Hacia las aldeas paganas de la frontera de Ghana (OGP-MCD África)

Si hay algo que en África no se respeta demasiado son los horarios. Mi buen amigo Francois, que generosamente se encargó de gestionar el transporte hasta Bouna, me había dicho que partiría de la “terminal” entre las 3.30y 4pm. Precavidos, llegamos por las dudas 30 minutos antes. ¡Menos mal! Pues el vehículo partió a las 3.15 (es muy común aquí que, lejos de manejarse con horarios definidos a priori, los transportes partan una vez que llenaron su capacidad. Es decir, uno puede partir enseguida o a las 3 horas…).

La camioneta en cuestión era una Traffic de los años 80 que literalmente se caía a pedazos. La puerta corrediza del costado, por ejemplo, se quitaba y se ponía nuevamente cada vez que un pasajero debía bajar.  No sé cual sería la capacidad real recomendada de ese vehículo, pero lo cierto es que ¡éramos 30! (los conté uno a uno). Por supuesto, nada de aire acondicionado para defendernos de los 39 grados que se registraban en ese momento… Pero por suerte, más allá de este tipo de incomodidades esperables en el África remota, no hubo demasiadas paradas y llegamos en tiempo de tres horas y media.

Al llegar ya estaba oscureciendo. Comí algo rápidamente en un puesto callejero y me propuse a conseguir algún hotel o habitación. Creí que aun siendo un pueblo pequeño iba a poder conseguir algo relativamente rápido. ¡Me equivoque! De un lado al otro iba con mi valija… Cuando finalmente encontré uno, me metí y pregunto el precio: ¡¡100USD!!!! Y créanme: era realmente una choza mugrosa… Pero claro, seguramente aquel hombre me vio extranjero, blanco y cansado y quiso probar su suerte. Me reí en su cara y me fui con mi compañera valija a probar suerte a otro lado. A poco caminar, sin querer, terminé metiéndome en una casa privada, pensando que era un hotel. Salió enseguida una señora mayor, haciéndome notar mi equivocación. Pero mientras me acompañaba a la puerta de salida, empezó a conversar conmigo (hablaba muy poco inglés) y le expliqué mi problema.  Mi presencia no era la mejor… Vestía una musculosa (mojada por agua) y el sudor recorría cada centímetro de mi piel. No obstante, la mujer se mostraba cada vez más amable y abierta; sobre todo cuando mencioné que era un misionero católico que venía de Bondoukou. En cuestión de segundos mando a llamar a su hijo para que me ayudara a buscar un alojamiento, y éste, bien dispuesto, me consiguió rápidamente una habitación a un precio razonable, e incluso me llevo allí en auto.

Nomás comenzaba a desensillar mis bártulos, me llama esta buena mujer para invitarme a cenar con su familia. Acepté inmediatamente. Era una familia cristiana tradicional de allí (compuesta por católicos y protestantes). Nomás llegar me recibieron con un cálido saludo y una cerveza fría (no soy de tomar cerveza, pero con el calor que hacía me hubiera tomado hasta el agua de un florero, si estaba fría). La comida no podría haber sido más gustosa: pollo asado y papas. Conocí mucha gente interesante allí y hablamos de absolutamente todo (particularmente, estaban preocupados por la violencia y el avance del Islam en la zona). Patrice, padre de familia, es un francés casado con una marfileña a la que conoció en París, que había sido misionero cristiano por muchos años. Conocí a sus hermanos, sus hijos, sus padres, etc. Algunos hablaban algo de inglés e incluso algo de español (idioma opcional en la escuela). Eran todos en general gente muy culta (algo que era a priori impensado encontrar en este rincón perdido del mundo) y muy divertida. Finalizada formalmente la cena, luego del café de rigor (conservan esta parte esencial de la cultura francesa), pusieron algo de música tradicional de la zona y del Congo y comenzaron a bailar muy alegremente. Pero siendo las 10.30 de la noche, el cuerpo comenzaba a pasarme factura y a pedirme urgentemente un descanso, y hube de excusarme y despedirme de ellos. Les agradecí por tanta hospitalidad, prometiéndoles que volvería a visitarlos al día siguiente con un regalo. El encuentro fue realmente inolvidable. Les dije que serían muy bien recibidos en cualquier momento en Argentina y en Paris, donde tenemos muchos amigos.

Al día siguiente me desperté temprano para ir a visitar la Iglesia Católica local y al Padre Pascal, de quien tenía referencias por mis amigos en Bondoukou. Como era domingo, él y todos los sacerdotes estaban en una peregrinación, pero cerca de las 6.30 pude finalmente dar con el Padre Gustav y el P. Wilfred. Gracias a Dios, el inglés de Gustav era mejor que mi francés y pudimos hablar largo y tendido. Le comenté el motivo de mi venida y de la Misión Cuenta Regresiva del OGP. Terminó por confirmarme lo que habíamos pensado con el Padre Federico: existen algunas aldeas que jamás escucharon el Evangelio. Pero Gustav hizo mucho más que eso: me indicó la ubicación exacta de esas aldeas, me autorizó y motivó a ir allí e incluso me consiguió transporte con un cristiano que vive cerca de allí (iremos en moto). Estas aldeas quedan a 40 kilómetros de Bouna, cerca del pueblo de Tamala, a pocos metros de la frontera con Ghana. Partiré allí el martes de mañana (6/2/18) y pasaré la noche en alguna de esas aldeas para retornar al día siguiente.

Me dejó gratamente sorprendido la excelente disposición de Gustav y de toda la iglesia local para con la misión del OGP. Esperaba buena recepción pero nunca imaginé tanta colaboración. Hasta el momento, todos los sacerdotes que conocí en Costa de Marfil y la gente en general se destacan por su espíritu misionero, su humor y su buena disposición. África no podría ir mejor. ¡LA MISIÓN EMPEZÓ CON TODO!

Aproveché mi estadía allí para recorrer los mercados locales ya que necesitaba un par de ojotas (pues mis zapatillas de tanto andar no pueden más), un pantalón y un par de remeras. Conseguí todo y a buenos precios. Pero cuento esto en realidad para mencionar algo que jamás antes me había pasado. Cuando fui a comprar las mencionadas ojotas, habíamos pactado con el comprador un precio de 4000 francos (de Costa de Marfil), pero resulta que luego terminé por decidirme por otras. Le pagué y me fui. A los 5 minutos aparece corriendo el vendedor con 2000 francos en la mano: venía a devolverme la diferencia. Sin saber, me había llevado unas ojotas mas económicas, y al percatarse de esto, el vendedor me buscó por todo el mercado para devolverme dinero… ¿Dónde se ha visto eso? Máxime entre gente que pasa muy serias dificultades tanto materiales como espirituales. Por supuesto que no le acepté el dinero: su gesto lo merecía. Con esto quiero insistir en algo que ya he comentado antes: salvo por la policía (siempre en busca de coimas por faltas inexistentes), este es un pueblo de gente muy honesta.

Esto es todo por ahora. 

 

DIOS, PATRIA Y HOGAR

 

 Cristián

3 comentarios

  
Fray Escoba BCN
Que honestidad venir a buscarte para devolverte el dinero!!!
11/03/18 3:56 PM
  
maru
A veces, los pobres son más honrados que los ricos. Qué el Señor le acompañe en su misión
12/03/18 12:02 PM
  
Daniel Milan
Por lo que leí, si no hubiera sabido que estaba en África habría pensado que estaba en algún pueblo o caserío de mi país (Venezuela). Hasta el tomar café después de la comida es común en varias regiones aquí (para los que aún pueden costear el café y el azúcar, claro).

Me alegra verlo con buen ánimo y espero que le vaya muy bien en la misión.
12/03/18 1:08 PM

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