8.08.16

"No es que Dios no exista, es que no puede existir".

Ha muerto Gustavo Bueno. Con 91 años. Rompedor en muchas de las tareas y de las posturas que adoptó, con un gran bagaje de producción literaria tras él -las más de sus obras son de divulgación o de temas de actualidad: la que él fue viviendo-, y con muchos años de docencia a sus espaldas, no pudo romper sin embargo con el lastre que lo marcó hasta su tumba: el marxismo.

El marxismo -ateo, materialista, cruelmente inhumano, sin las constantes antropológicas válidas de “verdad” y “bien"- le encerró en un mundo que, a pesar de sus esfuerzos, no fue capaz de entender. Y eso que desenmascaró la correción política más de una y más de dos veces: la abominaba. No la podía sufrir. Tan es así que en su última entrevista que concedió a ABC -hace ahora un año más o menos- se marcó una frase que, a mi juicio, lo retrata en este campo: “vivimos en una sociedad de estúpidos". O aquella otra declarada: “En españa tenemos el cerebro roto”

Pero no pudo superar nunca su posicionamiento frente a Dios. Lo negaba rotundamente: “No es que Dios no exista, es que no puede existir". Y por lo mismo, no pudo llegar a entender, a pesar de sus esfuerzos -que los puso-, a la persona humana y sus creaciones: la cultura, la sociedad, y la misma filosofía.

Lo que no deja de ser “curioso"; porque contrasta con gran parte de su itinerario formativo. En Zaragoza, Eugenio Frutos, al que reconoce como su maestro, no pensaba así para nada. Lo puedo decir desde cerca, porque don Eugenio me dió clases de filosofía a mí también.

Más tarde, once años estudiando escolástica en Salamanca, no creo que tuviesen como precipitado echarse de cabeza en el desencanto religioso primero para luego zambullirse en el marxismo. porque alguna “fe” hay que tener: el hombre no puede vivir sin ella. Y cuando no alcanza la verdadera, o la rechaza, se la “Inventa". La necesita de un modo absoluto, porque así es el hombre: religioso, moral, espiritual y abierto a la trascendencia de Dios: lo lleva en sus “genes".

De ahí su flirteo con el tema, al que toca -al que vuelve- una y otra vez en sus escritos. Pero nunca entra de lleno y con verdad. Se cierra sistemáticamente a admitir a Dios, y por tanto, a admitir “la” religión, decantándose por negar -incluso ridiculizar- la Fe, sí o sí.

Tampoco su contacto con los griegos, los padres de la filosofía, le dejó ningún lastre, en este campo. Precisamente un griego, Aristóteles, casi cinco siglos antes de Cristo y, por tanto y en sentido coloquial, “más pagano que las vacas", afirmó y demostró, con la luz de la razón -sí, la razón humana: verdadero chispazo del entendimiento divino- exactamente lo contrario: que la existencia del ESSE SUBSISTENS es absolutamente necesaria para sostener y entender al mundo y al hombre. Nosotros le llamamos DIOS.

Aristóteles no lo hace, porque no lo puede hacer. También él, a pesar de ser una de las mentes más privilegiadas de toda la historia de la Humanidad, estaba “preso” por su época. La “mitología” que atribuía a los “dioses” todos los vicios de los hombres; el politeísmo práctico de su tiempo y de su mundo; y la cualidad “trágica” de las relaciones entre los hombres y “esos” dioses, le impidieron llamar DIOS a la realidad que, sin embargo, necesitaba afirmar como principio y fin de todas las cosas. Incluido el msmo hombre.

Para llamarle Dios hizo falta que Dios mismo se nos manifestara, se nos revelara. Y lo hizo: ahí está la historia del pueblo judío para demostrarlo. Pero como no fue bastante con la Primera Alianza, nos envió Dios a su propio Hijo, por Quien todo fue hecho, que es el Rostro visible del Dios invisible.

Después de Cristo, y habiendo sido educado en la Fe -después de haber sido hecho hijo de Dios por el Bautismo-, a nadie le es lícito proclamar “Dios no existe ni puede existir". Y mucho menos como filósofo, si se pretende que la Filosofía es la Ciencia que estudia “a verdad de las cosas". Si la filosofía es el capazo donde se pueden decir las mayores tonterías del mundo, tonterías antes las que nadie se reirá…, pues con palabras del mismo Gustavo, tenemos “El cerebro echo polvo” (así titula uno de sus ensayos) y vivimos en “un estado general de estupidez".

Como dice la Sagrada Escritura: Dixit insipiens in corde suo: non este Deus!". “Insipiens: el que nada sabe“; pero no porque no se lo hayan enseñado, sino porque lo ha rechazado. Estos son los verdaderos y culpables “insipiens".

5.08.16

¿Construir un mundo mejor?

¿Para esto se entrega uno al Señor? ¡Es esto el “seguimiento de Cristo"? ¿El horizonte de los hijos de Dios -desde Cristo mismo, el Hijo Unigénito del Padre, hasta el último recién bautizado- es “construir un mundo mejor"? ¿La finalidad de la Iglesia -su más preciada y esencial finalidad- es “construir un mundo mejor"; es decir, la única finalidad de la Iglesia es una finalidad INTRAMUNDANA?

¿Para esto fundó Jesúcristo su Iglesia? ¿El encargo del Señor a los Apóstoles después de su Resurrección gloriosa: Id por todo el mundo. Predicad el Evangelio. A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retuviéreis, les quedan retenidos- significa primordial y exclusivamente “construir un mundo mejor"?

¿Acaso Jesús no nos previene contra este “deslizamiento” -interesado, buscado y promovido hoy desde el mismo interior de la Iglesia por pastores que, si acaso huelen a oveja es porque se han echado el spray adecuado-, contra el riesgo de, por estar en el mundo, volvernos mundanos? Y aún más demoledoras y más reveladoras son sus palabras -también de advertencia-: Guardaos bien de los falsos profetas, que se os acercan disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos voraces. Por sus frutos los conoceréis. Y vaya si los estamos conociendo: con nombres, apellidos y también con sus carguitos.

¿No fue esta la acusación y la denuncia -clara, rotunda, incontestable desde la Fe- que, en los inicios de la  andadura terrena de la Iglesia de Cristo, hace san Pablo contra aquellos que “han salido", sí, de la Iglesia, pero “no eran” de la Iglesia?

Por no hablar de las palabras que dirige a los Gálatas: Me sorprende que hayáis abandonado tan pronto al que os llamó por la gracia de Cristo para seguir otro evangelio; aunque no es que haya otro, sino que hay algunos que os inquietan y quieren cambiar el Evangelio de Cristo. Pero aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciásemos un evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea anatema! Como os lo acabamos de decir, ahora os lo repito: si alguno os anuncia un evangelio diferente del que habéis recibido, ¡seaanatema!

Y no puede por menos que añadir, para rematar bien la faena y desenmascarar por dónde pueden venir los tiros -la tentación- de “inventar” otro evangelio y, por tanto, otra iglesia: ¿Busco ahora la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿O es que pretendo agradar a los hombres? Si todavía pretendiera agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo.

¿Por qué este lenguaje de san Pablo -directo, verdadero, con sabor de autenticidad: escrito con su vida antes que con su pluma- que puede parecer tan duro a los oídos de los que se han acostumbrado a las milongas buenistas? Lo explica él mismo sin ningún tapujo: Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio que yo os he anunciado no es algo humano; pues yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.

¿Hay algo que “interpretar” en todas estas citas para “salirse por la tangente"? “Listillos” siempre habrá. Hoy mismo leía a un sujeto que se descolgaba -una voz más. y son ya unas cuantas-  con la comunión a los católicos divorciados y reajuntados con otra por sus pistolas. ¿Su “argumentario"? ¡Cuánto sufren todos estos chicos y todas estas chicas sin poder comulgar…! ¡Pobrecitos ellos, y qué pena me dan! ¡Cómo se les va a negar la comunión, porfa! ¡No podemos ser tan duros! Si total, por darles ese gusto… tomar un poquito de pan…, ¡qué mal se hace a nadie, y qué contentos se van a poner!

Ya puestos, yo propongo -modestamente- algo mucho más “progresista” y “misericordioso": vamos a quitar ya de una vez todos los mandamientos, y vamos a decir claramente que ya no hay ningún pecado. Se quitan también los sacramentos -¿para qué sirven en estas condiciones?- menos el de la comunión, porque hay gente que sufre con sin eso, al precio, eso sí, de haberlo reducido a tomarse un pincho con los coleguis. Y nos dejamos de hacer sufrir a nadie. 

Ahora bien, si seguir a Cristo es “construir un mundo mejor", ¿alguien en su sano juicio puede creer que uno se va a hacer sacerdote para eso? ¿O religioso? ¿O monja de clausura? ¿O va a conformarse solo con la “legítima"?

Habría que ser tonto de remate, por decirlo suavemente. Pero a mí, desde luego, ahí y en esas no me habrían pillado. Si no es para salvar a las almas, ¡de qué!

22.07.16

La demolición de los dogmas, la demolición de la Iglesia.

Los ataques están en marcha, sistemáticos, virulentos, envalentonados…, y ni cesan ni van a cesar. Y no cesan, por tres motivos principales.

El primero, porque hay este empeño: hay gentes que quieren desmantelar la Iglesia con todo lo que significa, para que desaparezca de la faz de la tierra la más mínima traza del actuar -del Amor- divino en favor de los hombres. Y en ello están. Por lo que se refiere a España, ahí están los Pagola & Cía dándole al pico desaforadamente.

El segundo, porque muchos medios de comunicación están en esa misma onda. Ahí están Vida Nueva, RD, más algunas editoriales “católicas” para demostrarlo, desde el ámbito eclesial. Más todos los medios de comunicación que, sin ser “católicos” han dejado el “humanismo católico” que hasta hace unos años parecía envolverles.  Más los medios que nunca lo han sido; vamos, que ni lo han pretendido tampoco, antes al contrario.

El tercero, finalmente, porque en tantas ocasiones las voces y los gestos de los pastores alertando a sus ovejas del peligro del lobo, de las hierbas venenosas y de las aguas corrompidas, ni se han oído ni se han visto. Y así les ha ido a las ovejas, de las que los mismos obispos destacan su profunda ignorancia respecto a Jesucristo y su Iglesia -por citar lo último que ellos mismos han dicho-, lo que les impide su seguimiento; especialmente a los jóvenes. Y así les ha ido a los mercenarios que venían a saquear y destruir…, y lo han hecho: ¡vaya si han destruido, y si han saqueado! ¡Y les ha salido gratis! Mejor dicho: cobran bien por sus patochadas, pues siempre encuentran a alguien que se las publica; y se las paga, claro..

Una prueba más de lo que afirmo está en el articulito que se ha marcado Castillo -ex jesuíta, sacerdote “católico", con 86 tacos a sus espaldas- y ha recogido amorosamente RD: ¡han perdido el antifonario antes de dejar que se les escapara esta oportunidad! De ahí las prisas con que lo han puesto en circulación.

Pero lo que más horroriza -empezando por mí mismo, pero no soy el único al que estas cosas les dejan perplejos-, y lo que más escandaliza, es que, siendo el Castillo “sacerdote” como lo es, ¿no tiene un superior que le diga algo? ¿O ya está tan fuera de la Iglesia que lo de sacerdote es residual, y lo de superior es superfluo y no viene al caso?

Y estando RD -el útero amoroso y fecundo de todos estos “esperpentos"- pagada, subvencionada y consolada económicamente por tantos y tantos organismos religiosos, católicos, cuando no por entidades directamente dependientes de la mismísima CEE que sufrimos en España, que denuncia los males y deja hacer a los que los infligen, ¿tiene que seguir -la CEE, digo- consolando económicamente a RD como se mantiene a una apreciada y nunca abandonada querida?

¿Que qué es lo que ha escrito el Castillo en RD? Copio literal, y así no hace falta que vayan a la página y sumen visitantes: “ni Jesús fundó (o instituyó) una Religión, ni fundó (o instituyó) una Iglesia". Oyes, tan chuleta él…, si a los 86 años puede uno permitirse esos lujos.

Y ya lanzado por la pendiente, y sin posibilidad alguna de detenerse en pleno descenso por la velocidad alcanzada, va y remata: ¿Y quién fue Jesús? Y contesta: “Leyendo y analizando a fondo los evangelios, lo que en ellos queda patente es que Jesús fue un profeta, que transmitió a la posteridad un proyecto de vida, una forma de estar y de actuar en este mundo".

Para acabar de darle la puntilla a Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, recalca las tres actitudes fundamentales de su vida: “la salud", con curaciones milagrosas -¡nada de Salvación, oigan! ¡Nada de Redención! ¡No me sean fundamentalistas, supersticiosos y crédulos, por fa!-; “la alimentación", con los “relatos de comensalía", que así los cataloga; y “las relaciones humanas", señalando sus “enseñanzas” sobre la “felicidad, misericordia, perdón, justicia, amor, etc.".

Bueno, y así todo. ¿Para qué seguir? ¿Queda algo de Jesucristo? ¿Y de la Iglesia?

Vamos a rezar para que “quienes pueden y deben” hagan algo serio, algo que sirva de verdad a la Iglesia y a las almas. Empezando por la suya propia, claro.

14.07.16

"...si un hijo le pide pan, ¿le dará una piedra"?

¿Qué padre hay entre vosotros, que si un hijo le pide pan, le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? (…) Así pues, todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella; pues esta es la Ley y los Profetas (Mt 7, 9-12).

Estas palabras de Jesús vienen a cuento del librito que sobre la Persona y la Misión de Jesucristo ha sacado la Conferencia Episcopal Española en fechas muy recientes. Con palabras del Secretario de la Doctrina de la Fe de dicha CEE, han tardado tres años, tres; y les ha salido un poco mazacótico y denso, nada facil de leer.

El sr obispo que está al frente de dicho departamento ha señalado la falta de formación de la gente respecto a Jesucristo; y desde esa base, ¿cómo va la gente -los jóvenes, en concreto, los cita- a convertir a Jesús en el centro de su vida? ¡Si no le conocen…! Y para subvenir a tal desconocimiento se han sacado este libro. Pues muy bien.

Como no podía ser menos -dado lo que ha caído, y lo que está cayendo- han tenido que hacer un repasillo a lo que se había publicado en los últimos 30 años en España sobre el tema. Escritos y libros, nada anónimos por cierto: sus autores están ahí, y algún pellizquito de monja -con perdón-se les había dado ya desde esa Oficina, dado lo que habían sembrado toda esta patulea. Por supuesto: los autores, nada anónimos, no han hecho ni caso; ni antes ni ahora.

Al contrario, en cuanto salío el Documento de la CEE se han lanzado -desde las terminales mediáticas, y desde los autores afines -léase, por ejemplo, RD, Vida Nueva, etc.- a la yugular de las cabezas visibles de la CEE para cortárselas: ¡qué es eso de señalar! ¡para cuándo una pastoral misericordiosa…! La cantinelas que se llevan a día de hoy…, nada nuevas por cierto.

Y eso que han sido pellizquitos de monja, con perdón: una única alusión con nombres y apellidos en una nota a pié de página, y alguna alusión velada a algún otro gran prohombre de la Cristología en España. Todo misericordia y misericordioso: nada de enfadar a nadie, y menos señalar, que es de mala educación.

Constatar simplemente la ignorancia supina que han traído esas publicaciones y esos autores es de una liviandad y, si se me permite la expresión, de una frivolidad -porque obvia la podredumbre sembrada, la corrupción buscada de la Doctrina, y la construcción de muros para que la gente no se encuentre con Jesucristo- indignas de cargos relevantes del episcopado y de sus arganismos de gobierno. Todo lo cual deja en muy mal lugar a los responsables; peor incluso que a los mismos autores de esos panfletos infames.

Y ahora llego al título del artículo: “Si un hijo le pide pan, ¿le dará (su padre) una piedra?". Habría que ser un padre desalmado; un monstruo. ¿Los hay? Sí, claro.

Todos estos “pastores” que teniendo la obligación ante Dios, ante su Iglesia, ante sus fieles y ante el mundo entero de ser buenos pastores, de defender su grey, de llevarla a buenas praderas, de recogerlas por las noches o en las tormentas, y no lo hacen… Ustedes mismos.

Supongo que no será así; pero desde fuera da la impresión -de 40 ó 50 años hacia atrás- que en los pastores de la Iglesia -especialmente el episcopado y en el mundo occidental; pero hablo en general: ha habido muy buenas excepciones, y las hay- de que les ha importado un pimiento si sus hijos se comín un pan, o una piedra; si les daban pez o serpiente, trigo o cizaña, agua y vino o veneno, verdad o mentira, doctrina o herejía…

Una madre y un padre como deberían ser, cuando van a comprar fruta para sus hijos, ¿les da lo miso que esté sana o podrida? ¿Y cuando compran carne? A una madre y a un padre normales, ¿les da lo mismo que sus hijos juegos a casitas, o con pistolas de verdad y además cargadas? Cuando son pequeños, ¿les dejan ir solos a la calle? ¿Qué dirían estos jerarcas de esta gente? ¿Nada, porque quién soy yo para juzgar?

Da la impresión de que es lo que ha pasado en la Iglesia durante todos estos años: les hemos importado… NADA.

¿Esto es normal? ¿Esto puede ser lo normal? ¿Cuándo va a dejar de serlo? Porque esta sí es tarea que les compete única y exclusivamente los obispos, al Dicasterio correspondiente, y a quien firma los nombramientos.

Los de a pié podemos rezar, y vamos a hacerlo.

8.07.16

La Iglesia es Santa.

Esta es la Verdad revelada y entregada a los hombres por Jesucristo: la Iglesia Católica es SANTA. Como es también Una, y Apostólica, y Romana.

La Iglesia es Santa. Y no puede ser de otra manera, porque así ha salido de las manos de Cristo, su Fundador. Y Dios es Santo, tres veces Santo. Así lo rezamos en la Santa Misa cada día: “Santo, Santo, Santo es el Señor…". Jesús no iba a hacer y a entregarnos una chapucilla. Es que “no puede” hacerlo, porque ni quiere ni sabe. 

Además la Iglesia “es” Jesús, y forman los dos una unidad perfecta: Él la Cabeza, y la Iglesia el Cuerpo. ´Él el Esposo, y la Iglesia su Esposa. Y así como el Cuerpo sin la Cabeza está muerto -no es, es un cadáver-, y así como no hay Esposa -no es, no puede ser Esposa- sin Esposo, no hay Iglesia Católica -la Única y Verdadera Iglesia-, no la puede haber sin Cristo.

Por su parte, Jesucristo, en el actual estado de la Economía de la Gracia, “quiere ser” en su Iglesia para estar junto a nosotros de continuo, según su Gran Promesa: Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo (Mt 28, 20). 

Además, la Iglesia Católica es Santa, porque Cristo le ha dado todos los caudales de Gracia que han salido de su Costado abierto: los Sacramentos; porque le ha dado todos los caudales de Doctrina que han salido de su boca, y que iluminan todas las situaciones del hacer humano; y, finalmente. porque le ha dado todos los caudales de Vida -su propia Vida, la de Cristo-, caudales que nos vivifican y nos santifican.

De aquí, todo el rastro de santidad -en personas, en instituciones- que jalona el quehacer de la Iglesia Católica a lo largo de su Historia, desde Papas, obispos, religiosos, sacerdotes y fieles de todo género y condición: mujeres y hombres, casados y célibes, niños y adultos, pobres y ricos, efermos y sanos…: de toda raza y condición, en todo tiempo, en épocas de persecución -tal como la que nos toca vivir hoy- y en épocas de bonanza… Siempre. Jesús mismo lo había dejado muy clarito: por sus frutos los conoceréis (Mt 7, 20). Y esto, que vale para todos y en todas direcciones, ¿cómo no va a valer para su Iglesia?

¿Dónde puede estar -y está, de hecho- el problema? En sus hijos, en sus miembros: del Papa abajo, hasta el último adulto recién incorporado a Ella.

Cuando sus hijos -especialmente los que formamos la Jerarquía a todos los niveles, aquellos de los que todos esperan que sean no solo buenos hijos, sino los mejores hijos, pues tienen derecho a que lo seamos, necesitan que lo seamos-, cuando sus hijos, repito, nos desentendemos del mandato de Dios mismo: esta es la Voluntad de Dios, vuestra santificación (I Tes 4, 3); cuando sus hijos rechazamos el mandato de Cristo: Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48); cuando rechazamos la enseñanza del Magisterio moviéndonos y llevándonos a la santidad; cuando cambiamos y tergiversamos las enseñanzas de Jesucristo por “criterios” -descriterios- humanos, convirtiéndolos en razonadas sin razones, como ya denunció Jesús -y san Pablo, y la Iglesia siempre: para esto acuñó el término “hereje"-; cuando despreciamos la lucha espiritual por identificarnos con el Señor, despreciando a la vez los medios que Él nos ha dejado para lograrlo: los Sacramentos, la oración; cuando rebajamos el compromiso de amor con Dios -que esto es la santidad-, calificando la vocación cristiana de “ideal", para dejarla en el mejor de los casos para personas “selectas” que no existen (cfr. Juan Pablo II, Novo millenio inneunte: “se equivocaría quien pensara que…"); cuando damos la espalda a la vida de los primeros cristianos, que seguramente no tendrían tantos líos pastorales como tenemos ahora, pero que con una clarividencia y una fidelidad al Señor no se cansaban de llamarse “santos” entre ellos; cuando no queremos mirar a los cristianos que a día de hoy dan su vida -en sentido literal: los matan- por seguir siendo fieles a Cristo y a su Iglesia…

Entonces, y solo entonces, tenemos un problema. Pero el problema somos nosotros, no la Iglesia. Es por nosotros, sus hijos, por nuestras acciones -nuestras barrabasadas, nuestros pecados, las estructuras de pecado que nos montamos-, por lo que la Iglesia pide perdón.

Ella no. No es obra suya. Es por lo que hemos hecho sus hijos a pesar y contra Ella. Ella es Santa -sine macula, sine ruga: “sin mancha ni arruga" dirá san Agustín-; es, como la Virgen, tota pulchra:  “hermosísima; preciosa; profundamente bella". Es nuestra Santa Madre la Iglesia.

Y lo mismo que nadie en su sano juicio consiente que se insulte a su madre -el que lo hace es una mala bestia- no podemos consentir que se insulte, que se veje a la Iglesia Católica. Es la lucha en la que estamos ahora, en este momento histórico. Pero venceremos: Si Deus nobiscum, quid contra nos?!