23.06.17

Hay que reescribir la historia. ¿Por qué?

Desde que hemos empezado -a bombo y platillo, y desde una parte del mundillo “católico” que se ve que no quiere permanecer como mero espectador- con los 500 años de las proclamas luteranas, estamos asistiendo a toda una orquestación -nada inocente, por cierto, y, menos aún, inocua- de loa y alabanza -desaforada, gratuita, mendaz, antieclesial y antihistórica- del único protagonista por excelencia de todo el evento: el mismísimo Lutero, sin el cual lo de los 500 años ni existiría.

Y no creo que sea una apreciación mía, dadas las reiteradas manifestaciones -también públicas y también a bombo y platillo para no desentonar- que, acerca del tal sujeto, se están desgranando periódicamente con una constancia que, si no es “casual” tendrá que ser, forzosamente, “causal": no queda otra posibilidad.

Desde “medicina para la Iglesia", hasta “místico de la gracia” con una “abrumadora experiencia de la gracia", pasando por “testigo del Evangelio", para acabar poniéndolo al nivel de los grandes santos católicos… La verdad, como recorrido no está nada mal; pero que nada mal. Ni del padre Pío se han dicho semejantes cosas, y eso que estuvo un montón de años con estigmas, y constan además que hizo milagros en vida. Es lo único que todavía no ha dicho nadie de ese mundillo supuestamente “católico": que Lutero ha hecho milagros…; pero no tardará en caer esa breva, tal como vamos.

Lo que más impresiona -al menos a mí- de todo este “asunto” que en sí mismo sería irrelevante si no fi¡uera por las intencionalidades que lo impulsan, es que todos estos inciensos -más falsos que Judas, sin perdón- vienen del mundillo “catolico”: nadie del mundillo luterano se ha atrevido a tanto con Lutero, su padre y fundador. Lo que, en sí mismo, no deja de ser curioso. O sospechoso.

Porque todo esto es claro que no es “casual” sino “causal", como he dicho antes. Y ¿por qué lo digo y en qué me baso?

Los bienintencionados -que los hay: es su problema, no el mío- pueden pensar que detrás de todo este bien montado tinglado está la tan socorrida y anhelada “ansia ecuménica”. Por cierto y como inciso: no sé por qué se insiste en eso si el mayor pecado de los católicos es el “proselitismo"… ¿O será que el ecumenismo no es proselitista? Debe ser eso seguramente, claro. Perdón, porque no había caído. Debe ser que el ecumenismo es darle a la “sinhueso” para justificar unos cuantos sueldos y unos cuantos cargos; no porque nadie pretenda que los herejes se den cuenta de sus herejías y rectifiquen y vuelvan a su verdadera casa que no debían haber abandonado nunca.

Decía que los bienintencionados pueden pensar eso; y que la “unión” con los “hermanos separados” bien merece unas alabanzas -aunque sean mendaces y falsas- al causante de la escisión, ruptura y pérdida de la mitad de la Iglesia Católica en Europa. Y de la pérdida de las raíces cristianas de la misma Europa, a día de hoy; aunque esto último no es solo culpa de los luteranos: hay muchos católicos muy plingaos en tamaño desatino y en la consecución de semejante desastre, eclesiásticos y laicos, pero “católicos".

El ecumenismo bien puede ser un mero trampantojo, y el que se lo crea es su problema. No van por ahí los tiros últimos de toda esta “desmesura"; por decir algo misericordioso, que se lleva mucho ahora en la Iglesia.

¿Hay algo más allá del ecumenismo? Pues, en mi opinión, si. Y se le escapa -o no- al autor de la frasecilla “místico de la gracia” -un auténtico obispo católico, que fue profesor durante bastantes años de un seminario- cuando deja entre interrogantes al Concilio de Trento en una pregunta que puede parecer favorable al mismo…, pero que no lo es, por la pregunta que le precede.

Las preguntas son: “¿Quizás Lutero estaba en lo correcto al expresar su extática experiencia del amor divino de una manera tan distintiva? ¿Quizás el Concilio de Trento tenía derecho a ofrecer un claro correctivo teológico a la forma en que Lutero formulaba la relación entre la fe y las obras y entre la Biblia y la razón?". Y contesta “afirmativas las dos". Cosa que, evidentemente, no puede ser asumido por la fuerza de lo que contienen: si tiene razón Lutero, no puede tenerlo Trento. 

Y este es el quid: hay que entrarle ya a Trento. Hasta ahora, a nadie desde la misma Iglesia se le había ocurrido tal cosa. O quizá ocurrido sí, pero se había cuidado muy mucho de decirlo a los cuatro vientos, pública y visiblemente. Hay que entrarle a Trento: esta es la última “consigna” de ese submundo que está en la Iglesia, y ha salido de la Iglesia, pero que yo no es la Iglesia, como denuncia san Pablo.

¿Por qué? ¿Por qué hay que cargarse Trento? Porque Trento salvó a la mitad de la Iglesia; que siguió siendo CATÓLICA precisamente por el Concilio de Trento. La prueba es que en todos los sitios a donde Trento no pudo llegar se perdió la Fe y desapareció la Iglesia. Por esto molesta Trento. Y hay que darle. Y desprestigiarle. Porque Trento es la Fe y la Doctrina y la Disciplina de la Iglesia Católica.

¿La razón última de todo este desmadre? La razón última es muy fuerte. Y adelanto que es solo mi opinión, que puede estar perfectamente equivocada. Pero yo no pretendo ser el Credo, sino que estudio las cosas, intento comprenderlas y doy una explicación. Y a veces, como ahora, puedo aventurar lo que puede haber detrás.

¿Qué puede haber detrás? Dos cosas, una a corto y otra a largo plazo; y las dos con la Iglesia -la única que existe- como objetivo a batir. 

A corto: Trento impide este “ecumenismo” pret à porter que se quiere imponer deprisa y corriendo. Lo de Lund fue un anticipo,y un aviso a navegantes. De ahí las declaradas “canonizando” a Lutero, por ejemplo.

A largo: la misma Iglesia, que sinTrento se queda sin pilares: no se sostiene; como se ve día sí, día también con las burradas que se están haciendo -y no solo diciendo- públicamente. Y que nadie corrige, al menos públicamente. Y debería saberse, para bien de las almas, si ha sido así.

17.06.17

Lo que no debería ser nunca en la Iglesia... ¡es!

Y no es casualidad. Que podría ser…, pero no lo es. No. La reiteración de casos, uno tras otro, todos con el mismo “corte” y cogeando de la misma patita…: no puede ser casual. Máxime cuando tras la primera, no hubo ningún “aviso” declarando que no era correcto. Y luego vino otra; y tampoco una palabra desautorizando tal “praxis". Y luego otra. Y otra más. Y siempre con el mismo “sllencio” por parte de la “autoridad competente": “silencio administrativo", que parece significar: “muy bien".

Porque -y aquí viene lo “gordo": por usar una palabra coloquial, y no la que se merece el asunto; ya perdonarán-, cuando la situación ha sido a la inversa -que esto también lo ha habido, y públicamente-, es decir, cuando se ha dicho lo contrario a lo anteriormente expuesto, también ha habido “silencio administrativo", pero con un significado bien distinto: “a callar".   

O sea: para una misma cuestión con dos “soluciones” absolutamente contrarias y contradictorias, la “respuesta” de la cúpula ha sido prácticamente la misma: “silencio administrativo"; pero con un significado también contrario y contradictorio: aplauso y confirmación -público y generalizado- y, además, deprisita, para que no enfriara el tema y así lo pillara todo el mundo: es el caso de las propuestas pastorales de los obispos de la región de Buenos Aires, a la que respondió el mismo Papa aplaudiendo y confirmando; o poner en evidencia a los que se manifestaban en contra. No es de extrañar que se reiteren los casos “merecedores” de aplausos. Y empieza a haber ya una auténtica carrera: al parecer, al grito de "tonto el último".

¿A qué me refiero? Al tema de “la comunión a los católicos divorciados -por lo civil, claro- y arrenjutados “en coyunda marital", también por lo civil y, además -no hay que olvidarlo, porque es lo que pasa-, también “por sus pistolas”: lógico y de momento; porque tal como están las cosas, no me extrañaría que más pronto que tarde hubiese “segundas nupcias” por “lo religioso". Y hablo del ámbito católico, que es el único que me interesa, porque es en el que he nacido, vivido y, si Dios me da esa gracia, también morir.

Y no es casualidad. No lo puede ser.

¿Se pronuncian los obispos del area de Buenos Aires a favor del tema? Aplauso vaticano sin faltar ni un segundo.

¿Un obispo argentino monta lo que no está escrito: toda una “Misa solemne” en su catedral para dar la comuión a 30 “parejas” de “católicos divorciados y arrejuntados", tras un camino de acompañamiento y demás -bla, bla, bla-? No se ha oído la más mínima “pega” por parte de quienes deberían. Supongo, claro. Por cierto, la calificación moral de tal “misa", y más especialmente la referida al promotor del “evento", la dejo para los que no tienen miedo a juzgar, y a ser juzgados… Y no pongo la que a mí me merece, para no influenciar en los juicios ajenos.

¿Salen unas praxis pastorales de los obispos de Sicilia en la misma línea…? Silencio administrativo; o sea, “amén", de la misma autoridad.

Y antes los de Malta. Y así toda una cadena, que no es casualidad. No lo puede ser. Ni lo de los promotores, ni lo de la respuesta -o no- de la “autoridad competente", del ámbito y alcance que sea; que en cada caso puede no ser la misma, al menos en su recorrido corto.

Por supuesto que ha habido voces en contra, empezando por las “dubia” de cuatro cardenales: “silencio administrativo", con el significado neto de: “a callar". Los obispos polacos que también se han pronunciado en contra, y a los que nadie les va a entrar estando tan cerca el recuerdo -y la presencia- de Juan Pablo II. Y algún caso, más bien aislado que otra cosa, en la misma línea…

Y todo esto viene de una misma fuente: un “documento papal” -con fecha y firma-, que no ha pretendido nunca ser “magisterial” -lo escribe él mismo ahí explícitamente-, sino más bien como una reflexión personal, animando a plantearse con valentía las cuestiones de actualidad -que están ahí-, pensar soluciones…; y sugiere tmbién posibles planteamientos, dejando “abierto” el tema, pero apuntando una “solución” que es la que ha traído todo este maremagnum… Todo ha empezado aquí, haya escrito el Papa lo que haya escrito.

Y esto es lo que nunca debería haber pasado. Y es lo que nunca deberia haberse dejado que llegara hasta aquí.

Porque no estamos hablando “del uso del agua bendita para ciertas ocasiones". Estamos hablando del Sacramento del Matrimonio, del Sacramento de la Confesión, y sobre todo y por encima de todo: del Sacramento de la Eucaristía, hacia el que “miran", porque de él emanan o a él se dirigen, todos los Sacramentos de la Iglesia.

La Iglesia misma “vive de la Eucaristía” (Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia. Juan Pablo II, 17 de abril de 2003). ¿Cómo puede entonces, desde la misma autoridad de la Iglesia, dejar hacer de un modo no solo divergente sino absolutamente contrario en tema tan profunda y esencialmente cristológico y eclesial? ¿Es que ya da lo mismo?

¿Alguien cree -en su sano juicio- que este tema se puede resolver en la Iglesia con la “tipología rajoy"?

Si la Iglesia se rompe en esto, se rompe del todo y en todo. Por eso he escrito este título: “Lo que no debería ser nunca en la Iglesia [ni debería haber sido nunca]…, ¡es!".

¡Hay que rezar hasta que se nos pelen los labios!

12.06.17

La liturgia interconfesional de Salamanca

Con gran éxito de público y crítica, y con motivo de los 500 años de la Reforma protestante, se ha celebrado en Salamanca (España, todavía y por el momento) por primera vez la liturgia luterano-católica: Common Prayer. “Del conflicto a la comunión", presidida por un buen plantel de figuras de diversas vitolas litúrgico-religiosas.

Por cierto y con ánimo de señalar, estoy convencido de que una cosa así solo podía darse o en la UPSA o en Comillas; y, en este caso, se adelantó Salamanca.

Prosigamos. Tan buen plantel que, en la clausura del evento, en la iglesia de La Clerecía de dicha ciudad, prácticamente había más gente arriba, en la presidencia, que abajo, en los bancos del público, donde raspaban la veintena de asistentes. ¡Todo un logro ecuménico de primer orden! Porque ya se sabe que las cosas siempre empiezan por poco, y las semillas plantadas suelen ser pequeñas en comparación con lo que dan luego de sí. Esperanza es poco…

Allí estaban el secretario del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, Brian Farrell, que presidía el Congreso de Teología, y el secretario general de la Federación Luterana Mundial, Martin Junge; allí no podía faltar -y no faltó, por razones obvias-, nuestro presidente de la CEE, Ricardo Blázquez; y estaba también el pastor de la Iglesia Evangélica Española, Pedro Zamora. Entre otros.

El problema me ha surgido cuando he empezado a leer alguna de las intervenciones de los predicadores y oradores; ya digo, todos ellos de postín, con curriculum y pedigrí, al menos a priori.

Porque claro, ya en la nota de prensa que sacó la UPSA, que tan brillántemente preside su rectora, lees que “la Liturgia es una conmemoración ecuménica, entre luteranos y católicos, que refleja en su estructura litúrgica básica, el tema de la acción de gracias, la confesión y el arrepentimiento, etc., etc.”.

Y ya ahí me he quedado pasmado; porque, en mi ignorancia, no sabía que los luteranos tenían “la confesión”, que en católico significa, sobre todo, el Sacramento de la Confesión, o del Perdón, o de la Penitencia, o de la Reconciliación. Vamos: lo que uno hace y a donde uno acude para confesarse de sus pecados, previo examen de conciencia, dolor de los pecados y propósito de la enmienda, a los que sigue la acusación de todos ellos, para cumplir finalmente la penitencia que te hayan impuesto. Vamos, un clásico de toda la vida de Dios en su Iglesia.

En segundo lugar, significa también la proclamación o defensa de la Fe: confesar la Fe, a veces a costa de la propia vida, como está pasando con los cristianos coptos en Egipto, o como ha pasado y pasa en Irak, Siria, Pakistán, India, Filipinas, Kenia y Nigeria, y en tantos otros sitios; porque la Iglesia es la primera institución que sigue sufriendo persecución a nivel mundial.

Y esto no son ocurrencias mías, ¡líbreme el Señor! Precisamente en la declaración Dominus Iesus, de 6 de agosto de 2000, después de recordar que Jesucristo es el único Salvador -frente a algunas propuestas que sugerían otras salvaciones y redenciones en paralelo-, se hacía también una alusión expresa -siguiendo al CV II- a que, mientras los ortodoxos son verdaderas iglesias locales, las comunidades eclesiales surgidas a partir de la Reforma protestante, debido a los avatares doctrinales e históricos, han perdido algunos elementos de eclesialidad, como son el ministerio y la Eucaristía [se debe sobreentender necesariamente que tampoco tienen Sacramento de la Penitencia]; por lo tanto, concluía, no son verdaderas “iglesias en sentido propio", sino más bien eso: ‘comunidades eclesiales’. Serán “iglesias” -añado yo de mi cosecha-, secundum quid -o sea, “de tercera regional"-, tomándole prestado el término a Santo Tomás de Aquino, uno de mis primeros maestros. Y lo de ‘comunidades eclesiales’ no supera tampoco ese baremo.

Esto, la verdad, les escoció mucho, muchísimo; de ahí sus protestas de entonces y de ahora. Y de ahí sus intentos -acomplejados y salidos de madre- de trasplantar los imperativos de la modernidad y la mundanidad a “su” realidad. Y nos lo quieren contagiar. Y aprovechan estas cosas. Pero es que, además, hay católicos encantados con el contagio, como se puede ver y oir, porque a la vista está.

Puntaliza la Dominus Iesus: “El encuentro entre las religiones no puede darse con una renuncia a la verdad, sino con su profundización. El escepticismo no une, ni tampoco el pragmatismo. Estas dos posiciones lo único que hacen es abrir la puerta a las ideologías que, después, se presentan todavía más seguras de sí mismas. […] La religión [no cristiana]… está siempre bajo el riesgo de perder su propia naturaleza. La religión puede enfermar y convertirse en un fenómeno destructivo.”

Y remata: “El diálogo [del cristianismo con otras religiones; y, por tanto, lo mismo la oración conjunta] no es una diversión sin un fin claro, sino que se dirige a la persuasión, al descubrimiento de la verdad, pues de otro modo carece de valor. […] El diálogo entre las religiones debería convertirse siempre en la escucha del Verbo, que nos señala la unidad en medio de nuestras divisiones y contradicciones.”

Pero claro. Con esto por delante, vas luego a la conferencia del líder alfa del luteranismo -una figura meramente simbólica en su propia realidad luterana, por otro lado-, y cuando llegas a aquello de “son 1.500 años de historia común” -ojo: “común” dice el tal líder, cuando es historia de separación y de segregación; y “por herejía", ni más ni menos-. Y para rematar su tirada de la moto -vamos, que estaba crecido el buen señor- añade: “la historia de las iglesias luteranas no comienza en 1517 sino en los tiempos de los primeros apóstoles (…) esa convicción tan obvia sigue tardando en imponerse en la vida de nuestras respectivas comuniones". ¡Y lo que tardará, chati!

Y aquí me he platado, la verdad. ¿Podría alguien explicarme dónde está el luteranismo -que “nace” en 1517, lo afirma él mismo-, en los tiempos de los apóstoles? ¿En los tiempos de los apóstoles estaba lo de las obispas, lo de los homosexs y las lesbis entre sus miembros y jerarcas? ¿Estaba no tener más sacramento que el bautismo? ¿Y no hacer ni caso de Pedro; es más: abominar de él, precisamente por ser Pedro, y abominar -y marcharse- de la Iglesia de la que es Piedra?

Podría seguir; pero todas estas preguntas son inútiles porque, mientras no se admita que lo que se busca es la verdad de Cristo -lo que dijo e hizo el Señor-, no hay ecumenismo ni digno de ese nombre, ni siquiera posible…; excepto si consideramos el ecumenismo como un mero ejercicio pseudoreligioso que se entretiene en hablar del sexo de los ángeles. O así.

Lo de la UPSA bien podría llamarse “el contubernio de La Clerecía". Lógicamente con las firmas al pie de los del pedigrí.

Siempre con todo el respeto a quienes piensan y creer y esperan distinto, por supuesto. Porque cada uno se apunta a lo que quiere; que esa libertad aún la tenemos. Creo. Y cada uno también se autoengaña con lo que quiere y como quiere.

2.06.17

"El diablo no existe". El "papa negro", sí

Lo acaba de declarar, tal cual y de un tirón, el sr Sousa, actual jefe supremo o prepósito general de los jesuitas de todo el mundo: “el diablo es un invento de los hombres". Hay que reconocer que, al menos, ha tenido la delicadeza de no dar nombres; ni siquiera el de Benedicto XVI, que no sé por qué se me viene ahora mismo a la memoria.

Y es un “invento", sigue empecinadamente intentando explicar su increíble invento, diciendo que “era un modo de dar nombre al mal". Está todo en una entrevista a un diario español de cuyo nombre no me acuerdo: palabrita… Pero está.

Este buen hombre es todo un hereje declarado; no “camuflado” porque no pretende ocultar nada de nada. Bien porque tiene barra libre, y así lo cree él; bien porque de la doctrina católica no solo no tiene ya ni un remoto recuerdo, sino que está en perfecto y total desacuerdo con ella. Y lo dice. ¿Qué pasa?

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20.05.17

Las ideologías del mal

Estamos sufriendo -aunque no lo queramos, que no lo queremos; pero se nos impone por la mera fuerza de las leyes inhumanas que nuestros embrutecidos legisladores nos regalan-, toda una brutal violencia, inimaginable hace apenas 25 o 30 años.

Violencia, que no solo no es ningún eufemismo ni mera exageración, sino que es la desnuda realidad, porque llega hasta matar y matarnos. Aborto y eutanasia están al orden del día. Y hasta llegar ahí, los espectáculos, día sí y día también, de padres pegándose en partidos de fútbol de sus hijos; de chicas pegándose en la calle mientras los compañeros de clase gritan “¡mátala, mátala!"; la misma “violencia de género” -la genere el hombre, la mujer, o el “neutro” de guardia- y que no puede sustraerse a lo que es: violencia…

Pero mucha más violencia, porque no es “física” sino MORAL -y precisamente por eso es más destructiva-, hay y se genera cuando se “educa” -¡qué sarcasmo y que burla para alumnos y padres!- para que los crí@s con 12 años estén ya enganchados en la bebida, en la droga y en el sexo; o cuando se genera -y se financia con dinero público- toda una mentalidad que lleva a ir unos ciudadanos contra otros, a enfrentar unas regiones contra otras, y unas instancias ciudadanas contra otras…

Para más inri, el código penal que nos han “regalado” nuestros legisladores protege más al delincuente que al ciudadano honrado: ahí están los que han sido pillados y juzgados decenas de veces, y están en la calle, tan campantes; o los ocupas que han denunciado a los dueños del inmueble que les cambió la cerradura y no les dejaban entrar: y el juez les ha dado la razón. Por último, nuestros políticos destacan más por las corrupciones en las que se enfangan -y que generan a su vez, como un alud de corruptos y de corrupciones- que por su honradez de vida, pública y privada.

¿Cómo se ha llegado a este estado de cosas, y en un tiempo record?

Aquí es donde entra en juego el título que explica -y denuncia- todo este tinglado, inhumano por inmoral, y corrosivo por naturaleza: “Las IDEOLOGÍAS del mal". 

San Juan Pablo II ya denunció hasta desgañitarse las que llamó “las filosofías del mal” -de donde tomo prestado el título-, desenmascarando el nazismo y el marxismo como las dos ideologías que más cruelmente se habían levantado contra el hombre, al que decían pretender “servir” e incluso “salvar".

Una claración: he sustituido a propósito el término “filosofías” por “ideologías” porque, dado el nivelón cultural en el que nos movemos en sociedad, podría resultar algo más “cercano", intelectualmente hablando, el segundo que el primero; pero y a día de hoy, en el fondo, vienen a ser lo mismo; porque la propia filosofía, desde Descartes a nuestros días -y salvo honrosas excepciones que las hay-, renunciando a su ser y tarea -"mostrar lo que las cosas son"-, se ha convertido en una ideología más, pretendiendo que las cosas sean lo que nos dé la gana que sean, que es lo que define exactamente a las ideologías. Y así le luce el pelo: a la filosofía y a nosotros, sus conejillos de indias.

Se ha sustituido el “respeto” a la verdad de las cosas -me he resistido a poner “amor” a la verdad de las cosas, porque hoy ya no se entiende de qué va el tema- por el “voluntarismo” -las cosas son lo que yo quiero que sean-; por el “buenismo” -las cosas son buenas y seguirán siendo buenas… “porque lo digo yo"; y así empalma con el primero-; por el “democratismo” -las cosas son lo que decide la mayoría, aunque sea a base de chanchullos: y empalma con los dos anteriores-; por el “positivismo jurídico” -las leyes que se generan no responden a criterios objetivos de bondad o maldad, superados por la fuerza de las cosas: solo dependen de la voluntad del legislador que, supuestamente, “hace caso” a la mayoría numérica; lo que además de ser falso de toda falsedad, porque sucede exactamente al revés, empalma también curiosamente con todo lo anterior-; por el “laicismo” -que pretende desbancar a Dios y a la religión del orden social: porque sí, o porque me da la gana-; y el rizo de los rizos, el no va más de “lo moderno” -que no resiste, por cierto, la más mínima confrontación con la verdad y con la realidad.: la “ideología de género” donde uno es lo que quiere ser: hoy nene, mañana nena, pasado “neutro", al otro gato, el mes que viene viborilla, y así…: “voluntarismo” en estado superlativo, aunque se dé de coces con la realidad reflejada en el espejo.

Todo esto se blinda en dos horizontes. El primero, en el del lenguaje -que genera “cultura", es decir “pensamiento"…, aunque la “pseudorealidad” que imponen sea lo contrario a “pensamiento” y “cultura"-, haciendo decir a las palabras lo que nunca han dicho. Y, en segundo lugar y para que esto se imponga verdaderamente, “se hacen” las leyes a la medida, y se persigue al discrepante precisamente por discrepante, sin entrar a si tiene razón o no, porque “tener razón” está obsoleto.

Así, poco a poco -"despacito"-, nos hemos metido otra vez, de hoz y de coz, en los engranajes de las ideologías más feroces, hijas del nazismo y del marxismo: las que destrozan al hombre y sus creaciones: familia, sociedad, cultura, ética, religión, hijos, verdad, bien.

Lo de los libros de textos para chavales -y no solo en Cataluña, que conste; y desde hace muchos años- son la demostración real y práctica de lo que acabo de escribir, aunque sea en un tema menor. Y todo, claro, con la complicidad, activa y pasiva, de los poderes públicos, y pagado -eso también-, con nuestro dinero, no con el de ellos.