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20.09.16

"Jesús no condena a nadie"

“Jesús no condena a nadie". Esta afirmación tan rotunda, ¿es cierta? Y, en caso de serlo, ¿en qué sentido? ¿Tiene un valor absoluto, viniendo a significar para tanta gente que “nadie se condena, que nadie está condenado, que el infierno está vacío porque nadie va"?

Que Dios -que Jesús- no condena a nadie es verdad. ¿En qué sentido? En el de que la Voluntad de Dios, expresada visible y eficazmente en la entrega de su Hijo en favor nuestro, “por nuestra salvación", es una verdad de Fe, contenida y proclamada -rezada- en el Credo por todos los católicos. De hecho, no hay ni una sola escena del Evangelio en el que se vea y se oiga a Jesucristo condenar a nadie. Y eso que a veces es muy explícito con su calificativos, como cuando le dice a Pedro: “¡Apártate de Mí, Satanás, que me escandalizas!". Pero no le condena.

Por otro lado, esto no significa que todo es jauja -¡viva la pepa!-, porque no lo es. Son numerosísimas las veces en las que Cristo se refiere al Cielo: tantas, al menos, como en las que hace referncia al Infierno. Luego si podemos y debemos afirmar que el Cielo existe -lo ha dicho Él-, por la misma razón hemos de afirmar y admitir que el Infierno existe: lo ha dicho Él.

De hecho, no es un tema que haya dejado en un rincón oscuro, o que haya barrido bajo la alfombra: lo manifiesta por activa y por pasiva, a lo directo -en un lenguaje que no admite otra interpretación que la literal-, y en parábolas cuya conclusión es exactamente esa: que hay Cielo y que hay Infierno; porque hay bendición para unos y maldición para otros. “El que crea se salvará; el que no crea se condenará", por poner un ejemplo entre muchísimos. Lo mismo que cuando habla del Juicio Final, donde separa -Él, por cierto- a unos de otros, “como el pastor separa a las ovejas de los cabritos". Y para nada los coloca en el mismo lugar, porque para nada han obrado de la misma manera, sino de modo opuesto unos y otros.

Entonces, si la Voluntad de Dios es salvífica, si la Redención obrada por Cristo es “universal y sobreabundante", ¿no es esto contradictorio con que haya Infierno y con que haya gente que se condene? Seria en una visión muy superficial, por no decir otra cosa. Y vamos a ello.

C.S. Lewis, que no es católico, se lo plantea; y se lo plantea en profundidad. Escribe: En el mundo hay dos clases de personas: aquellas que gastan su vida diciéndole a Dios “hágase Tu voluntad", y aquellas que gasta su vida diciéndole a Dios “hágase ‘mi’ voluntad". Éstas son las que se han metido en el Infierno, y han echado el cerrojo por dentro. Deja bien claro una serie de cosas, todas tan relacionadas entre sí que no pueden separarse, pues no se entendería nunguna de ellas por sí misma.

En primer lugar, Dios no “echa", “no tira” a nadie al Infierno: el Infierno no es la “venganza” de Dios Padre. Ni lo es ni lo puede ser, porque es un Padre amorosísimo: “Tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su propio Hijo".

En segundo lugar, la Salvación es fruto de la Redención obrada por Jesús, y nunca es solo obra nuestra: la “sola fides” no salva a nadie, de ahí lo desprestigiada que se ha quedado. Y siendo en sí y por sí “universal y sobreabundante", sin embargo “no obra nunca su eficacia sin nosotros". Como dice Jesús mismo: “Venid, benditos de mi Padre: porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis…". Por contra, también dice: “Apartaos de Mí, malditos, porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis…” Y remata: “E irán estos al fuego eterno, y los justos a la vida eterna".

Jesús vuelve a dejar claro que hay Cielo, que hay Infierno, y que hay gente que va al Cielo, y gente que va al Infierno. ¿El motivo de un destino u otro? La libertad personal: si hemos escogido vivir para lo que Dios mismo ha dispuesto para nosotros -la imitación de Cristo, la santidad personal, nuestra vocación de hijos de Dios queridísimos en su Iglesia, pisar donde Cristo ha pisado- o, por contra, vivir según nuestros propios baremos, que solo por casualidad podrían coincidir alguna vez con los suyos; porque, como Él mismo nos ha revelado: “Mis caminos no son vuestros caminos; mis sendas no son vuestras sendas". Y solo Cristo salva.

Esto, que nos lo ha dejado meridianamente claro Él mismo con su Pasión, Muerte y Resurrección, con integrarnos en su Iglesia, con dejarnos todos los caudales de Gracia que nos ha obtenido, con quedarsenos Él mismo “hasta el fin del mundo", y con enviarnos a su Espíritu Santo…, esto es lo que hay que aceptar para alcanzar el Cielo: ese Cielo que ya tenemos concedido por parte de Dios -como nuestros primeros padres tenían ya concedido el Paraíso -estaban metidos bien dentro-, y que solo se pierde por el pecado; como lo perdieron ellos, Adán y Eva, con su pecado.

Esto es lo que nos tenemos que creer: que “Dios que te creó sin tí, no te salvará sin tí", como nos dice san Agustín. Y como nos ha dicho Jesús: “el que crea se salvará; el que no crea se condenará".

Como dice el refrán castellano: “el que quiera peces…".