El PP frente a la ley de plazos
La postura del Partido Popular frente a la nueva ley del aborto podrá ilusionar a alguien, a mí desde luego no. Volvemos a ver la escenificación de un amargo fraude que ha conseguido que en España desde 1985, la lucha social contra el aborto esté totalmente silenciada y apartada de la opinión pública, y que no exista ni una mísera voz en nuestras cámaras legislativas en defensa del concebido no nacido.
Volvemos a ver estos días en un tímido segundo plano esa estrategia de seducción dirigida al electorado consciente y con principios de un PP, que ahora en plena masacre, se lleva las manos a la cabeza con la ley de plazos. No quiero ser pesimista, ni aguar la fiesta a quien crea que por una vez el Partido Popular hace algo bien. Pero desde un punto de vista objetivo y como diría César Vidal, sin ánimo de ser exhaustivos, podemos repasar los precedentes en la evolución de las posturas del Partido Popular frente a las leyes que han atacado directamente a la moral católica, y así preveer en qué puede quedar esta indignación, que me temo será transitoria.

La lucha de los objetores de conciencia a Educación para la Ciudadanía es especialmente dura y sacrificada. La soledad y la incomprensión en el entorno más cercano ahonda en la dificultad de una batalla que sin embargo, persevera en un amor inquebrantable de los padres por sus hijos. Por eso el reconocimiento, el apoyo, el respaldo, la comprensión y el estímulo fueron el sábado la principal actitud que se respiraba entre el millar de participantes del II Encuentro Nacional de Objetores a EpC.
Cuando los valores morales sobre los que ha crecido nuestra sociedad son pisoteados con ensañamiento, y la coyuntura política parece plantear un irrevocable camino hacia la destrucción de España. Es comprensible que cabezas pensantes como Pío Moa recurran a una reflexión profunda, para formarse un criterio fundamentado y replantearse seriamente su actitud frente a tal situación.
Para llegar a una conclusión racional es necesario pensar, reflexionar. La apatía patológica entre los jóvenes es un infranqueable muro al uso de nuestra propia razón, los jóvenes pensamos pocas veces y de un modo muy superficial. Esto es evidentemente un obstáculo a la conciencia común de que existe una razón colectiva inscrita en nuestra condición humana. Si ni siquiera recurrimos a nuestra razón ¿cómo vamos a darnos cuenta de que en ella subyacen unos principios naturales que todos en nuestra condición humana compartimos?
Cuando visité la Catedral de San Esteban (Stephansdom) en Viena el pasado verano, sentí que lo majestuoso del gótico europeo revestía un extraño aire discotequero. Todo eran focos y pantallas de proyección tapando verdaderas obras de arte, como si por alguna razón se avergonzasen de los púlpitos, retablos o capiteles que por siglos han decorado las naves de la Catedral. En un principio pude achacarlo a la ignorancia hortera de quien había sido encargado de la iluminación para un momento determinado. Pero cuando al día siguiente todo el mecanismo de luces estaba en funcionamiento en un show televisivo con música rock en directo y un guapo presentador haciendo chistes a cámara, aquél montaje comenzó a rayar lo irreverente. 




