19.03.12

Los sacerdotes, ¿felices o amargados?

Las encuestas son encuestas. En el mejor de los casos constituyen una especie de instantánea de la realidad. A cada uno de nosotros podrían hacernos, a lo largo de día, diversas fotografías. Según el enfoque, la luz, el encuadre, etc, saldríamos más o menos favorecidos, más o menos jóvenes, más o menos altos o delgados.

La vida es una realidad compleja que no se deja reducir fácilmente a una instantánea. La vida es una sucesión de momentos, cada uno de ellos con un estado de ánimo, con una mayor o menor sensación de plenitud o de todo lo contrario a la plenitud.

¿Somos, en general, felices los sacerdotes? Pues depende… Depende de cada sacerdote, ya que algo así como “la felicidad” no se reparte a granel entre todos los que comparten una misma misión o tarea. Si hablamos de la felicidad de las madres, o de los padres, podríamos constatar un abanico tan amplio de resultados como amplio es el espectro que abarca a los seres humanos que son padres o madres.

El “Diccionario de la Real Academia Española” recoge tres acepciones del significado de “felicidad": 1. Estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien. 2. Satisfacción, gusto, contento. 3. Suerte feliz.

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17.03.12

“No te prometo un gran sueldo, te prometo un trabajo fijo”

La frase está ahí. Con esas palabras comienza un vídeo sobre la vocación sacerdotal preparado por la Conferencia Episcopal Española para el Día del Seminario. La productora que lo ha elaborado explicaba: “Estamos en un mundo audiovisualmente agresivo, los mensajes con contenido profundo quedan sofocados, así que usamos las reglas de juego del siglo XXI, las mismas que usan las grandes compañías. Hacemos marketing viral con vídeos de impacto en redes sociales e Internet”.

Lógicamente el lenguaje de la pastoral y de la teología no se deja reducir a un “impacto” publicitario. Sería más exacto decir algo así como: “Dios cuenta contigo, tiene un proyecto para tu vida”. Pero, en medio de tanto ruido, quizá esta propuesta más exacta pasaría desapercibida. No sería ni tenida en cuenta desde la perspectiva mediática. Y el vídeo que comentamos es solo eso: un vídeo.

He podido constatar durante estos días la reacción de muchos cristianos: “no está bien decir eso, el sacerdocio es una vocación, no un trabajo fijo”. Esta reacción es sana. No brota de la reflexión sobre las campañas publicitarias, sino de la lógica de la fe. Los cristianos saben, y la gente en general también, que quienes se ordenan sacerdotes no lo hacen movidos por solucionar un problema laboral. Lo saben más que de sobra.

Pero esta justa reacción quizá no se hubiese originado sin el provocativo comienzo del vídeo. Lo que importa, en un primer momento, es que se hable del sacerdocio, que se piense en él, que se sepa que es una posibilidad abierta si Dios y el destinatario de su llamada lo quieren. Y a ese fin, a abrir ese interrogante, está orientado el vídeo, que, si se ve en su integridad, dice muchas más cosas.

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16.03.12

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto...

Homilía para el domingo IV de Cuaresma - ciclo B -

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna” (Jn 3,14-15). El Señor, en el diálogo con Nicodemo, presenta su muerte en la cruz como una exaltación. Necesitamos mirar a Cristo en la Cruz y creer en Él. Sólo así seremos salvados, recibiendo el don de la vida eterna.

Según relata el libro de los Números (21,8-9), Moisés, por mandato de Dios, construyó una serpiente de bronce alzándola en un mástil muy alto para que los mordidos por las serpientes venenosas, que diezmaban al pueblo en el desierto, mirando a esa serpiente, quedasen curados. La serpiente de bronce es una prefiguración de Jesucristo, alzado en el mástil de la cruz.

En la proximidad de la celebración de la Pascua, la Cruz se nos presenta como un misterio de rescate, de redención universal (cf Catecismo 601). Como los israelitas en el desierto, también nosotros y, la humanidad entera – con la única excepción de Jesucristo y de su Madre, redimida desde el primer instante de su concepción - , hemos sido mordidos y esclavizados por el pecado, que ha herido nuestra naturaleza y emponzoñado con su veneno la convivencia humana.

Es precisamente en la Pasión y en la Muerte de Cristo donde el pecado manifiesta más claramente su violencia, su poder de destrucción y la multiplicidad de sus rostros: la incredulidad, el rechazo y la burla del Salvador, la debilidad de Pilato, la crueldad de los soldados, la traición de Judas, las negaciones de Pedro, el abandono de los discípulos (cf Catecismo 1851). También hoy el pecado parece enseñorearse del mundo y de nuestras vidas, porque Dios es rechazado y el hombre despreciado y pisoteado en su dignidad inviolable.

Jesucristo es alzado en la Cruz, asumiendo nuestro pecado, cargando con él, con la enorme masa de culpa de los hombres, para rescatarnos de la muerte y darnos la vida: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo”, escribe el apóstol San Pablo en su Carta a los Efesios (2,4-5).

La salvación brota de la Cruz. De esa mirada a la Cruz que es la mirada de la fe. El evangelista San Marcos deja constancia de esta mirada, cuando anota que el centurión que estaba en frente de Jesús “al ver cómo había expirado, dijo: - En verdad este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39).

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IX estación: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

IX estación: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

A punto de llegar a tu destino,
caes por tercera vez.¿Qué significa
esta tercera caída? ¿Las tres
negaciones de Pedro? ¿Las tres
caídas del diablo? ¿O es
Dios mismo, Santa Trinidad,
quien cae, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
en apoteosis de amor a su criatura?

Otra prueba más de tu humana
y divina humildad, de tu dócil
entrega, de tu libremente aceptada
humillación por redimirnos.
Caes para que no te neguemos, caes
para que no adoremos los ídolos
que Satanás nos ofrece, caes todo tú,
como Dios que se da absolutamente.

Y tras esta caída encaras
la culminación de tu misericordia:
te levantas para ser crucificado.
De la caída a la cruz,
y de la cruz a la gloria y la salvación
del mundo.
Ni negación, ni Satanás:
sólo Dios hecho hombre.

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Eduardo Jariod.

15.03.12

Via Crucis: VIII estación

VIII estación: JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

…Y no sólo nos ha de levantar
de nosotros mismos.
En medio
de la tortura y del pecado, tu amor
infinito ofreces al consuelo.

Van siguiendo tu sendero de sangre
como semilla de amor
que fecunda la tierra, unas mujeres
que no resisten verte morir.

Incluso entonces postergas tu dolor
al suyo, pues el mal se cebará
con los justos: “¡Llorad
por vosotras y por vuestros hijos!
Si esto hacen al leño verde,
¿qué no harán con el seco?”

Triste pueblo el que te condenó;
pero por su error, quedamos salvos
por siempre, incluso tus verdugos,
incluso las mujeres que penaban
esta deuda de amor y de justicia.

Pero ellas ya no estarán solas entonces.

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Eduardo Jariod.