29.03.16

Día sí y día también: Asaltos a iglesias y capillas

Llevamos una racha terrible. Casi todos los días asaltan una capilla o una iglesia parroquial, rompiendo lo que haya que romper: puertas, ventanas o hasta el tejado.

En el mejor de los casos, no profanan el sagrario, aunque no siempre se tiene esa buena suerte. Para robar nada, o casi nada, lo destrozan todo.

Hay que reaccionar de algún modo: eclesialmente, socialmente y, por supuesto, policial y judicialmente. Pero esto no puede seguir así.

La foto que ilustra este post es de la capilla de San José de Prado, en Morgadanes (Diócesis de Tui-Vigo).

 

Guillermo Juan Morado.

P.S: Hoy, 30 de marzo, le ha tocado a la iglesia parroquial de Quintela (Redondela), en la diócesis de Tui-Vigo. Han roto la puerta de la iglesia para entrar. Gracias a Dios, no han profanado el sagrario. Y, así, cada día.

Y no hace tanto…. en Vilanova dos Infantes (diócesis de Orense) han asesinado al cura. Al párroco de Domaio (Cangas, arzobispado de Santiago) le rompieron la mandíbula en un asalto a su casa. Al párroco de Pazos de Borbén (Tui-Vigo) lo dejaron maniatado toda una noche. En Cruces, Padrón, asaltaron la casa rectoral y murió la asistenta del párroco.

Y, sin daños a las personas, los ataques a iglesias y capillas son continuos.

28.03.16

Un mandamiento (de la Iglesia) muy importante: “Ayudar a la Iglesia en sus necesidades”.

¿Qué enuncia este quinto mandamiento de la Iglesia? “El quinto mandamiento («ayudar a la Iglesia en sus necesidades») enuncia que los fieles están obligados de ayudar, cada uno según su posibilidad, a las necesidades materiales de la Iglesia (cf CIC can. 222)” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2403).

¿Qué dice ese canon del Código de Derecho Canónico? Dice, en su párrafo primero: “Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad y el conveniente sustento de los ministros”.

Me parece que es un mandamiento un poco olvidado. Quizá por una especie de error eclesiológico, que, en paralelismo con tantos errores cristológicos, considere que la Iglesia no tenga necesidades “materiales”.

El Cristianismo es la religión de la Encarnación. El Verbo se hizo carne. Y la Iglesia no es una entidad puramente espiritual, apartada del mundo, sino que es signo e instrumento de la salvación universal. Es, a la vez, visible e invisible, presente en la tierra y, sin embargo, peregrina.

La Iglesia necesita medios temporales para cumplir su misión:

-         Garantizar el culto divino – que no es abstractamente espirtual, sino sacramental - , lo cual significa que necesita contar con medios materiales: un cirio pascual, el incienso, el vino y el agua, las partículas que serán consagradas, las flores, etc. - . Asimismo, los manteles han de ser lavados, el templo ha de ser limpiado… Habrá que pagar el suministro de electricidad, de gasóleo… Es la lógica de la Encarnación.

-         Las obras de apostolado y de caridad no son, tampoco, etéreas. Distribuir un libro – pongamos la Sagrada Biblia – supone comprar, antes, ese libro. Y lo que vale para lo más, vale para lo menos. Hasta proporcionar unas humildes fotocopias para seguir el canto, no resulta gratis. Y no digamos la caridad. Las personas no se alimentan, en un primer nivel, el más básico, solo con palabras. Y esas ayudas – alimentos y demás – cuestan dinero.

-         El conveniente sustento de los ministros. Es verdad que, los ministros de la Iglesia, podrían dedicarse a “otra cosa”. Pero, entonces, la atención a la Iglesia disminuiría. Y los ministros de la Iglesia desempeñan un trabajo, anegado, por el que merecen ser retribuidos. No se trata de que vivan en el lujo, sino de garantizar su independencia para poder dedicarse, a tiempo completo, a la atención a la Iglesia.

Los católicos, en España, tendremos que hacer un largo recorrido para comprender, en serio, lo que esto significa. No cabe pensar que el Estado vaya a subvencionar a la Iglesia. Ya no lo hace – de momento, destina a la Iglesia un pequeño porcentaje de los impuestos que pagamos, si marcamos la famosa “X” -.

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21.03.16

¿Qué pasa? ¿No hay más salida que el aborto?

Confieso que estoy muy asombrado. Leo en la prensa local que se ha propuesto a “Red Madre” como institución candidata al reconocimiento de “Vigueses distinguidos”. Estoy plenamente convencido de que, si alguien, sea una persona física o una institución, hace algo bien, el mayor reconocimiento posible es ese bien que hace, sin necesidad de otras medallas. Si vienen, los reconocimientos, mejor. Si no vienen, no se pierde nada.

Lo que me sorprende – no tanto - es las reacciones de algunos ante la posible concesión de esta distinción a “Red Madre”. Las “Mareas” ven en “Red Madre” una “fundación antiabortista con sospechosas prácticas e ideología". La “Plataforma Galega polo Dereito ao Aborto”  también mostró su rechazo a premiar a la Red: “Sería una agresión y un gran paso atrás en la conquista y reconocimiento de los derechos de las mujeres", señala.

Se considera, parece, que no propiciar el aborto es un mal. Se considera, también, que, ante un embarazo que llega en un momento no especialmente propicio, lo único razonable es abortar. Sea cual sea la intención de la madre.

Esto es completamente absurdo. No tiene sentido que, a una madre que desea alumbrar a su hijo, se le nieguen todas las ayudas y todos los apoyos. No solo a una madre, sino a una madre y a un padre, y, por encima de todo, al hijo.

Las mayores barbaridades contra la humanidad se han justificado negando la condición humana de las víctimas: Los esclavos, los judíos, los niños… Y, ahora, tamnbién, cuando la evidencia científica apunta, en el menor de los casos, a la duda, a la casi certeza de que los aún no nacidos son seres plenamente humanos. Ellos son, pese a todo, en el sentir general, solo “cosas”.

Este año se da una peculiar coincidencia: El 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación, coincide con el Viernes Santo. Es como si la muerte tuviese la última palabra. Pero esa percepción es errónea. La muerte de Cristo destruye la muerte. Da origen a una nueva vida. Es como si la muerte redentora de Cristo se empeñase en salvaguardar, y redimir, su Encarnación.

En muchos países, el día 25 de marzo se celebra, o se postula, como el “Día del niño por nacer”.

Y hoy mismo, 21 de marzo, es el día mundial del “síndrome de Down”. Pocos sobreviven al diagnóstico prenatal. Son candidatos al aborto, que no es ya el último recurso, sino, casi, el primer recurso.

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10.03.16

¿Qué es la felicidad? Un breve comentario

Me han preguntado, desde un periódico, qué pienso sobre la felicidad y qué momento de mi vida, al menos uno de ellos, ha sido feliz. Esto he respondido:

San Agustín decía que todos queremos la “vida bienaventurada". La felicidad es una aspiración universal de los seres humanos, aunque no sea fácil dotar de contenido este deseo.

 
Yo creo que la felicidad no equivale al logro de placeres superficiales, ni a vivir pensando solo en uno mismo. Creo que uno es feliz, o se dispone a serlo, en la medida en que dirige su libertad hacia el bien. No solo hacia el bien propio, sino hacia el bien de los demás.
 
Tengo la suerte de ser cristiano. Para mí, como decía la Madre Teresa de Calcuta, ser felices con Dios significa: “amar como Él, ayudar como Él, dar como Él, servir como Él".
 
La felicidad no puede convertirse en un señuelo, en un ídolo. Yo soy feliz con muy pocas cosas. Lo soy cuando estoy con mis amigos. Lo soy cuando me siento querido por mis padres y mis hermanos, y cuando yo puedo manifestarles ese cariño. Lo soy cuando algo sale bien, o menos bien, pero sale a pesar de todo.

4.03.16

Velar por la verdad de los sacramentos: El Bautismo

Los sacramentos son “sacramentos de la fe”. El primero de ellos es el Bautismo. No tendría sentido bautizar a un previsible futuro apóstata. Como no lo tendría el procurar la gestación y el nacimiento de un niño para matarlo apenas naciese o, incluso, antes de nacer.

El Bautismo marca el inicio de la vida de fe. Si se trata de un niño, es bautizado en la fe de la Iglesia; es decir, es incorporado al pueblo de los creyentes. Con la esperanza de que esa semilla que se planta en él – la fe – se desarrolle y dé buenos frutos.

De que la semilla de la fe fructifique, responde – además de la gracia de Dios, que es el factor esencial, aunque la gracia supone la naturaleza – la fe de los padres. O, al menos, el compromiso de los padres a la hora de favorecer la educación cristiana de sus hijos.

Es, justamente en esta tarea, la educación cristiana de los que se van a bautizar, donde se sitúa la responsabilidad de los padrinos. Los padrinos no son, ni pueden serlo, los sustitutos de los padres. No se comprometen a hacer de padres, si estos faltasen. Se comprometen, eso sí, a colaborar a que el bautizado complete su iniciación cristiana. Y esa iniciación comprende el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.

El dicho popular de que “el que no tiene padrinos, no se bautiza” es, a día de hoy, una leyenda urbana. No es verdad. No es imprescindible tener padrinos para bautizarse. Lo que sí es importante es que, si hay padrinos, sean personas adecuadas para acompañar el itinerario de fe del que va a ser bautizado.

No existe un derecho a ser padrino de Bautismo. La Iglesia tendrá que discernir, en cada caso, si el candidato a padrino – o madrina - cumple o no lo que exige en Código de Derecho Canónico.

Sí existe la figura del testigo del Bautismo. Una figura por explorar en la práctica, pero que resulta muy interesante, es esa del testigo del Bautismo; de un cristiano que da fe de que el Bautismo ha tenido lugar. Sin la implicación de ser  “guía” que tiene el padrino. Es algo similar a los usualmente llamados “padrinos” en una Boda. Que son, en realidad, testigos.

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