La fe, la inteligencia y la voluntad
La fe se asemeja y, a la vez, se distingue de otros actos intelectuales humanos, tanto desde el punto de vista psicológico como desde la perspectiva noética. Santo Tomás, siguiendo a San Agustín, define la fe como “cum assensione cogitare”; es decir, “pensar con asentimiento”.
Se trata de una formulación muy lograda. Creer no es ver, ni saber sin más – aunque sea una forma de saber - , ni opinar. Se parece al saber y al inteligir porque consiste en adherirse firmemente a la verdad, a la verdad revelada. Se parece a la opinión en el hecho de que la fe como conocimiento carece de la perfecta visión de su objeto.
Creer es una forma de juicio; es decir, va más allá de la aprehensión y del raciocinio. Se distingue de otras formas de juicio porque la inteligencia se determina a una parte movida, no por la evidencia del objeto, sino por la voluntad. Santo Tomás decía que el creer es acto del entendimiento en cuanto es movido por la voluntad a asentir.
El asentimiento no está causado por el pensamiento, sino a partir de la voluntad (“ex voluntate”). Creer es “asentir con cogitación a algún testimonio por la autoridad del que testifica” (R. Garrigou-Lagrange).