11.03.11

Debilidad, lucha y esperanza

Homilía para el I Domingo de Cuaresma (A)

Cada año “la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana” (Benedicto XVI). Este itinerario comprende el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo y la comunión eucarística. Un trayecto que los catecúmenos han de transitar por primera vez y que los ya cristianos hemos de actualizar.

La escena evangélica en la que contemplamos a Jesús ayunando durante cuarenta días y siendo tentado por el diablo (cf Mt 4,1-11) nos invita a tomar conciencia de nuestra debilidad; a luchar contra el Enemigo, el diablo, que – como nos recuerda el Papa - “actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor”; y, en tercer lugar, a abrirnos a la esperanza, basada en la victoria de Cristo, de vencer a las seducciones del mal.

¿En qué consiste nuestra debilidad? De algún modo, en nuestra propia naturaleza herida, que arrastra – querámoslo o no – las consecuencias temporales del pecado original: la amenaza del sufrimiento, el desafío de la enfermedad, la intimidación de la muerte, el ataque de nuestras fragilidades y el continuo peso de nuestra inclinación al pecado, de nuestra concupiscencia.

¿Cuál es nuestra lucha? Es, ante todo, el combate de la conversión, que tiene como punto de mira la santidad y la vida eterna a la que el Señor nos llama. En este duelo, el diablo no concede tregua. La Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia nos recuerdan la existencia de “una voz seductora, opuesta a Dios, que, por envidia”, nos empuja hacia la muerte (cf Catecismo 391). Es la voz de Satán y de los otros demonios, ángeles caídos cuyo fin es encantar a los hombres para apartarlos de Dios.

El Concilio Vaticano II nos recuerda que “a través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día según dice el Señor” (Gaudium et spes, 37). Paradójicamente, en una época caracterizada por el avance de la ciencia y de la técnica, son muchas las personas que, por una curiosidad malsana, se exponen a la turbia fascinación del demonio dejándose encandilar por el ocultismo, la magia o la hechicería.

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9.03.11

La Fraternidad San Pío X

Me alegraría enormemente que la mano tendida por el Papa a los miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X fuese definitivamente acogida a fin de que, como debemos desear todos, esa Fraternidad llegue a alcanzar una posición canónica en la Iglesia.

Un paso muy importante hacia la plena reconciliación lo supuso la remisión de la excomunión de los cuatro obispos consagrados en 1988 por Mons. Lefebvre sin mandato de la Santa Sede; un hecho gravísimo que “significa el peligro de un cisma”. Se trata de un gesto de misericordia de Benedicto XVI, pues esos obispos habían sido ordenados “válida, pero no legítimamente”, como señala el Papa en la “Carta a los obispos de la Iglesia Católica” de 10 de marzo de 2009.

La Fraternidad San Pío X era “un grupo eclesial implicado en un proceso de separación”. Negarlo sería negar lo evidente. Con la remisión de la excomunión, la situación ha mejorado, pero no se ha solventado completamente. No se ha alcanzado aún la vuelta a la unidad.

¿Qué problemas subsisten? Se trata de problemas doctrinales con repercusiones institucionales y ministeriales. Como explica el Papa: “hasta que las cuestiones relativas a la doctrina no se aclaren, la Fraternidad no tiene ningún estado canónico en la Iglesia, y sus ministros, no obstante hayan sido liberados de la sanción eclesiástica, no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia”.

¿A qué se refieren esos problemas doctrinales? Se refieren “sobre todo a la aceptación del Concilio Vaticano II y del magisterio postconciliar de los Papas”, sigue diciendo Benedicto. De lo que podemos inferir claramente que la aceptación del último concilio ecuménico y del magisterio pontificio subsiguiente no es opcional para los católicos, sino obligatorio.

El magisterio ordinario pide, en línea de principio, “un asentimiento religioso del entendimiento y de la voluntad, sin que llegue a ser de fe, a la doctrina que el Sumo Pontífice o el Colegio de los Obispos, en el ejercicio de su magisterio auténtico, enseñan acerca de la fe y de las costumbres , aunque no sea su intención proclamarla con un acto decisorio”; por tanto, “los fieles cuiden de evitar todo lo que no sea congruente con la misma” (CIC, c. 752).

Es decir, a un católico no le basta con no ser hereje. Ha de adherirse, también, al magisterio ordinario, aunque no proponga formalmente una doctrina como “divinamente revelada” ni como “definitiva” (cf “Ad Tuendam Fidem”).

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La renovación de la Liturgia (y III)

La tercera parte de la Carta apostólica de Juan Pablo II “Spiritus et Sponsa” dirige una mirada al futuro para señalar los múltiples desafíos a los que la liturgia ha de responder:

1. El desafío de la nueva evangelización: “Tenemos ante nosotros un mundo en el que, incluso en las regiones de antigua tradición cristiana, los signos del Evangelio se van atenuando. Es tiempo de nueva evangelización. La liturgia se ve interpelada directamente por este desafío” (SS 11).

2. El desafío del anhelo de encuentro con Dios: La Liturgia responde este reto “especialmente en la Eucaristía, en la que se nos permite unirnos al sacrificio de Cristo y alimentarnos de su cuerpo y su sangre. Sin embargo, los pastores deben procurar que el sentido del misterio penetre en las conciencias, redescubriendo y practicando el arte “mistagógico", tan apreciado por los Padres de la Iglesia (cf. Vicesimus quintus, 21). En particular, deben promover celebraciones dignas, prestando la debida atención a las diversas clases de personas: niños, jóvenes, adultos, ancianos, discapacitados” (SS 12).

3. La búsqueda del silencio: “¿Por qué no emprender, con audacia pedagógica, una educación específica en el silencio dentro de las coordenadas propias de la experiencia cristiana? Debemos tener ante nuestros ojos el ejemplo de Jesús, el cual “salió de casa y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Mc 1, 35). La liturgia, entre sus diversos momentos y signos, no puede descuidar el del silencio” (SS 13).

4. Suscitar el gusto por la oración: “Es importante introducir a los fieles en la celebración de la Liturgia de las Horas, que, ‘como oración pública de la Iglesia, es fuente de piedad y alimento de la oración personal’ (Sacrosanctum Concilium, 90) (SS 14).

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8.03.11

La renovación de la Liturgia (II)

Continuamos con el repaso de la Carta apostólica de Juan Pablo II “Spiritus et Sponsa” - en adelante SS - , fijándonos en el segundo objetivo que el Papa busca alcanzar en este documento: comprobar de algún modo la recepción de la Constitución conciliar sobre la Liturgia. Esta recepción es caracterizada por Juan Pablo II de la siguiente manera: “De la renovación a la profundización”. Entiendo que, en las indicaciones que siguen, se refiere a logros de la renovación litúrgica que, no obstante, hay que seguir profundizando y afianzando:

0. El Santo Padre propone, como punto de partida, un examen de conciencia sobre la recepción de la “Sacrosanctum Concilium”: “¿Se vive la liturgia como “fuente y cumbre” de la vida eclesial, según las enseñanzas de la Sacrosanctum Concilium?” (ib.). El redescubrimiento del valor de la palabra de Dios, que la reforma litúrgica ha realizado, ¿ha encontrado un eco positivo en nuestras celebraciones? ¿Hasta qué punto la liturgia ha entrado en la vida concreta de los fieles y marca el ritmo de cada comunidad? ¿Se entiende como camino de santidad, fuerza interior del dinamismo apostólico y del espíritu misionero eclesial?” (SS, n. 6).

1. Anima a profundizar en las riquezas y en las potencialidades de los libros litúrgicos: “Esa profundización debe basarse en un principio de plena fidelidad a la sagrada Escritura y a la Tradición, interpretadas de forma autorizada en especial por el concilio Vaticano II, cuyas enseñanzas han sido reafirmadas y desarrolladas por el Magisterio sucesivo” (SS, n. 7).

2. Señala la necesidad de “una pastoral litúrgica marcada por una plena fidelidad a los nuevos ordines (cf SS, n. 8): “A través de ellos se ha venido realizando el renovado interés por la palabra de Dios según la orientación del Concilio, que pidió una ‘lectura de la sagrada Escritura más abundante, más variada y más apropiada’ (n. 35)”.

3. Pide seguir inistiendo en el redescubrimiento del valor del domingo: “No cabe duda de que se han realizado notables esfuerzos en la pastoral, para lograr que se redescubra el valor del domingo. Pero es necesario insistir en este punto, ya que ‘ciertamente es grande la riqueza espiritual y pastoral del domingo, tal como la tradición nos la ha transmitido. El domingo, considerando globalmente sus significados y sus implicaciones, es como una síntesis de la vida cristiana y una condición para vivirla bien’ (Dies Domini, 81)” (SS, n. 9).

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7.03.11

La renovación de la Liturgia (I)

En 2003, el Papa Juan Pablo II promulgaba una Carta Apostólica, “Spiritus et Sponsa” en el XL aniversario de la constitución “Sacrosanctum Concilium” sobre la sagrada Liturgia.

Es muy interesante volver a este texto del Papa, que reafirma la importancia de la constitución sobre la Liturgia: “en la Constitución sobre la sagrada liturgia, primicia de la “gran gracia que la Iglesia ha recibido en el siglo XX” (Novo millennio ineunte, 57; cf. Vicesimus quintus, 1), el concilio Vaticano II, el Espíritu Santo habló a la Iglesia, guiando sin cesar a los discípulos del Señor “hacia la verdad completa” (Jn 16, 13)” (n.1).

¿Qué se propone Juan Pablo II en esta Carta? Persigue tres objetivos:

1) “redescubrir los temas de fondo de la renovación litúrgica impulsada por los padres del Concilio”;
2) “comprobar de algún modo su recepción”;
3) “y mirar al futuro”.

Veamos, pues, el recorrido que sigue el Papa. Nos centraremos, en este post, solo en el primer punto:

1. ¿Cuáles son los temas de fondo de la renovación litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II?

En el balance de la Constitución conciliar, el Papa señala los siguientes méritos de la misma:

a) “En ella se delinean luminosamente los principios que fundan la praxis litúrgica de la Iglesia e inspiran su correcta renovación a lo largo del tiempo (cf. n. 3)”; a saber:

i. “Los padres conciliares sitúan la liturgia en el horizonte de la historia de la salvación, cuyo fin es la redención humana y la perfecta glorificación de Dios”.

ii. “Cristo se hace presente, de modo especial, en las acciones litúrgicas, asociando a sí a la Iglesia”.

iii. “Toda celebración litúrgica es, por consiguiente, obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo místico, “culto público íntegro” (n. 7), en el que se participa, pregustándola, en la liturgia de la Jerusalén celestial (cf. n. 8)”.

iv. “Por esto, “la liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (n. 10)”.

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