Sinodalidad visigoda

El concilio de AgdaBuscando en estos días información sobre ciertas cuestiones, he tenido la oportunidad de leer un trabajo del profesor Ramón Gonzálvez Ruiz sobre el concilio de Agda del año 506 y su relación con los concilios posteriores de la época visigoda.

Al desplazarse los visigodos hacia la península Ibérica no abandonaron los territorios del sur de Francia (la Narbonense), y todo ello formó el reino visigodo de Hispania durante más de dos siglos. Los obispos de muchas de las ciudades de esa zona asistieron a los concilios toledanos de los siglos VI y VII, la catedral de Narbona está dedicada a los santos Justo y Pastor, niños mártires hispanos, y en estas tierras se asentaron después muchos cristianos que huían de la invasión musulmana.

Hace quince siglos se reunieron en Agda (o Agde) treinta y cuatro obispos, diez de ellos ausentes por enfermedad u otros motivos representados por un presbítero o un diácono. En un concilio los obispos abandonan temporalmente su diócesis para orar y deliberar juntos, formulando propuestas de fe o de disciplina eclesial. Se fundamenta en la máxima del Derecho Romano de que “lo que afecta a todos, debe ser decidido por todos”. Existen concilios ecuménicos (para toda la Iglesia), nacionales y provinciales.

Los concilios se iniciaban y se clausuraban con gran solemnidad litúrgica, en el marco de la Misa pontifical con la homilía predicada por quien presidía la asamblea, normalmente el obispo de mayor prestigio, y con una solemne profesión de la fe católica. Después de haber leído los textos de los Santos Padres relativos a las cuestiones planteadas, los obispos deliberaban y tomaban las decisiones correspondientes. El concilio de Agda se había propuesto tratar acerca de las normas de vida del clero, de las condiciones para la ordenación de obispos, presbíteros y diáconos y de los bienes materiales de las iglesias.

El concilio de Agda fue presidido por san Cesáreo de Arlés, elegido obispo pocos años antes, y cuya importancia en la teología y la pastoral, así como su influencia posterior son notables. El rey visigodo Alarico II, de confesión arriana, fue quien dio permiso para la celebración del Concilio, lo cual era un cambio respecto a la actitud de su padre Eurico frente a los católicos, levantando la pena de exilio a Cesáreo de Arlés, que así pudo asistir a la asamblea episcopal que habría estado preparando. No solo era tolerado el catolicismo, sino que quedaba legitimado en el reino, casi en las mismas condiciones que el arrianismo. Probablemente pesaban mucho en el rey los planteamientos políticos, pues el poderoso reino de los francos había pasado al catolicismo poco antes con la conversión del rey Clovis consiguiendo así la cohesión religiosa de sus súbditos.

Es verdad que solo asistieron los obispos de la zona francesa del reino de Toulouse. Quizás debido a la premura de la convocatoria los obispos de la Península Ibérica no pudieron participar, quedando emplazados para el año siguiente en Toulouse. Sin embargo, la derrota y muerte del rey visigodo frente a los francos en el año 507 impidió dicho concilio y provocó el repliegue hacia la Península manteniéndose solo la franja mediterránea de la Narbonense y la Provenza en el reino que a mitad del siglo establecería la capital en Toledo.

Siguiendo la estela del concilio de Agda, tanto en la zona de la Septimania y la Provenza con el impulso de san Cesáreo de Arlés, como en la Hispania peninsular florecieron los concilios provinciales. Bastó el inicio de la libertad religiosa para que los obispos unidos trabajaran para remover conciencias, revisar y ordenar las estructuras eclesiales e impulsar la vida cristiana. Abierta la brecha por Agde en el 506, floreció la primera mitad del siglo en asambleas conciliares: Tarragona (516), Gerona (517), Toledo II (527), Barcelona I (540), Lérida (546) y Valencia (549). Además, estas celebraciones sirvieron para el fruto no menos importante de posibilitar el trato y el conocimiento entre los obispos y sus acompañantes, que aprovechaban para dialogar, intercambiar experiencias pastorales, novedades, ideas y códices de los Santos Padres y de otros escritores eclesiásticos.

Es evidente que “nada nuevo bajo el sol”, y los actuales sínodos diocesanos, nacionales o episcopales no son ningún invento de última hora. Se puede aprender de la historia de la Iglesia en su preparación, su desarrollo y su aplicación.

3 comentarios

  
hidaspes
Los Concilios visigodos, tantos los toledanos como los provinciales, han sido magníficamente analizados y expuestos en la obra del profesor Orlandis. También puede citarse a otros historiadores canónicos, como Rivera Recio. Pero Orlandis tenía una capacidad innata para hacer fácil lo difícil, y ciertamente, algunos concilios toledanos abordaban cuestiones de alta complejidad.

Por cierto, que creo que no se ha dedicado mucho tiempo a investigar el enigma del XVII Concilio toledano, de cuyas actas no se tiene constancia. A lo sumo, se han deslizado breves hipótesis acerca del motivo de su desaparición, pero intuyo que es uno de esos enigmas que bien mereciera un trabajo de investigación.
11/08/22 8:18 PM
  
hidaspes
Fe de erratas: me refería en mi anterior comentario al XVIII Concilio de Toledo, Dispensen el lapsus en la numeración romana.
12/08/22 7:20 PM
  
Pedro L. Llera
Imaginemos que los modernistas quieren cambiar la doctrina sobre -pongamos un ejemplo chusco- la homosexualidad.
1.- Se reúne el sínodo.
2.- Tras meses o años de discusiones, se dice que hay una mayoría de obispos que son partidarios de cambiar la doctrina sobre la homosexualidad. Que si se quieren, ¿por qué va a estar mal?
3.- El Papa recibe el documento elaborado por un secretario del sínodo puesto a dedo para que redacte el texto que queremos que se redacte. Ese documento sinodal recoge que la inmensa mayoría de obispos quiere cambiar la doctrina.
4.- El Papa firma el documento del Sínodo y lo hace suyo, con algunas correcciones para que se vea que es él el que manda.
5.- Se publica un Motu Proprio o una encíclica que explica que la doctrina no cambia pero que, a partir de ahora, los homosexuales se pueden casar por la Iglesia y que ya no se puede decir que viven en pecado mortal; así que pueden comulgar y casarse por la Iglesia.
6.- Los teólogos y los obispos dicen que el Espíritu Santo ha hablado a través del Sínodo y que ha corregido una injusticia de siglos.
7.- Pedimos perdón a los LGTBI por haber sido homófobos durante dos milenios y pico. Se ponen banderas del arco iris en todos los templos, en reparación de tal injusticia.
Estoy hablando de un papa hipotético, obispos hipotéticos y cuestiones hipotéticas. Pero a mí me da que la sinodalidad es el traslado a la Iglesia del llamado "Estado de Derecho" liberal que aprueba las leyes y las doctrinas según dicten las mayorías, al margen de la ley natural y de la Ley de Dios.



.................... (RESPUESTA del bloguero:)

Los antiguos sínodos o concilios locales no se planteaban desde esa "hipótesis" de decisiones por mayoría, sino de buscar la fidelidad a la Palabra de Dios y a los Santos Padres. Incluso llegaban a tener serios conflictos por cuestiones acerca de la fe o de la pastoral...
Si Dios quiere saldrán en algún artículo las diferencias con el Papa acerca de si se debía forzar la conversión de los judíos o no, o el choque de San Julián y del Concilio Toledano XV con el Papa y los teólogos papales con ocasión del rechazo a la herejía monoteleta y la adhesión al Concilio ecuménico III de Constantinopla (años 680-681).

Podemos ver a lo largo de la historia de la Iglesia, en los santos conocidos y anónimos, esa fidelidad al mensaje recibido unida a la capacidad de engendrar nuevas formas para el anuncio de ese mensaje. Que ese sea nuestro camino también.

Aprendiendo de la historia... Gracias!!! (Pablo).
14/08/22 11:16 PM

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