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26.12.18

Dos homilías de Navidad

Homilía de la Misa de Medianoche de Navidad

Jesucristo recién nacido nos enseña a vivir. en particular nos enseña que hacer con las cargas y decepciones que vamos encontrando por el camino. Su sola presencia en medio de nosotros transforma esa decepción en profundo asombro y gratitud y nos dispone para servir a los hermanos como él lo hizo.


Homilía del Día de Navidad

Jesucristo: tan cercano pero siempre Santo entre los santos y Señor de Majestad y Gloria.

6.02.18

¿Por qué es tan importante que las lecturas de la Misa sean siempre de la Biblia?

Un amigo que estuvo en Holanda me contó que en una iglesia, supuestamente católica de allá, habían reemplazado una de las lecturas de la Misa por un texto no sé si era de Buda o de Confucio. A mí eso me pareció extraño pero él me dijo que estábamos muy atrasados en nuestros países. Yo la verdad no supe qué contestarle pero sigo pensando que no es correcto lo que hicieron allá. Así que la pregunta es: ¿Por qué es tan importante que las lecturas de la Misa sean siempre de la Biblia? Gracias por su ministerio. – Maria C.H.

* * *

La razón principal por la que las lecturas de la Misa vienen de la Biblia y sólo de la Biblia es por la unidad que tiene la celebración eucarística. Sabemos que tiene dos partes: Liturgia de la Palabra y Liturgia de la Eucaristía. Pero esas dos partes no están sencillamente yuxtapuestas sino que tienen una unidad intrínseca que debe preservarse, valorarse y enseñarse oportunamente.

En efecto, el Cristo que se nos da como alimento es el mismo que nos habla a través de su Palabra. Dice hermosamente la Carta a los Hebreos en su comienzo: “Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo. A este lo designó heredero de todo, y por medio de él hizo el universo. El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa.”

Esto nos indica que no leemos textos de la Escritura por llenar tiempo o para inspirarnos y decir cosas bonitas sino para reconocer a Cristo y para sentir hambre de Cristo–hambre que será oportunamente saciada en el banquete del sacramento eucarístico.

25.12.17

Atreverse a decir: FELIZ NAVIDAD

El mundo laicista quiere convertir tus convicciones religiosas en ofensas que deben prohibirse. Según ese esquema el crucifijo debe quitarse porque molesta u ofende a los que sienten repugnancia por la idea de que Dios haya revelado su ser y su salvación a través del sacrificio de la Cruz.

El pesebre–siempre según el laicismo–debe quitarse porque les fastidia a los que consideran que ese “mito” no tiene que ver con ellos. Las procesiones, el texto de los mandamientos, los nombres de las calles… todo lo que enuncie lo que tú crees debe desaparecer de modo que nadie se sienta ofendido.

Lo que no explica ese esquema es por qué mi convicción es una ofensa. Si mi convicción brota de lo que identifico como mi propio ser, entonces reprimir la expresión de mi convicción no es otra cosa que la negación de lo que yo soy.

Supongamos que alguien considera que no hay prenda de vestir más absurda y ridícula que la falda. Y entonces considera ofensivo que alguien, sea hombre o mujer, use una falda. ¿Deberían prohibirse las faldas? Si alguien se siente fastidiado o humillado por que otro use una gorras o cachucha, ¿habría que prohibirlas? Si alguien considera que las sandalias son ofensivas, ¿hay que hacer una ley que las proscriba?

Dicho de otra manera: ¿por qué la ofensa subjetiva de unas personas debe convertirse en norma objetiva que coarta la expresión de las convicciones y el ser de otras?

En efecto, si nadie protestara nunca por los pesebres o los crucifijos no habría leyes que los restringen. Entonces cabe la pregunta dicha: ¿por qué la opinión de unos debe convertirse en norma coercitiva contra otros?

Sólo hay una explicación: porque a quienes detentan el poder les estorba lo que representan esas convicciones, y por ello aprovechan el supuesto o real fastidio de unas minorías para imponer lo que de todos modos quieren hacer.

Es decir: totalitarismo. Quedamos informados.

17.07.16

Anuncio de gracia

No se pueden hacer las obras de Dios si Dios no ha obrado primero en nosotros: tal es el mensaje central de esta homilía para Domingo XVI de Tiempo Ordinario, en el ciclo C. Predicación ofrecida en el Monasterio de Dominicas de Palencia, España.

Las lecturas a que se hace referencia son: Lucas 10, 38-42 y Génesis 18, 1-10a.

21.06.16

La altanería de Senaquerib y la poderosa fe de Ezequías

Homilía sobre este texto, con una aplicación al hoy de la Iglesia en el mundo:

En aquellos días, Senaquerib, rey de Asiria, envió mensajeros a Ezequías, para decirle: “Decid a Ezequías, rey de Judá: “Que no te engañe tu Dios en quien confías, pensando que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. Tú mismo has oído hablar cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países, exterminándolos, ¿y tú te vas a librar?"”

Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó; después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró: “Señor, Dios de Israel, sentado sobre querubines; tú solo eres el Dios de todos los reinos del mundo. Tú hiciste el cielo y la tierra.

Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha el mensaje que ha enviado Senaquerib para ultrajar al Dios vivo. Es verdad, Señor: los reyes de Asiria han asolado todos los países y su territorio, han quemado todos sus dioses, porque no son dioses, sino hechura de manos humanas, leño y piedra, y los han destruido. Ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que tú solo, Señor, eres Dios.”

Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: “Así dice el Señor, Dios de Israel: “He oído lo que me pides acerca de Senaquerib, rey de Asiria. Ésta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: ‘Te desprecia y se burla de ti la doncella, la ciudad de Sión; menea la cabeza a tu espalda la ciudad de Jerusalén. Pues de Jerusalén saldrá un resto, del monte Sión los supervivientes. ¡El celo del Señor lo cumplirá!

Por eso, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no disparará contra ella su flecha, no se acercará con escudo ni levantará contra ella un talud; por el camino por donde vino se volverá, pero no entrará en esta ciudad -oráculo del Señor-. Yo escudaré a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi siervo."”

Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, se volvió a Nínive y se quedó allí.

(2 Reyes 19, 9b-11. 14-21. 31-35a. 36)