30.10.09

Obedecer a Dios antes que a los hombres

Cuenta San Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles que viendo el Sumo Sacerdote como aumentaban las conversiones al cristianismo en Jerusalén, arrestó a los apóstoles y los encarceló. Un ángel los liberó y les dijo que se presentaran en el Templo y predicaran «todo lo concerniente en torno a esta Vida» (Hech 5, 20). Dicho y hecho, los apóstoles cumplieron lo mandado.

En el Templo fueron detenidos de nuevo y llevados ante el Sanedrín, prohibiéndoles el Sumo Sacerdote enseñar la doctrina sobre Cristo, a lo que Pedro y el resto contestaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros disteis muerte colgándole de un madero. A éste le ha exaltado Dios con su diestra como Jefe y Salvador, para conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que ha dado Dios a los que le obedecen» (Hech 5, 29 – 32).

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29.10.09

La muerte, el alma y la resurrección de los muertos (I)

Introducción.

El problema de la muerte en nuestra sociedad se muestra bajo el signo de una contradicción. Por una parte, la muerte es un tabú, algo que ocultar; por otra, se da un exhibicionismo de la muerte que corresponde exactamente con la destrucción del pudor en los demás terrenos de la vida.

Se puede decir sin ambages que el mundo burgués oculta la muerte. El tabú de la muerte se ve apoyado simplemente por la estructuración exterior de la sociedad, pero también por una postura elitista que se niega a participar en el juego general de esa especie de escondite, intentando superar el absurdo ni más ni menos que mirándole a los ojos (1). Ocurre lo que el filósofo Pieper llama la «banalización» materialista de la muerte, donde la muerte se reduce a un espectáculo: la muerte se presenta de manera trivial, eliminando así la inquietante pregunta que ésta provoca.

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28.10.09

27.10.09

Fray Pascual Saturio, un dominico contra el Motu Proprio

La liberación total del Misal del Beato Juan XXIII hace ya dos años, por parte del Romano Pontífice Benedicto XVI ha sido una bendición y un regalo para toda la Iglesia.

Los que como yo, hemos nacidos y vividos bajo el Novus Ordo, el Usus Antiquior ha supuesto el encuentro con un verdadero tesoro litúrgico, una espiritualidad riquísima, con la que la Iglesia se ha conducido durante siglos.

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