de no endilgar a los demás blasfemias que ellos no han proferido.

Saludos cordiales.
20/05/21 8:01 AM
  
Tulkas
Un problema muy grave es que cuando un tomista duro habla de voluntad antecedente y consecuente usa los mismos términos que Damasceno (y la Iglesia) pero no en el mismo sentido. Recomiendo Concordia Disputa I punto 9, pero lo nuclear del asunto es que para Damasceno la voluntad primariamente operante en las criaturas es la antecedente, mientras que para los predestinatarios esta voluntad es perfectamente inoperante.

Dice Damasceno: “ Por ello, es una voluntad doble: la primera es dispensadora e instructora de nuestra salvación; la segunda abandona ya sin esperanzas al pecador a su castigo final”.

Es la voluntad antecedente la que es operativa, mediante dispensación e instrucción, en la criatura; mientras que la voluntad consecuente NO es operstiva ni causa de nada.
Los predestinatarios por fuerza se oponen a Damasceno aunque usen sus mismas palabras, haciendo INOPERATIVA la voluntad antecedente.

Por eso, en boca de un predestinatario la distinción entre una y otra carece de contenido, al carecer de operación en las criaturas la primera; y carece de sentido pedir “fiat voluntas tua” porque se referiría a una voluntad inoperativa que simplemente no puede hacerse en la criatura o que ya está hecha ab aeterno (presupuesta la elección / no elección). Habría una tercera solución, que la petición fiat voluntas tua, entendida como de salvación, sea aplicable sólo a los electos (De dono persev.) lo cual es, sí, una blasfemia.

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Ud. yerra al equiparar la doctrina del Damasceno, que no es infalible, con la de la Iglesia. En todo caso, si Santo Tomás le dio a la distinción entre Voluntad divina antecedente y Voluntad divina consecuente un empleo mejor que el que hizo de ella el Damasceno, bien por él.

Sin duda que la Voluntad divina antecedente, en el tomismo auténtico, no es operativa, pero no esta escrito en ninguna parte que la voluntad deba ser operativa en absolutamente todas sus formas de querer.

Cuando se le pide a Dios algo bueno, que se sabe que en general Dios quiere, hay dos posibilidades: que lo quiera con Voluntad solamente antecedente, o también consecuente. En el primer caso, eso que se pide no se va a obtener. En el segundo sí, y eso no hace inútil a la oración, porque en ese caso lo que está decidido "ab aeterno" es que esa gracia se obtenga precisamente mediante esa oración.

Esto también es así en el molinismo, obviamente, porque tampoco para Molina la oración puede cambiar la Voluntad eterna de Dios.

Y eso es independiente de la elección o no para la bienaventuranza eterna, porque es claro que Dios también puede dar y da la fe y la gracia a los no elegidos, y escucha a veces sus oraciones, a los cuales no da en todo caso la gracia de la perseverancia final.

Saludos cordiales.
20/05/21 9:38 AM
  
Tulkas
Y es la causa que los predestinatarios contradicen al Damasceno cuando afirma:

"God’s foreknowledge, as a power, does not have its cause from us; but His foreknowing of what we are certainly going to do, that DOES have its cause from us. ”

Los predestinatarios afirman que el preconocimiento que Dios tiene de lo que va a suceder NO tiene su causa en nosotros, SINO en Dios mismo, porque Dios conoce lo contingente únicamente porque es fruto de su acción causal.

classicalchristianity.com/2011/04/03/on-election-foreknowledge/

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Más allá de cómo deba interpretarse esa afirmación del Damasceno en su contexto, así como está dicha y suena efectivamente es errónea.

Nada puede determinar a Dios o causar algo en Dios. Dios es el Incausado.

Dios no puede depender de nada, sino que todo depende de Él.

Es el dilema que constantemente pone Garrigou-Lagrange a los molinistas: Dios determinante o determinado, no hay otra posibilidad, y la segunda es evidentemente absurda.

Y ciertamente, en el molinismo Dios es determinado por la creatura, pues mediante la "ciencia media" recibe de ella, que se la envía desde el mundo de los futuribles, información acerca de lo que la creatura haría en tales y tales circunstancias y con tales y tales gracias.

Saludos cordiales.
20/05/21 9:53 AM
  
Federico María
Para que conste que el pensamiento del gran Báñez no ha perdido "actualidad" en el mundo académico y que la escuela tomista sigue dando mucho de sí: el buen P. David Torrijos-Castrillejo, hace muy poco, ha publicado una traducción castellana (entiendo que es la primera) de los opúsculos de Báñez sobre la gracia (en el contexto de la Controversia "De Auxiliis"): entre ellos, por ejemplo, su excelente "Tratado sobre la verdadera y legítima concordia..." (pues la de Molina, en el fondo, no "concuerda" nada) y también una muy buena réplica de Báñez a un memorial de Suárez.
20/05/21 3:40 PM
  
Federico María
Permítame, Néstor, referir un excelente pasaje en plena sintonía con lo que tan bien ha expuesto:

«Se dice que el tomista debe abandonar su doctrina cuando entra en su oratorio. Por el contrario, es en sus momentos de insubordinación y de orgullo cuando olvida su doctrina de la subordinación de las causas. Vuelto de toda ilusión, debe decirse que por sí mismo no es nada. El apóstol Pedro, que tenía primero cierta confianza en sus propias fuerzas, experimentó su flaqueza y aprendió a poner toda su confianza en la gracia de Dios. Gran ilusión sería pensar que lo mejor que hay en nosotros y en el orden de la salvación, el buen uso de nuestra libertad y de la gracia, nuestra libre determinación, es obra exclusivamente nuestra sin venir de Dios. ¿Cómo podría haber dicho san Pablo, Gratia Dei sum id quod sum, por la gracia de Dios y no por mis débiles fuerzas soy yo lo que soy? ¿Cómo podría el alma cristiana decir sinceramente que por sí misma no es nada? Esta alma, interrogada sobre la conciliación de la eficacia de la gracia y del libre albedrío, muchas veces no podría expresarse; pero si se le ocurre responder en sentido molinista es por ser inhábil para hallar las palabras que harían más profundo su pensamiento. En realidad, en los momentos en que ora, el molinista piensa como nosotros que es un antiguo sueño absurdo creer que somos o hacemos algún bien por nosotros mismos independientemente de Dios. ¿Qué dice la plegaria del publicano? Por nosotros mismos no somos nada, si suprimimos en nosotros mismos lo que hemos recibido de Dios y lo que no cesa de conservar en nosotros en todo el rigor de los términos sin metáfora ninguna, no queda nada. El rayo de sol sólo es luminoso por la luz que el sol le envía; abandonado a sí mismo retorna a las tinieblas. Así, por nosotros mismos, nosotros retornamos a la nada. «¿Qué tenemos que no hayamos recibido?» pregunta san Pablo. ¿Cómo nuestra libre determinación podría ser obra exclusivamente nuestra? ¿Cómo podría depender únicamente de nosotros el que la gracia de Dios se haga eficaz o estéril? Por nosotros mismos somos menos que nada, porque nuestra defectibilidad nos lleva a caer, y el pecado es inferior a la misma nada, como el error lo es a la ausencia de consideración o examen: «non sufficientes sumus cogitare aliquid a nobis, quasi ex nobis, sed sufficientia nostra ex Deo est» (2 Cor, 3, 5). [...] San Agustín y santo Tomás, en las horas de oración y adoración, ¿habrían sido también "humildes molinistas"? La humildad no consiste en disminuir la gloria de Dios, ni su soberano dominio, sino en reconocer nuestra nada delante de Él» (Réginald Garrigou-Lagrange, O.P.).

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Excelente. Pedir a Dios que no nos deje caer en la tentación es abandonar el molinismo. La oración molinista debería decir: "Dame aquella gracia con la cual yo pueda caer o no en la tentación según mi voluntad".

Muchas gracias y saludos cordiales.
20/05/21 5:52 PM
  
sofía
Ante el hecho de que unos acepten la gracia de Dios y se salven y otros no, contesta usted: "entonces esa otra personas debe darse gracias a sí misma, no a Dios, por su conversión y su salvación. Porque en esa hipótesis Dios hizo exactamente lo mismo por ambos, la diferencia no viene de Dios, Él no tiene nada que ver con eso, la diferencia la hizo el que se salvó, y es él, entonces, el que debe ser alabado y bendecido por los siglos de los siglos, al menos por él mismo."

Su razonamiento no parece adecuado, por varias razones:

1.- Aunque Dios hubiera hecho exactamente lo mismo por ambos, si uno acepta la gracia y la salvación y el otro no, el que se salva debe su salvación exclusivamente a Dios, que es el autor de la salvación y el que no se salva debe su condena a no haber querido aceptar la salvación de Dios - que podría haber aceptado.
Ningún mérito por parte del que se salva, pero sí culpa por parte del que rechaza la salvación.

2.- Dios no tiene por qué hacer lo mismo por ambos y sin embargo amarlos a los dos, a cada uno como quien es, de forma diferente, porque somos todos distintos y Dios que es Amor, puede llenar con su amor lo mismo un dedal que un tonel, si no se empeñan en llenarse de piedrecitas que no dejen sitio. Y esas piedras no suponen un límite a la omnipotencia divina ni a la libertad divina porque es Dios quien en su omnipotencia y su libertad ha decidido que a quien quiera llenarse de piedras le dejará hacerlo. O que pondrá ante nosotros la muerte y la vida y nos dejará elegir, como dicen las Escrituras.

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Como aquí vienen argumentos, y no meras afirmaciones o acusaciones, voy a contestar, obviamente que sólo a la parte de los argumentos.

En primer lugar, no entiendo su lógica, porque el que se salva, en la hipótesis molinista, no debe su salvación exclusivamente a Dios, ya que Dios, en esa hipótesis, hace lo mismo por ambos, y entonces, si la salvación se debiese exclusivamente a Dios, ambos se deberían salvar.

Además, la cuestión no es si la salvación se debe exclusivamente a Dios o no, sino si hay algo en la salvación que se deba exclusivamente al hombre.

En la hipótesis molinista es claro que sí, porque lo que hace la diferencia entre el que se salva y el que no se salva, en esa hipótesis, es algo que el que se salva hace, y Dios no hace.

Por tanto, en esa hipótesis Dios no interviene en lo esencial de la salvación, en lo que hace la diferencia entre el que se salva y el que no se salva.

Por eso es totalmente lógico decir que el que se salva, en la tesis molinista, debe darse gracias a sí mismo, no a Dios.

A Dios puede darle gracias por haber puesto las condiciones necesarias para la salvación, pero la salvación misma es obra del que se salva, no de Dios, y ahí entonces las acciones de gracias corresponden al que se salva, no a Dios, que no ha hecho la diferencia entre el que se salva y el que no se salva.

Dicho de otra manera, las mismas gracias a Dios deben dar, en esa tesis, el que se salva y el que se condena.

En esa tesis, Dios no es el que salva, sino el que hace posible que el hombre se salve. Porque si Dios salva, la salvación es algo que Dios hace, por lo cual el hombre es salvado, y entonces, como en esta tesis Dios hace lo mismo porque el que salva y el que no, en realidad deberían salvarse ambos.

En cuanto a que Dios no tiene porqué hacer lo mismo por ambos, sin duda, pero es que la tesis molinista, que critico, dice que sí, que haciendo Dios lo mismo por ambos, uno se salva y el otro no.

Obviamente que Dios puede llenar tanto un dedal como un tonel, y ambos estarán igualmente llenos, pero a esos los ha amado Dios más que a los que no ha llenado.

Y justamente, si Dios deja llenarse de piedras al que quiere hacerlo, es porque puede impedirlo, y como la primer piedra es justamente querer llenarse de piedras, Dios puede hacer que quiera otra cosa, en cuyo caso lo estará amando más.

En realidad, querer llenarse de piedras es la única piedra real, porque el pecado está en la voluntad. Y entonces, si Dios deja a algunos llenarse de piedras, es porque puede impedirlo, moviendo su voluntad al bien, y por tanto, amándolo más que a aquellos cuyas voluntades no mueve de ese modo.

Recordemos que el Concilio de Trento habla del libre albedrío humano "movido y excitado por Dios".

Saludos cordiales.
21/05/21 12:59 AM
  
Ecclesiam
Sólo a la luz de la doctrina de Pablo, Agustín y Tomás se puede rezar esta bellísima plegaria eucarística que rezamos todos los días en la Santa Misa:

Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus servidores
y de toda tu familia santa;
ordena en tu paz nuestros días,
líbranos de la condenación eterna
y cuéntanos entre tus elegidos
.

Porque sólo en la certeza de que Dios tiene poder para salvarnos tiene fundamento nuestra esperanza de que vivamos en su paz nuestros días, nos libre de la condenación eterna y estemos contados entre sus elegidos.

«Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre».
Juan 10, 28-29

«Yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel Día»
II Timoteo 1, 12

«Al que es poderoso para guardaros sin pecado y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder desde siempre, ahora y por los siglos de los siglos. Amén».
Judas 1, 24-25

A Dios gracias por este post. Y también gracias a usted estimado Néstor.

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Muchas gracias y saludos cordiales.
21/05/21 1:59 AM
  
Federico María
Además, Tulkas, le aviso que santo Tomás y los tomistas conocían a las Padres mejor que Ud., y mejor que los molinistas.

Todo el final de la Apología de Báñez está dedicado a explicar in extenso todos los testimonios traídos por Molina en su Concordia: testimonios que, cuando no son de autores heterodoxos o dudosos, son malinterpretados... Molina le da, por ejemplo, un lugar muy destacado entre las "autoridades" al que dice ser san Justino, y en realidad no es sino un autor pelagiano (¡oh coincidencia!) ignoto.

Lemos y del Prado también se ocupan de explicar esas afirmaciones patrísticas: cómo no dicen otra cosa que lo que dice santo Tomás.

Y en todo caso los tomistas decimos que no todo lo contingente es conocido por Dios en cuanto causado: pues el pecado, que es contingente, no es así conocido por Dios, sino en su decreto permisivo antecedente (que, obviamente, no es causal respecto del pecado). Y entonces el pecado, que es en sí contingente, y es pre-conocido por Dios, sí que tiene su causa (y primera) en nosotros. De modo que, por favor, si quiere que se atienda a sus comentarios, debería comenzar por estudiar lo que en verdad dice el tomismo, que no es otra cosa que lo que dice san Agustín y lo que dice la fe católica.
21/05/21 2:53 AM
  
sofía
Gracias por contestar.
Le explico mi lógica y a ver si consigo entender la suya:

La hipótesis de que ofreciendo Dios la misma gracia uno pueda rechazarla y otro no, no es obligatoriamente molinista, eso lo sostienen tomistas como Marín-Sola y Maritain - los bañecianos no son los únicos tomistas. Por tanto prescindo de lo que suponga la etiqueta de "molinismo" y me centro en el argumento en sí mismo sin importar quién lo diga - en este caso yo misma:

La salvación viene exclusivamente de Dios y no rechazarla no es hacer ninguna aportación por parte del hombre, es Dios el autor de la salvación. Es decir, no hay nada en la salvación que se deba exclusivamente al hombre, cero patatero. El agradecimiento es todo para Dios.

El que la rechaza sí hace algo: rechazarla, poner obstáculos y de ahí que luego se siga que si no se salva es por su propia culpa. No puede agradecer la salvación puesto que ha sido un desagradecido y la ha rechazado.

En cuanto a la diferencia de tamaño de los recipientes, creo que no me ha entendido usted la comparación. El Amor de Dios es plenitud para ambos, para el dedal y para el tonel. Que cabe más en el tonel, pues sí, pero la plenitud del recipiente es la misma. Somos todos distintos y Dios nos quiere a cada cual como cada cual.
Lo único que impide esa plenitud es la decisión humana de meter piedrecitas ya sea en el tonel o en el dedal. Por parte de Dios la plenitud del Amor es inmutable, llena dedales y toneles - si se dejan llenar, porque esa es Su Voluntad respetar el libre albedrío de quien decida que quiere meter piedras en vez de dejarse llenar.

Por otra parte ya sé que usted no está conforme ni con Maritain ni con Marín-Sola ni con lo que dicen comentaristas como Tulkas, Jesús de Andalucía, Pepito etc que han comentado en otros posts sobre este tema, pero la cuestión es que quede claro que el bañecianismo no hay por qué aceptarlo, pues son posibles otras posiciones sobre esta controversia en la Iglesia Católica. Por muy lógicas que les parezcan a ustedes sus deducciones no tienen por qué parecernoslo a nosotros si no nos lo parecen.
Creo que es muy importante que se deje claro eso - aunque pueda parecer insultante, no lo es ni pretende serlo: es simplemente preocupación por lo que es realmente doctrina segura y temor al escándalo ante una determinada visión doblepredestinacionista de Dios que no es dogma pero a veces parece que se presenta como tal.

Despedida cordial

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Es claro que la tesis de Marín - Solá y Maritain es una innovación respecto del tomismo tradicional, mientras que la tesis según la cual con la misma gracia de Dios uno puede convertirse y el otro no es clásicamente molinista. Justamente, en sus teorías esos dos autores se acercan en parte al molinismo, aunque sustituyen la "ciencia media" molinista por una especie de "ciencia desde la Eternidad" que viene a decir que Dios recibe información de la creatura, enviada no desde el mundo de los futuribles, como en el molinismo, sino desde la existencia actual de las cosas creadas.

Con solamente la salvación que viene de Dios y el no rechazo de la misma por parte del que se salva la pintura queda incompleta, porque entonces parece que el que se salva no hace nada, lo cual es sin duda falso.

Si miramos la vida de un San Pablo o una Santa Teresa de Jesús, por ejemplo, vemos muchas acciones positivas como integrantes de su santidad, hicieron mucho más que "no rechazar" en sus vidas.

Ahora bien, lo que hace el que se salva, o lo tiene exclusivamente a él por causa, y estamos en el molinismo, donde hay algo de ser, verdad y bien en la creatura que no viene de Dios, y donde por tanto la creatura sólo debe agradecerse a sí misma por ese ser, esa verdad y ese bien, y por su salvación, pues no nos salvamos por la fe sin las obras, y aquí las obras proceden exclusivamente del que se salva, o tiene a Dios por Causa Primera, y estamos en el tomismo auténtico, el de Báñez y tantos otros tomistas.

Lo que dicen Marín - Solá y Maritain es que si la creatura rechaza, rompe, la moción divina falible y rompible, entonces ahí queda la cosa, y si no lo hace, entonces Dios le da la moción "irrompible", es decir, la gracia de Dios mueve infaliblemente a la voluntad humana a realizar las buenas obras correspondientes.

Ahí se separan del molinismo, porque admiten la "premoción física", sólo que condicionada al no rechazo por parte de la creatura. Mientras que el tomismo auténtico sostiene que la premoción física es precisamente la que impide ese rechazo de la gracia.

Porque el problema sigue siendo el mismo: Dios puede impedir que la creatura rompa la moción "rompible". Para que dicha rotura ocurra, entonces, tiene que haber una previa decisión divina de no impedirlo.

Y eso quiere decir que finalmente la creatura no puede romper la moción divina, porque Dios impide la rotura de su moción simplemente continuando a mover, y como es Omnipotente, eso no le cuesta el menor esfuerzo.

Por tanto, cuando la "rotura" se da, no es rotura, ese que Dios ha decidido (desde la Eternidad, obviamente) dejar de mover.

Que Dios "respeta nuestra libertad" puede querer decir dos cosas 1) Que nos mueve a la realización de actos libres, conformes con nuestra naturaleza de seres racionales 2) Que Dios no mueve nuestra voluntad. Pero esto último no es respetar la libertad sino aniquilarla, porque nada se mueve, ni en forma libre ni en forma no libre, si no tiene al Primer Motor divino como Causa Primera de ese movimiento.

Daría lo mismo decir que para respetar nuestro ser Dios no nos crea "ex nihilo" y nos deja por tanto en el mundo de los puros posibles.

El problema con el dedal y el tonel, tal como Ud. los explica, es que no vienen a lo que estamos discutiendo, o dan la razón a Santo Tomás. Lo que él dice es que nadie sería mejor que otro si Dios no lo hubiese amado más.

En el caso del dedal y el tonel ¿alguno es mejor que el otro? Si decimos que sí, es evidentemente porque el tonel contiene más bondad que el dedal, y es evidente en ese caso que ha recibido más de Dios, y que por tanto, Dios lo ha amado más, porque el amor de Dios infunde el bien en las cosas amadas por Él, de donde a mayor bien, mayor infusión de bien, y por tanto, mayor amor.

Si decimos que no, que Dios ama igualmente a ambos porque ambos están llenos, entonces nos salimos de la cuestión, que es qué pasa cuando uno es mejor que otro, tiene más bondad que otro bajo el aspecto que sea.

Y finalmente, lo que decimos los tomistas es que nuestra tesis, por lo menos, se sigue muy inmediatamente de grandes y centrales verdades de fe, de modo que sin duda que nadie está obligado a ser tomista en este punto, al no haber resuelto la Iglesia dogmáticamente la cuestión hasta ahora, pero tampoco alcanza con la voluntad de no ser tomista para criticar al tomismo: hay que tener argumentos concluyentes, que es lo que hasta ahora los tomistas no hemos encontrado en los adversarios.

Saludos cordiales.
21/05/21 4:24 AM
  
Luis Fernando
Como cite Romanos 9, a alguno le puede dar un síncope, 😎

21/05/21 4:27 AM
  
sofía
Maritain y Marín Solá son tomistas, no molinistas. Otra cosa es que consideren innecesarias ciertas ideas bañecianas para combatir el molinismo. Pero la etiqueta es lo de menos porque estamos tratando del contenido.
Como dice usted: Lo que dicen Marín - Solá y Maritain es que si la creatura rechaza, rompe, la moción divina falible y rompible, entonces ahí queda la cosa, y si no lo hace, entonces Dios le da la moción "irrompible", es decir, la gracia de Dios mueve infaliblemente a la voluntad humana a realizar las buenas obras correspondientes.

Pero no se sigue de ahí el problema que usted cree que se plantea, porque efectivamente Dios ha decidido porque es Su Voluntad que esa moción sea rompible, permitir que se pueda romper. Lo que no significa que esté obligada a romperse sino que puede romperse o no. Es Dios el que decide dar mociones rompibles a todos los seres humanos y que unos la rompan y otras no hagan nada por romperlas.

Por supuesto que después en un segundo momento sí hacen algo los que no han roto esa moción, porque la gracia sigue su curso, pero en principio se limitan a no hacer nada por impedirla. Los que sí hacen algo son los que sí la impiden y de ahí su responsabilidad y su culpa al impedirlo.

A partir de ahí unos responderán a unas gracias y otros a otras y unos se dedicarán a unas obras y otros a otras - ni usted ni yo somos San Pablo ni Santa Teresa (ni tampoco San Pablo es Santa Teresa), pues claro ¿Y?
Cada cual es cada cual y no otro.

Respecto al dedal y el tonel que no son del tema según parece, yo solo quería expresar que me parece que empequeñecen a Dios y lo humanizan cuando hablan del amor de Dios. Dios es Amor Infinito. Dedicarse a comparar un dedal de amor infinito con un tonel de amor infinito es ridículo. Simplemente se da por sentado que se puede ser dedal o tonel y lo mismo da lo que uno sea, si se deja llenar de Dios en vez de llenarse de piedrecitas.

Tiene usted razón cuando dice que no estamos obligados a ser tomistas en este punto (y menos aún a serlo en su versión bañeciana pura en vez de en otra cualquiera de sus versiones). Y está en su derecho al decir que no le convencen Marín Solá o Maritain. Pero es que a otros nos convencen más los argumentos de ellos que los de ustedes, con el mismo derecho.
Y lo importante es dejar claro que no estamos obligados a que nos convenzan sus argumentos, aunque pudiera tener usted toda la razón, que a mí no me lo parece.

Saludos cordiales

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En cuanto a si la voluntad creada hace algo o no en la consideración o no consideración de la regla moral, hay que tener presente ante todo que la libertad de ejercicio es la libertad de elección que consiste en la capacidad de querer o no querer algo, es decir, de poner un acto positivo de la voluntad, o de no ponerlo.

Si en la consideración de la regla moral, por tanto, la voluntad pone un acto positivo, en la no consideración de la regla moral no pone acto alguno, y viceversa, si en la consideración de la regla moral no pone acto alguno, en la no consideración de la regla moral sí lo hace. En cualquier caso está eligiendo considerar o no considerar.

Y entonces, siempre ese acto positivo de la voluntad creada va a tener a Dios como Causa Primera, de modo que la no posición de ese acto por parte de la voluntad creada va a suponer la libre decisión divina de no causar ese acto. Y entonces la Libertad divina va a ser la condición previa (no en ambos casos la causa) tanto en la línea del bien como en la del mal.

Y no se puede responder que Dios causa ese acto positivo de la voluntad dando una moción falible que la creatura interrumpe o deja de interrumpir, porque estamos hablando justamente del acto positivo de la voluntad por el que la creatura interrumpe o deja de interrumpir la moción divina, y entonces entraríamos en un retroceso al infinito: para que la creatura interrumpa o deje de interrumpir la moción divina haría falta previamente otra moción divina que la creatura podría interrumpir o no, para lo cual haría falta otra moción divina que la creatura pudiese interrumpir o no, y así "in infinitum".

En cuanto al dedal y el tonel, no dejarse llenar de piedras es algo bueno, que por tanto, tiene a Dios como Causa Primera, de modo que para que la creatura decida dejarse llenar de piedras hace falta que previamente Dios elija no causar en ella la decisión de no dejarse llenar de piedras.

Es claro que Dios ama más a la creatura en la cual causa la decisión de no dejarse llenar de piedras, que a aquella en la que no causa tal decisión.

Y si se dice que para esa decisión Dios da solamente una moción falible o rompible, entonces volvemos al argumento anterior: algún acto positivo de la voluntad va a tener que tener lugar en esa elección de la creatura de romper o no romper la moción divina, ese acto positivo de la voluntad creada va a tener a Dios como Causa Primera, de modo que la no posición de ese acto va a suponer la previa libre determinación divina de no causarlo, y nuevamente la Libertad divina va a ser la condición última de todo, aunque no cause todo, sino solamente lo bueno; y si se quiere que la causalidad divina de ese acto positivo de la voluntad a su vez consista en dar otra moción falible, se entra en un retroceso al infinito.

Por tanto, decir que la permisión divina de la rotura de la moción divina consiste en que Dios deja que la creatura rompa o no rompa esa moción, o bien implica que Dios no causa nada tanto si la creatura rompe la moción como si no la rompe, o no.

En el primer caso, no habrá entonces ningún acto positivo de la voluntad creada ni en la ruptura ni en la no ruptura de la moción divina, porque tal acto positivo no puede no ser causado por Dios. Pero eso va contra la noción de "libertad de ejercicio", porque no hay ni tiene sentido una libertad de ejercicio que consista en la libertad de no querer o no querer.

En el segundo caso se reconoce que hay un hacer positivo de la voluntad creada sea en la ruptura sea en la no ruptura de la moción divina, el cual, por tanto, tiene a Dios como Causa primera, y así sigue todo el razonamiento anterior: la no posición de ese acto por parte de la creatura supone la libre decisión divina previa de no causar ese acto, y por tanto, en ambos casos la Libertad divina es la condición previa última, aunque no sea la causa en ambos casos, y si se quiere explicar esa causalidad divina por medio de una moción divina falible, se entra en un retroceso al infinito.

Saludos cordiales.
21/05/21 6:48 PM
  
sofía
El dedal y el tonel no eran más que un ejemplo de que la plenitud del amor infinito de Dios es igual de plena en un dedal lleno que en un tonel lleno. Que el intento de mediciones del amor de Dios en recipientes llenos de Dios son absurdas, pretenden humanizar el amor divino.

En cuanto a los que se dedican a meter piedras, no se trata de que Dios los quiera menos a priori, sino de que ellos no dejan que Dios les de esa plenitud de amor al meter piedras. Este es el mismo asunto que estaba tratando en la primera parte sobre las mociones rompibles, así que no hace falta tratarlo aparte.

Así que intentando simplificar: No elegir hacer algo no significa que se haya elegido no hacer nada, sino simplemente, en un primer momento, no es más que no hacer nada, ni siquiera elegir.
Por tanto mientras que elegir poner un obstáculo, romper la moción, sí es hacer algo malo, en cambio no hacer nada, ni siquiera elegir, no es hacer nada: cero patatero. No es ningún acto positivo, así que no me sirve el resto de su razonamiento.
Cuando la moción rompible no se rompa seguirá su curso y se elegirá considerar la norma moral, pero eso es un segundo momento.

Gracias por contestar, de todos modos.

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Pero es que si la no consideración ha de ser elegida, la consideración también, porque es su contraria, y se elige justamente entre los contrarios.

Si se elige poner un obstáculo, también se ha de poder elegir no poner un obstáculo, porque elegir poner un obstáculo es poner ese obstáculo pudiendo no ponerlo a voluntad, o sea, pudiendo elegir no ponerlo.

No puedo elegir A si al mismo tiempo no puedo elegir No A. No puede haber una elección donde una sola alternativa sea la elegible.

Además, según Santo Tomás, corresponde a la voluntad, en el plano del ejercicio, mover a las demás facultades a la producción de sus actos, incluido por tanto el intelecto (Ia IIae, q. 9, a.1). Por eso se le puede pedir a la gente que preste atención. Y eso incluye entonces el acto de la consideración de la regla moral por parte del intelecto.

Decir que la moción divina mueve al intelecto a considerar la norma moral sin mover a la voluntad creada para que mueva al intelecto a esa consideración es desconocer el orden natural entre esas dos potencias del alma.

Si la moción rompible no se rompe, entonces, es que se ha elegido considerar o seguir considerando la norma moral, por lo que esa elección es causa y no consecuencia de la no ruptura de la moción divina.

Justamente, un error de Maritain en ese punto es hablar simplemente de "no consideración" sin distinguir entre el acto del intelecto y el de la voluntad. El que considera o no es el intelecto, la voluntad mueve o no mueve al intelecto a considerar o a no considerar.

Y en cuanto a las piedras, otra vez: Dios puede impedir que esas vasijas se llenen de piedras, y así puede impedir que le impidan llenar su capacidad de bien.

Saludos cordiales.
23/05/21 12:57 AM
  
Néstor
Tal vez se diga que la moción falible que causa el acto positivo de la voluntad es esa misma moción falible que Dios da para que la creatura decida si pone o no ese mismo acto positivo de la voluntad, con lo cual no habría retroceso al infinito.

Pero entonces, es claro que esa moción falible divina causará ese acto positivo de la voluntad en dependencia de la libre decisión de la creatura de no romper esa moción divina.

Ahora bien, Maritain dice que en la no consideración de la regla moral, la voluntad no pone ningún acto positivo. Por tanto, el acto positivo ha de ponerlo para considerar la regla moral, porque la libertad de ejercicio es la capacidad de querer (poniendo por tanto un acto) o no querer (no poniendo acto alguno).

En efecto, la voluntad no puede ni querer ni no querer la consideración por parte del intelecto. Por tanto, o la quiere, o no la quiere. Y como puede tanto quererla como no quererla, cualquiera de esas dos cosas que sea el caso la elige, porque la quiere pudiendo no quererla, o no la quiere pudiendo quererla.

Si ese acto positivo de la voluntad, entonces, es causado por Dios mediante una moción rompible, esa moción dependerá de la libre decisión de la creatura de no dejar de considerar la regla moral, o sea, de que la creatura no elija no querer el acto del intelecto que considera la regla moral.

Pero es es lo mismo que decir que la creatura quiere esa consideración y la elige, porque la voluntad creada no tiene otra posibilidad: quiere la consideración del intelecto, pudiendo no quererla, o no la quiere, pudiendo quererla. En ambos casos elige, y eso es la libertad de ejercicio.

Por tanto, la moción divina rompible causará el acto positivo por el que la voluntad quiere la consideración de la regla moral por parte del intelecto si la voluntad quiere esa consideración, con lo cual la moción divina resulta superflua y en realidad lo que hay es un acto positivo de la voluntad creada que no tiene a Dios como Causa Primera.

La única forma de evitar esto, en la hipótesis de Maritain, sería recurrir a otra moción divina falible anterior, pero ahí sí entramos en el retroceso al infinito.

Saludos cordiales.
23/05/21 2:32 AM
  
Ecclesiam
Incluso en el supuesto de esa disposición del hombre en el cual "no hace nada", puesto que es una disposición buena, debe tener a Dios por causa primera, y estamos en lo mismo.

La otra opción es decir que esa disposición no es buena ni mala, por lo cual caeríamos en el absurdo de afirmar que la disposición del hombre que le permite consentir a la gracia no es buena. Por lo cual no es bueno disponerse para la gracia.

Ni qué decir que en este supuesto no existe "respeto" por la libertad del hombre, en el cual él es completamente pasivo (a no ser que digamos que él ha decidido no actuar), y Dios, sin tener en cuenta su consentimiento, le otorga la gracia. Ya no es aquella máxima augustiniana de «Quien te creó sin ti, no te salvará sin ti» (Sermo ad Populum 169, 11: PL 38, 923)..

Además, claro, de ir contra un cánon dogmático del Concilio de Trento:

«Si alguno dijere, que el libre albedrío del hombre movido y excitado por Dios, nada coopera asintiendo a Dios que le excita y llama para que se disponga y prepare a lograr la gracia de la justificación; y que no puede disentir, aunque quiera, sino que como un ser inanimado, nada absolutamente obra, y solo se ha como sujeto pasivo; sea excomulgado.» (Decreto sobre la justificación, XVI, c. IV)

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En efecto. Pero además hay otra cosa: incluso prescindiendo del acto de la voluntad, el hecho es que "considerar la norma moral" es un acto positivo del intelecto, que por tanto, tiene a Dios como Causa Primera. Por tanto, para que ese acto no se dé, o sea, para que la creatura "rompa la moción rompible" no considerando la regla moral, hace falta que previamente Dios decida en forma libre y soberana no causar ese acto del entendimiento.

No olvidar que la creatura, según Maritain, rompe la moción rompible no considerando la regla moral. Pero si la consideración de la regla moral, acto positivo del intelecto, es efecto de la Causa Primera, entonces es claro que hace falta previamente que la Causa Primera deje de mover al intelecto creado a esa consideración, para que pueda darse que éste deja de considerar. Y entonces no hay "rotura" ninguna, sino simple cesación de la moción por parte de Dios.

Saludos cordiales.
23/05/21 5:03 AM
  
Argia
Creo que una persona que venga del ateismo, o de otra religión no cristiana, leyera estos comentarios, y leyera el evangelio, no encontraria ninguna coincidencia.
Es más a pesar de que el evangelio, que es la Palabra de Dios, es a veces un tanto misterioso, sin embargo habla claro como el agua, y leyéndolo, muchas veces, siempre te enseña algo nuevo, porque es la Palabra de Dios, que penetra en nuestro entendimiento con la ayuda del Espiritu Santo, y nos ilumina en nuestras circunstancias.
Mirando la historia de S. Pedro, se ve que es predestinación, libertad, gracia y que es lo que quiere Dios de nosotros.
Predestinación: el Padre le elije, y por eso le revela, que Jesus es el Mesias, como consecuencia de eso Jesus le nombra roca, donde edificará su Iglesia
Poco despues, Pedro, le dice a Jesus que no cumpla su misión, porque Jesus les dice que tiene que padecer para cumplirla.
Le acaba de nombrar roca, y sin embargo Jesus le dice: "apartate de mi Satanas". No ha sido concedida la gracia que necesitaba para hacer su trabajo de roca, sino que hace de obstáculo a la voluntad de Dios.
La gracia se concede cuando a Dios le parece, con lo cual aqui, lo de predestinación falla, porque podemos trabajar para el enemigo.
Pedro, vuelve a equivocarse al no ser coherente, con el "Yo daré mi vida por ti", y le niega 3 veces. Vuelve a fallar la gracia, Pedro se muere de dolor porque le ama a Jesus, y llora amargamente.
A Pedro le falla la predestinación, y la gracia, lo único que no le falla es el amor.
Jesus resucita, y Pedro va a buscarlo, Jesus no le riñe, ni rechaza, pero si le hace la misma pregunta 3 veces: ¿" me amas más que estos" ?
Es lo único que le importa a Jesus, El ya sabe que Pedro le ama, por eso Pedro se pone triste, sin embargo se lo pregunta tres veces...
Conclusión, lo que que Dios quiere de nosotros es que le amemos, y esto solo puede ser libremente.
La llamada, y la gracia son necesarias, pero sin nuestra decisión de amarle, no funcionan ni la gracia, ni la elección ni nada.
Por eso S. Agustin dice : "ama y haz lo que quieras"

En una palabra, solo funciona la libertad y el amor.


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El problema aquí es entender lo que San Agustín y Santo Tomás quieren decir con "predestinación", que es el decreto divino por el cual se determina dar al elegido las gracias con las cuales ciertísimamente llegará a la salvación eterna.

Eso no exige para nada que el elegido no peque nunca ni traicione nunca a Dios. Sí exige que siempre tenga la gracia eficaz con la cual ciertísimamente se arrepentirá y se convertirá, y sobre todo, la gran gracia de la perseverancia final.

No exige que todas las gracias que Dios dé al elegido sean eficaces, en suma, no exige que el elegido sea impecable o impecante.

Saludos cordiales.
24/05/21 10:27 AM
  
sofía
No son ustedes la única interpretación tomista posible. Yo estoy de acuerdo con estas citas, tal cual. Por eso no estoy de acuerdo con usted. Deje usted que las citas hablen por sí mismas, por favor, servirán a muchos que solo conocen a Santo Tomás a través de una determinada interpretación tomista:

Santo Tomás: "Como la naturaleza humana no está de tal modo corrompida por el pecado que esté privada de todo bien de la naturaleza, puede uno -también en el estado de naturaleza caída-, por virtud de su naturaleza, hacer algún bien particular, como edificar casas, plantar viñas y otras cosas semejantes, pero no todo el bien que le es connatural, hasta el punto de que en ninguna cosa sea deficiente; lo mismo que el enfermo puede hacer algunos movimientos, aunque no con la perfección del hombre sano, mientras no se restablezca con el auxilio de la medicina"
"En un momento puede por su propia voluntad abstenerse de un acto particular de pecado, sin embargo, si se abandona a sí mismo por largo tiempo caerá en el pecado, con el cual se pone un obstáculo a la gracia"

Marín-Sola: "El sistema tomista tiene que ser y es el sistema de la naturaleza enferma; el sistema, por tanto, de que la naturaleza, sin la gracia, no puede todo, pero puede algo en el orden natural; el sistema, en consecuencia, de que la naturaleza, con la gracia suficiente, puede algo, aunque no todo, en el orden sobrenatural; el único sistema, fin, que admite a la vez una gracia suficiente, verdaderamente suficiente, y una gracia eficaz, verdaderamente eficaz" El hombre en estado de naturaleza caída puede aceptar la gracia suficiente o rechazarla, al ponerle impedimentos.

Afirma Santo Tomás que: "Está al alcance del libre albedrío el impedir o no impedir la recepción de la gracia". Por ello: "No sin razón se le imputa como culpa a quien obstaculiza la recepción de la gracia, pues Dios, en lo que de El depende, está dispuesto a dar la gracia a todos, 'Quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (I Tim 2, 4). Y sólo son privados de la gracia quienes ofrecen en sí mismos obstáculos a la gracia; tal como se culpa al que cierra los ojos, cuando el sol ilumina al mundo, si de cerrar los ojos se sigue algún mal, aunque él no pueda ver sin contar con la luz del sol"

Marín-Sola: "Al que, pues, con la gracia suficiente, grande o pequeña, que actualmente tenga, y que Dios no niega a nadie en esta vida, hace lo poco o mucho que con ella puede hacer, y ora lo poco o mucho que con ella puede orar; en una palabra: al que no ponga al movimiento de la gracia suficiente aquellos impedimentos que puede de hecho no poner con ella, Dios, infinitamente misericordioso, jamás le negará ulteriores gracias suficientes, para los otros actos imperfectos; gracia eficaz para los actos perfectos, difíciles, y perseverancia final para la muerte"

Ningún problema con las citas de Santo Tomás, sino todo lo contrario. Es la interpretacion que hacen ustedes de Santo Tomás, o más bien de Báñez, la que no me convence.
La de Marín - Solá me parece más convincente. La de Maritain también.

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El primer texto de Santo Tomás que Ud. cita es de Ia. IIae, q. 109, a. 2, c.:

“La naturaleza del hombre puede ser considerada en un doble estado: el de integridad, que es el de nuestro primer padre antes del pecado, y el de corrupción, que es el nuestro después del pecado original. Pues bien, en ambos estados, la naturaleza humana necesita para hacer o querer el bien, de cualquier orden que sea, el auxilio de Dios como primer motor , según acabamos de exponer. En el estado de integridad, la capacidad de la virtud operativa del hombre era suficiente para que con sus solas fuerzas naturales pudiese querer y hacer el bien proporcionado a su naturaleza, cual es el bien de las virtudes adquiridas; pero no el bien que sobrepasa la naturaleza, cual es el de las virtudes infusas. En el estado de corrupción, el hombre ya no está a la altura de lo que comporta su propia naturaleza, y por eso no puede con sus solas fuerzas naturales realizar todo el bien que le corresponde. Sin embargo, la naturaleza humana no fue corrompida totalmente por el pecado hasta el punto de quedar despojada de todo el bien natural; por eso, aun en este estado de degradación, puede el hombre con sus propias fuerzas naturales realizar algún bien particular, como edificar casas, plantar viñas y otras cosas así; pero no puede llevar a cabo todo el bien que le es connatural sin incurrir en alguna deficiencia. Es como un enfermo, que puede ejecutar por sí mismo algunos movimientos, pero no logra la perfecta soltura del hombre sano mientras no sea curado con la ayuda de la medicina.

Así, pues, en el estado de naturaleza íntegra el hombre sólo necesita una fuerza sobreañadida gratuitamente a sus fuerzas naturales para obrar y querer el bien sobrenatural. En el estado de naturaleza caída, la necesita a doble título: primero, para ser curado, y luego, para obrar el bien de la virtud sobrenatural, que es el bien meritorio. Además, en ambos estados necesita el hombre un auxilio divino que le mueva al bien obrar.”

Santo Tomás distingue aquí el estado de naturaleza íntegra, que es el que el hombre tenía antes del pecado original, y el estado de naturaleza caída. Distingue también entre las obras buenas en el orden natural, que no son meritorias de la vida eterna, y las obras buenas en el orden sobrenatural.

Y distingue también entre la gracia suficiente y la gracia eficaz, aunque no lo diga en esos términos. En efecto, distingue entre la capacidad para obrar que Dios da al hombre, y la moción a obrar: en el orden sobrenatural, la primera es la gracia suficiente, la segunda, la gracia eficaz. En el orden natural no hay gracia eficaz, pero sí hay una moción eficaz de Dios para cualquier acto de la creatura, así lo ha establecido en el artículo anterior, donde dice:

“…de la misma manera que todos los movimientos corporales se reducen al movimiento del cuerpo celeste como a su primer motor en este orden, así todos los movimientos, tanto corporales como espirituales, se reducen al primer motor universal, que es Dios. De modo que, por perfecta que se suponga una naturaleza corporal o espiritual, no logrará producir su acto si no es movida por Dios ; aunque esta moción responde a los designios providenciales de Dios y no a la necesidad natural, como la moción del cuerpo celeste. Por otra parte, no sólo proviene de Dios toda moción por ser él el primer motor, sino también toda perfección formal, porque él es el acto primero. De donde se sigue que la acción del entendimiento, como la de cualquier otra criatura, depende de Dios doblemente: porque recibe de él la forma por la que obra, y porque de él recibe además la moción para obrar.”

Notemos que con la forma por la cual obra el intelecto ya está dada la capacidad de obrar, sin embargo, el obrar concreto necesita aún de la moción divina.

Y también:

“Siempre necesitamos el auxilio divino para pensar, puesto que Dios es quien mueve el entendimiento a su acto y, como dice San Agustín en XIV De Trinit., entender algo en acto es pensar.”

Esto supuesto, lo que dice Santo Tomás es que tanto en el estado de naturaleza íntegra como en el estado de naturaleza caída, se necesita la moción del Primer Motor sobre las facultades humanas para que produzcan sus actos. Esa es una necesidad metafísica y por tanto absolutamente universal, independientemente de si se está hablando de la naturaleza íntegra o la naturaleza caída, y si se está hablando de actos naturales o de actos sobrenaturales.

En el caso de los actos sobrenaturales, esa moción divina es la “gracia eficaz”, y se distingue, como lo muestra el “además” del último párrafo, de la “fuerza sobreañadida” que el hombre necesita en orden al bien sobrenatural, la cual por tanto es la “gracia suficiente”.

En efecto, tener la fuerza necesaria para obrar no quiere decir necesariamente que se obre.

Por tanto, en el estado de naturaleza íntegra, el hombre podía por sus solas fuerzas naturales hacer el bien proporcionado a su naturaleza, es decir, el bien natural, no en el sentido de que no necesitase la moción divina para efectivamente hacerlo, sino en el sentido de que no necesitaba para ello la moción divina sobrenatural, es decir, la gracia eficaz. En cambio, sí necesitaba la gracia, suficiente y eficaz, para los actos sobrenaturales de fe, esperanza y caridad.

En el estado de naturaleza caída, el hombre conserva algo de su capacidad natural, de modo que puede realizar algunas obras buenas de orden natural sin la gracia suficiente y sin la gracia eficaz, pero no sin la moción divina eficaz correspondiente. Sin embargo, no puede a la larga dejar de obrar en contra de ese mismo orden natural, con lo cual peca.

Por eso en el estado de naturaleza caída, la gracia es ante todo sanante, es decir, restauradora de la capacidad natural del hombre, y luego, elevante, es decir, capacitadora para el bien sobrenatural. Y esta última es la gracia suficiente.

“Además”, dice el Santo, hace falta “un auxilio divino que mueva al hombre a bien obrar”, o sea, que no dé solamente la capacidad de obrar bien, sino que haga obrar bien, ésa es la gracia eficaz, cumpliéndose así la ley metafísica universal por la cual la creatura nunca pasa de potencia a acto sin la causalidad del Primer Motor.

Eso que dice Marin – Solá de que la naturaleza caída con la gracia suficiente puede algo, pero no todo, es ambiguo, porque hay que distinguir entre el sentido compuesto y el sentido dividido. En sentido dividido, la creatura dotada de la sola gracia suficiente puede todo, y no solamente “algo”, pero no es posible que haga nada en sentido compuesto, es decir, con la sola gracia suficiente la creatura tiene la capacidad para hacer todo el bien que necesita hacer, pero no es posible que lo haga con sola la gracia suficiente, es decir, sin la moción divina para obrar que requiere siempre, como vimos, Santo Tomás.

Y esto es así porque “poder obrar” es y será eternamente distinto de “obrar efectivamente”, y por tanto, toda la potenciación que se haga de lo primero no alcanzará nunca para producir por sí sola un ápice de lo segundo.

Por eso, cuanto en el texto tomista aparece la gracia suficiente como “fuerza sobreañadida gratuitamente”, y por tanto, sobrenatural, es para ser completada, “además”, por el “auxilio divino que la mueva a bien obrar”, o sea, la gracia eficaz, sin la cual, por tanto, la gracia suficiente da la capacidad de obrar, pero no el obrar mismo.

Marín – Solá entiende por “gracia suficiente” la “moción falible”, la cual hace algo más que dar una capacidad de obrar a la creatura, y algo menos que hacerla obrar efectivamente, o sea, nada en concreto. No hay medio entre la potencia y el acto.

La “moción falible” de Marín Solá no es sino la “gracia extrínsecamente eficaz” de los molinistas, que es hecha “eficaz” por el consentimiento de la creatura, o frustrada por su falta de consentimiento; la diferencia está solamente en que Marín Solá admite además de ella la gracia intrínsecamente eficaz.

Por supuesto que la creatura racional tiene la gracia suficiente para poder aceptar libremente la gracia, y la acepta de hecho, si recibe para ello de Dios la gracia eficaz.

De lo contrario, además, no queda clara la distinción entre gracia eficaz y gracia suficiente, si ésta ya por sí sola hace obrar algo a la creatura. ¿Qué agregaría entonces de nuevo a esto la gracia eficaz y porqué sería entonces necesaria? Si la gracia suficiente fuese ya esa “moción divina para obrar”, no se entiende el “además” con Santo Tomás cierra el texto.

Por otra parte, eso querría decir que toda gracia actual es eficaz, en definitiva, porque hace obrar. Y ahí venimos a dar en el jansenismo: dado que la gracia eficaz va por definición siempre unida al acto bueno correspondiente, los que pecan no reciben ninguna gracia de Dios, proposición jansenista que niega la gracia suficiente y que ha sido condenada por la Iglesia.

Ahora bien, si, siguiendo a Maritain, la no consideración de la regla moral, que es un libre no actuar de la creatura, y que es la causa del pecado, es la que interrumpe la “moción divina rompible”, entonces su opuesto, que es la consideración de la regla moral, es un acto de la creatura racional, y como tal, tiene a Dios como Causa Primera.

La creatura, por tanto, sólo puede “interrumpir” este efecto de la Causalidad divina si previamente Dios decide dejar de causar. No basta con decir que este efecto es “rompible”, porque Dios lo está causando como Causa Primera, y entonces, mientras eso ocurra, la creatura no puede nada contra la Omnipotencia de la Causa Primera.

No es que cuando la creatura deje de considerar la norma moral, Dios va a interrumpir su Causalidad primera sobre la consideración del intelecto creado, porque ese dejar de considerar mismo por parte de la creatura sería en esa hipótesis un sustraerse de la creatura a la acción de la Causa Primera antes del punto en que la Causa Primera determina, desde la Eternidad, dejar de causar, y eso es imposible.

Antes del momento en que la Causa Primera ha determinado dejar de causar, esa Causa está causando, y cuando la Causa Omnipotente está causando, nada fuera de la decisión misma de la Causa Omnipotente puede hacer que deje de causar.

Pero eso quiere decir que en realidad la creatura no rompe nada. Porque la moción divina a la consideración de la regla moral debe cesar primero por parte de Dios, para que entonces la creatura pueda dejar de considerar, y por tanto, cuando la creatura deja de considerar la moción ya no existe, y no se puede romper lo que ya no existe.

Por supuesto que los “antes” y los “después” que ponemos entre la Causalidad divina y la consideración o no consideración por parte de la creatura son lógicos y ontológicos, no temporales; con eso alcanza para el argumento.

Por otra parte, la creatura no está obligada a estar considerando siempre la norma moral, solamente cuando va a realizar un acto libre, en cuyo caso, actuar bajo la no consideración de la regla moral es lo mismo que pecar. En esta última hipótesis, si la gracia eficaz evita el pecado, entonces incluye o supone la moción divina a la consideración de la regla moral.

En esas circunstancias, si el pecado se comete, no se ha recibido la gracia eficaz, pero la comisión del pecado supone la decisión divina de no seguir moviendo a la creatura a considerar la norma moral, sea que digamos que esa moción misma es la gracia eficaz o parte de ella, sea que digamos que es una moción divina distinta de la gracia eficaz y presupuesta por ésta.

Es claro, por tanto, que el rechazo de la gracia por parte de la creatura racional es obra de su libre albedrío, pero ese mismo rechazo de la gracia tiene que ser permitido por Dios, que siempre puede impedirlo manteniendo a la creatura racional en la consideración de la norma moral.

No se trata, por tanto, como pretenden Marín – Solá y Maritain, que Dios da simplemente gracias falibles o rompibles, y luego ve cuáles de las creaturas racionales han determinado no hacerlas fallar o no romperlas, para dar entonces a éstas las gracias intrínsecamente eficaces e infalibles, que es en lo que estos autores se distinguen del molinismo.

Sino que lo que ante todo ve Dios es a cuáles creaturas racionales Él ha determinado permitirles que dejen de considerar la norma moral, dejando de moverlas a ello, y a cuáles ha determinado seguir moviendo a esa consideración. En el primer caso Dios no ha dado ninguna moción falible o rompible, sino que solamente ha movido, infaliblemente, hasta cierto punto, y luego ha dejado de mover. En el segundo caso, ha continuado moviendo en forma infalible.

Saludos cordiales.
30/05/21 9:21 PM
  
Ecclesiam
Santo Tomás, gracias a Dios, es muy claro, y en muy pocas cosas deja lugar a la interpretación. Y en este tema, no hay otra interpretación posible. Salvo que, como dice el texto del Aquinate, se cierre los ojos a la verdad, esto es, a lo que escribió también santo Tomás:

Mas, aunque el que peca ofrece un obstáculo a la gracia y, en cuanto le exige el orden de las cosas, no debiera recibir la gracia, sin embargo, como Dios puede obrar fuera del orden aplicado a las cosas (c. 99), del mismo modo que da vista al ciego o resucita al muerto, algunas veces, como exceso de su bondad, se les anticipa con su auxilio a quienes ofrecen impedimento a la gracia, desviándolos del mal y convirtiéndolos al bien. Y del mismo modo que no da vista a todos los ciegos ni cura a todos los enfermos, para que en los que cura aparezca el efecto de su poder y en los otros se guarde el orden natural, así también no a todos los que resisten a la gracia los previene con su auxilio para que se desvíen del mal y se conviertan al bien, sino sólo a algunos, en los cuales quiere que aparezca su misericordia, así como en otros se manifiesta el orden de la justicia. De aquí que el Apóstol diga a los Romanos: “Pues para mostrar Dios su ira y dar a conocer su poder soportó con mucha longanimidad a los vasos de ira, maduros para la perdición, para hacer ostentación de la riqueza de su gloria sobre los vasos de su misericordia, que Él preparó para la gloria”.

Mas como quiera que Dios, entre los hombres que persisten en los mismos pecados, a unos los convierta previniéndolos y a otros los soporte o permita que procedan naturalmente, no se ha de investigar la razón por qué convierte a éstos y no a los otros, pues esto depende de su simple voluntad, del mismo modo que dependió de su voluntad el que, al hacer todas las cosas de la nada, unas fueran más excelentes que otras; tal como de la simple voluntad del artífice nace el formar de una misma materia, dispuesta de idéntico modo, unos vasos para usos nobles y otros para usos bajos. Con este motivo dice el Apóstol a los Romanos: “¿O es que no puede el alfarero hacer del mismo barro un vaso de honor y un vaso indecoroso?”

Y con esto se rechaza el error de Orígenes, quien decía que unos eran convertidos a Dios y otros no por algunas obras que sus almas hicieron antes de unirse a los cuerpos. Opinión que refutamos con esmero en el libro segundo (cc. 44, 83 ss.).

Suma contra gentiles, III, 161

Y como se ha demostrado (c. 161) que unos, ayudados por la gracia, se dirigen mediante la operación divina al fin último, y otros, desprovistos de dicho auxilio, se desvían del fin último, y todo lo que Dios hace está dispuesto y ordenado desde la eternidad por su sabiduría, según se demostró (c. 64), es necesario que dicha distinción de hombres haya sido ordenada por Dios desde la eternidad. Por lo tanto, en cuanto que designó de antemano a algunos desde la eternidad para dirigirlos al fin último, se dice que los “predestinó”; por lo cual dice el Apóstol a los de Éfeso: “Y nos predestinó a la adopción de hijos, conforme al beneplácito de su voluntad”. Y a quienes dispuso desde la eternidad que no había de dar la gracia, se dice que los “reprobó” o los “odió”, según aquello que se lee en Malaquías: “Yo he amado a Jacob, mientras que he detestado a Esaú”. Y en razón de esta misma distinción, en cuanto que reprobó a algunos y predestinó a otros, se considera la “elección” divina, de la cual se dice a los de Éfeso: “En Él nos eligió antes de la constitución del mundo”.

Así, pues, se ve que la predestinación y la elección y la reprobación son como partes de la divina providencia, puesto que los hombres son ordenados al fin último por la divina providencia. Y se puede demostrar que la predestinación y la elección no implican necesidad por las mismas razones con que antes se probó (c. 72) que la divina providencia no quita la contingencia de las cosas.

Y puede también demostrarse que la predestinación y la elección no tienen por causa ciertos méritos humanos, no sólo porque la gracia de Dios, que es efecto de la predestinación, no responde a mérito alguno, pues precede a todos los méritos humanos, según se demostró (c. 149), sino también porque la voluntad y providencia divinas son la causa primera de todo cuanto se hace; y nada puede ser causa de la voluntad y providencia divinas (c. 97; 1. 2, c. 87), aunque entre los efectos de la providencia, y lo mismo de la predestinación, uno puede ser causa de otro.

¿Quién, pues -como dice el Apóstol-, le dio, para tener derecho a retribución? Porque de Él y por Él y para Él son todas las cosas. A Él el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Suma contra gentiles, III, 163

En la misma bondad divina puede encontrarse la razón de la predestinación de algunos y de la condenación de otros. Pues se dice que Dios hizo todas las cosas debido a su bondad, para que la bondad divina estuviera representada en todas las cosas. Por lo tanto, es necesario que la bondad divina, una y simple, en las cosas esté representada de múltiples formas, debido a que las cosas creadas no pueden alcanzar la simplicidad divina. De aquí que para la plenitud del universo se precisen diversos grados en las cosas, ocupando unas el lugar más alto y otras el más bajo. Y para que se mantenga la multiformidad de grados en las cosas Dios permite que haya algunos males a fin de que no se impidan muchos bienes, como ya se dijo anteriormente (q.2 a.3 ad 1; q.22 a.2).

Por lo tanto, tomaremos todo el género humano como la totalidad de las cosas. Y así, Dios quiso representar su bondad en algunos hombres, los que predestina, a través de su misericordia, con el perdón; y a otros, los que condena, a través de su justicia, con el castigo. Y ésta es la razón por la que Dios a unos predestina y a otros condena. A esta misma causa se refiere el Apóstol en Rom 9,22s. cuando dice: Queriendo Dios mostrar su ira (esto es, su justicia vindicativa), y queriendo dar a conocer su poder, contuvo (esto es, permitió) con mucha paciencia los vasos de la ira preparados para la condena a fin de dar a conocer la riqueza de su gloria contenida en los vasos de la misericordia preparados para la bienaventuranza. Y en 2 Tim 2,20, dice: En una casa de altura no sólo hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro; unos, para servicios honrosos; otros, para servicios más bajos.

Suma teológica I, q. 23, a. 5, ad 3

Saludos cordiales.


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Estos textos de Santo Tomás son concluyentes en cuanto a cuál es su pensamiento. En el primero de ellos habría que observar que él habla ahí de los que pecan y luego son convertidos o no por la gracia de Dios, lo cual supone todavía la cuestión de la permisión divina del pecado mismo, y si ella supone o no algo del lado de la creatura. Pero en los siguientes es claro que Santo Tomás habla sin suponer nada de parte de las creaturas.

Saludos cordiales.
09/06/21 3:02 AM
  
sofía
Gracias por contestar, pero no me convence su respuesta.

No, no veo en absoluto que Santo Tomás hable de lo que ustedes llaman gracia suficiente y gracia eficaz.

Teniendo en cuenta que la gracia suficiente para ustedes es aquella con la que nunca se hará el bien de hecho si no se le añade el plus de la gracia eficaz, esa contradicción absurda bañeciana de la suficiencia que en realidad es insuficiente no la encuentro en Santo Tomás.

Ni tampoco la encuentro en Maritain ni en Marín Solá.

Despedida cordial.

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La distinción entre gracia eficaz y gracia suficiente, implicando que con la sola gracia suficiente se puede obrar, pero no se obra de hecho, se sigue inevitablemente de eso que dice ahí Santo Tomás (si consideramos solamente ese pasaje):

"Así, pues, en el estado de naturaleza íntegra el hombre sólo necesita una fuerza sobreañadida gratuitamente a sus fuerzas naturales para obrar y querer el bien sobrenatural. En el estado de naturaleza caída, la necesita a doble título: primero, para ser curado, y luego, para obrar el bien de la virtud sobrenatural, que es el bien meritorio. Además, en ambos estados necesita el hombre un auxilio divino que le mueva al bien obrar.”

Ahí habla de una gracia que es necesaria a doble título: para ser curado y para obrar el bien de la virtud sobrenatural. ¿Es suficiente para obrar, entonces? No, porque si así fuese, no estaría ese "además", que introduce otro elemento: la moción divina al bien obrar. Ésa es la gracia eficaz.

¿Y entonces qué papel juega esa "fuerza sobreañadida gratuitamente" "para obrar el bien de la virtud sobrenatural"? Juega el papel de hacer posible eso que la moción divina eficaz hará efectivo.

Porque el primer problema que tiene la naturaleza caída respecto del obrar sobrenatural necesario para la salvación no es que de hecho no lo haga, sino que no puede hacerlo. Por eso la gracia suficiente se encarga de que pueda hacerlo, y la gracia eficaz se encarga de que efectivamente lo haga.

¿Es necesaria para obrar el bien sobrenatural, como dice Santo Tomás? Sí, porque para que algo sea efectivo es necesario que sea posible.

¿Es suficiente para obrar? No. ¿Y entonces, en qué sentido es todavía "suficiente"? Es suficiente para poder obrar.

Saludos cordiales.
09/06/21 4:41 PM

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