Firmes en la fe
Me ha encantado la Misa con la que se acaba de inaugurar la JMJ. Ayer por la tarde participaba en otra celebración eucarística, que tuvo lugar en la catedral de Tui, como despedida de un millar y medio de jóvenes de la Bretaña francesa que han pasado en esta diócesis los días previos a este importante encuentro. También estuvieron entre nosotros muchos japoneses, australianos y, en menor número, de otras procedencias.
Ya durante estos días he podido comprobar lo que siempre he sabido: que estas cosas no se improvisan. Basta ver cómo se comportan estos muchachos en Misa para darse cuenta de que no han venido a la JMJ como quien se suma a una excursión novedosa. No. Hay mucho trabajo detrás. Hay una vivencia de la fe, quizá con los altibajos propios de los jóvenes, pero una vivencia real y auténtica.
De la Misa de apertura en Madrid me han impresionado diversos elementos. No solo la multitud, con la que ya se contaba, sino la música vibrante, la imagen de la Virgen de la Almudena presidiendo el presbiterio, el emocionado recuerdo al beato Juan Pablo II, la adhesión al papa, la llamada, en definitiva, a profundizar en la fe, tal como reza el lema de la Jornada: “Firmes en la fe”. Ha estado muy bien el cardenal Rouco en su homilía e igualmente el cardenal Rylko.
La JMJ es un signo sensible, evidente en cuanto signo, de la catolicidad de la Iglesia. ¿Qué une a todos esos jóvenes, más allá de la edad? La respuesta es muy clara: Los une la fe y la pertenencia a la Iglesia Católica. Jesucristo es para ellos el Camino, la Verdad y la Vida.
Los acontecimientos extraordinarios no surgen de la nada sino que expresan de modo excepcional la vida cotidiana, el día a día de la existencia. La Iglesia está más viva de lo que pensamos y esa realidad discreta se nos impone con contundencia en algunas ocasiones especiales.