3.08.12

El que viene a mí

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (B)

La figura de Moisés guiando al pueblo de Israel en su travesía por el desierto sirve de contrapunto a la figura de Jesús, el Moisés definitivo. Dios hizo llover el pan del cielo para saciar el hambre de los israelitas (cf Ex 16,2-4.12-15). “Dio orden a las altas nubes, abrió las compuertas del cielo: Hizo llover sobre ellos maná, les dio un trigo celeste”, proclama el Salmo 77.

La salvación que Dios ofrece va más allá del alimento corporal: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). El hombre necesita el alimento para poder vivir, pero necesita también que la palabra de Dios oriente su caminar por este mundo proporcionando luz y sentido para la existencia. El maná, el trigo celeste, evoca así un alimento más alto: la Ley, la palabra de Dios que guiaba al pueblo.

Jesús reprocha a la gente el haberse quedado en un nivel muy primario en la interpretación del signo de la multiplicación de los panes y de los peces: “Os lo aseguro: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando vida eterna” (Jn 6,26-27).

Limitarse a cubrir las necesidades materiales equivale a despreciar la abundancia de la salvación que Dios nos ofrece. El Concilio Vaticano II advierte que “son muchísimos los que, tarados en su vida por el materialismo práctico”, no quieren saber nada sobre las preguntas fundamentales acerca de la auténtica condición humana (cf GS 10). Debemos abrir las puertas de nuestro corazón para que Dios pueda entrar en nuestras vidas, sin dejarnos empequeñecer por la búsqueda imparable del bienestar.

Jesús también va más allá de las expectativas de sus oyentes cuando contesta a la pregunta que le formulan: “¿Cómo podemos ocuparnos en los trabajos que Dios quiere?” (Jn 6,28). El Señor no les propone una lista de obras que han de hacer para estar en regla con Dios. No se trata, primeramente, de hacer, sino de creer: “Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que Él ha enviado” (Jn 6,29).

Leer más... »

1.08.12

Había estado. Epílogo

EPÍLOGO

Cuando el capitán hizo sonar, por tres veces, el cuerno, sueltas las amarras la nave zarpó puntualmente, a la hora tercia, de Seleucia rumbo a Zephyrion el puerto de Tarso, ciudades unidas por una vía recorrida por todo tipo de viajeros que hacían el desplazamiento, 13 millas, muy llevadero. La ruta, unas 94 millas, nunca era fija, pues si había mar de fondo de poniente las corrientes les llevaban hacia la costa prolongando la distancia; en todo caso tratarían de alejarse lo más posible del Sinus Issicus (Golfo de Issus). Si todo iba bien y la nave conseguía una velocidad promedio de 7 nudos llegarían pasada la hora séptima.

Para Rómulo y Melitón era un breve prólogo ya que su destino final, Roma, lo conseguirían embarcando en una nao militar trirreme de transporte de tropas que les llevaría a Ostia haciendo escala en Ἡράκλειον, Hêrákleion un puerto al norte de Creta, desde allí, a mar abierta, hasta Catăna (Catania) y por último llegados al puerto ampliado de Ostia, tomarían la calzada hacia Roma y cada uno enfrentaría su nuevo destino.

- Te digo, Rómulus (el que es fuerte y poderoso), que, en tus febriles delirios, no paraste de mencionar al crucificado, sabes al que me refiero de los tres, tu quejido era Filius dei, filius dei!. No hemos hablado mucho de lo que ocurrió con nosotros en aquella crucifixión, nos salpicó su sangre, y ya sabemos lo que significa eso para un judío, para nosotros es pura patraña pero lo cierto es que ni tu ni yo somos los mismos, estamos como ánfora a medio llenar y antes ambos vivíamos satisfechos aunque solteros.

- Sí, solteros, pero no solos – rió el interpelado – sin embargo, desde entonces miro a las mujeres de otra manera, no se me olvida la expresión de la madre del crucificado, allí al pié de la cruz. Pero, volviendo a mis delirios cuyo origen está en el vía crucis y posterior muerte te puedo asegurar que lo que dije no fue de mi cosecha, de algún modo vino a mi mente y lo expresé; no quiero decir que estuviera disconforme con lo dicho, pero yo no elaboré la frase.

Los militares, aposentados en un sobrio, pero exclusivo, camarote, recordaron aquellos momentos y expresaron, libre y crudamente, las repercusiones y consecuencias en sus vidas: tras aquello, en síntesis, ellos no eran los mismos. Gaio Acilio Rómulo sobrino-primo del gran Manio Acilio Canino, lugarteniente de Gaio Julius Caesar era un fiel seguidor de las virtudes estoicas de escuela senequista – apatía, ataraxia y autarquía – y desde aquel episodio se impuso a sí mismo vivir la castĭtas. Melitón más apegado a sus ancestros helénicos, pese a su origen humilde, hizo de las virtudes cardinales - phrónēsis (prudencia), dikaiosýnē (justicia), andreía (fortaleza) y sōphrosýnē (templanza) – su modus vivendi: ambos militares primaban el ethos sobre el ego. Pese a su admiración por el crucificado, les faltaba algo para identificarse con sus seguidores; en primer lugar no eran judíos ni estaban circuncidados – ni dispuestos a admitirlo – en segundo lugar desconocían todo sobre el Tanaj.

Leer más... »

31.07.12

¿Dónde vamos a comprar pan para que coman éstos?

El capítulo sexto del Evangelio de San Juan comienza con uno de los siete milagros que recoge este evangelista: la multiplicación de los panes y de los peces. Este signo realizado por Jesús se sitúa temporalmente poco antes de la Pascua (cf Juan 6, 4), señalando así el evangelista, en este acontecimiento milagroso, una prefiguración de la Pascua cristiana y del misterio de la Eucaristía, en el que Jesús mismo se convierte, como Pan de Vida, en nuestro alimento.

El Señor aparece verdaderamente como el Buen Pastor; levanta los ojos para ver a la gente, y se preocupa de que tengan algo que comer. En Él resplandece la justicia y la bondad de Dios que “abre la mano y sacia de favores a todo viviente” (Salmo 144). Aquellos hombres, viendo el signo obrado por Jesús, se acuerdan del profeta Eliseo, que alimentó a la gente con veinte panes de cebada (cf 2 Reyes 4, 24-44). El prodigio realizado por Jesús es aún mayor, y por eso comentan: “Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo” (Juan 6, 14).

Quizá aquella muchedumbre reconoce en Jesús sólo a un mesías terreno; quieren hacerlo rey, porque les había dado de comer, porque había satisfecho sus necesidades materiales. Pero Jesús se retira él solo, como indicando que su reino no es de este mundo.

La Iglesia encuentra en este pasaje de la vida del Señor una lección permanente. Como Jesús, la Iglesia está llamada a levantar la mirada para descubrir las necesidades de la gente; también sus necesidades materiales. “Para la Iglesia – ha recordado Benedicto XVI - , la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia”, como lo es el anuncio de la palabra y la celebración de los sacramentos (cf Deus caritas est, 25).

Pero, la Iglesia como tal, no es la responsable inmediata de la edificación de un reino de este mundo. Esa tarea de construir un orden social y estatal justo, mediante el cual se da a cada uno lo que le corresponde, le compete a la comunidad política, al Estado (cf Deus caritas est, 28). La Iglesia, predicando la doctrina social del Evangelio, ayudará a “abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien”, para que todos los actores de la comunidad política se esfuercen honestamente por alcanzarlo.

En este campo de la edificación de un orden político justo, donde nadie se vea privado de lo necesario, el protagonismo inmediato corresponde, en la Iglesia, a los fieles laicos: “Como ciudadanos del Estado, están llamados a participar en primera persona en la vida pública. Por tanto, no pueden eximirse de la ‘multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común’”(Deus caritas est, 29).

Leer más... »

19.07.12

Se puso a enseñarles con calma

Homilía para el Domingo XVI del TO (ciclo B)

El Evangelio nos acerca al corazón de Cristo; un corazón humano que expresa el amor, humano y divino, con que el Señor ama a todos y a cada uno de nosotros. Los Apóstoles son los primeros que se acogen a la recomendación de Jesús: “Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré […] que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11, 28-29).

Hasta tal punto han experimentado este descanso que, después de agotadoras jornadas de trabajo pastoral, no dudan en acercarse al Señor para contarle “todo lo que habían hecho y enseñado” (Marcos 6, 30-34). Jesús se aparta con ellos a un sitio tranquilo, para escucharlos pacientemente. Conmueve esta intimidad, esta cercanía, de Jesús con los suyos. Aquellos que han sido elegidos para pastorear en su nombre al Pueblo de Dios son, primeramente, los destinatarios de la atención de ese Buen Pastor que es el mismo Dios, el Hijo de Dios hecho hombre.

En Jesús se cumplen las profecías que anunciaban que Dios sería el pastor de su pueblo (cf Jeremías 23, 1-6). Un pastor que no dispersa a las ovejas, ni las deja perecer, sino que las reúne y las vuelve a traer a sus dehesas. Los apóstoles, al reunirse con Jesús, podían recitar, sin duda alguna, las palabras del Salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas”.

Pero el corazón de Cristo no es un corazón limitado, sino un corazón dilatado infinitamente, en el que todos tienen cabida. No por ocuparse más detenidamente de los suyos se olvida de las muchedumbres, de aquellas multitudes que acuden también a Él porque lo habían reconocido. Jesús ve esa multitud de personas que corren en busca de sentido, de orientación, de sanación, de salvación, y siente lástima de ellos, “porque andaban como ovejas sin pastor”. Y el Señor “se puso a enseñarles con calma”.

Hay, por consiguiente, una relación interna entre el amor del corazón de Cristo y su enseñanza. Su enseñanza brota de su amor, de su cercanía, de su compasión. Realmente no se pueden separar, en Jesús, su persona y su enseñanza. Él es, en persona, la enseñanza, la Palabra, el “Verbo encarnado y vivo” (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 108).

Leer más... »

16.07.12

HABÍA ESTADO (y XX)

(Escrito por Norberto)

Apenas el sol asomaba por los picos elevados de la cordillera Pieria, en el día previsto por los acontecimientos inesperados - la nueva Shekinah (Presencia de Dios) en el Ruaj Ha Kodesh (Espíritu Santo) - Šāʼûl y Ambrósyos cruzaban la puerta de Antiókeia y bajaban por las arriscadas cuestas en búsqueda de la dársena. El viaje había resultado tranquilo y, por ambos, silencioso, sin embargo cuando la costa, y el puerto con sus barcos amarrados, se hicieron visibles el gálata no pudo contenerse más.

- Šāʼûl, pronto embarcarás y no quisiera despedirte sin que me contestaras a dos asuntos. El interpelado asintió y el metalúrgico carraspeó tres o cuatro veces.

- El primero es saber por qué elegiste a Eulogio para el ministerio de diakonos, y el segundo es saber si tengo que circuncidarme para bautizarme en la fe del Adonay Yehoshúa.

- A lo último no, rotundamente no – lo dijo enérgicamente, incluso enojado, no era la primera vez que se le presentaba el caso - ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad.

- Sabes que para mí sería una humillación, así como para mis antepasados, para los trocmii la mutilación voluntaria es una ofensa para la familia, la de aquí y la del más allá. Sin embargo, si es necesario, si YHWH lo dispone, cuenta que cederé. Con Shlomo vinieron algunos que así lo pidieron cuando algunos solicitamos el bautismo, como resultado, algunos cedieron y se bautizaron, otros renunciaron a ello y siguieron asistiendo a la sinagoga, pero la mayoría se desvinculó, algunos me paran en la calle recordándolo con amargura y nostalgia.

- ¡Ojalá que se mutilaran los que perturban!, hemos sido llamados a la libertad. Pues no es circuncisión la externa, la de la carne, está en el interior. La verdadera circuncisión es la del corazón, según el Ruaj Ha Kodesh y no según la letra. Respecto a lo de Eulogio, fue una reacción guiada por el Ruaj, pues yo desconocía el hecho, pero su voz me dijo “es Eulogio”, cuando vi su mirada, cuando se tomó unos segundos antes de contestar, cuando miró al cielo pidiendo auxilio, supe que no me había equivocado: tu hijo es el elegido, y, además, creo que solo es el principio. No me enojo contigo, mi querido mal’ak (ángel), es que estos y otros asuntos de similar índole provocaron mi salida nocturna, mi huída: algunos se habían conjurado para matarme. Por cierto, ¿mal’ak, me reservarás la dicha incomparable de bautizarte?

Leer más... »