Pentecostés

Juan 14, 23 - 31

En aquél tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras.Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado.
Os he dicho estas cosas estando entre vosotros.
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.
Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde.
Habéis oído que os he dicho: “Me voy y volveré a vosotros."Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder;
pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado. Levantaos. Vámonos de aquí.”

Homilía XXX, San Gregorio Magno

Hermanos carísimos, quiero recorrer brevemente las palabras de la lección evangélica, con el fin de poder detenernos luego más despacio en la contemplación de tan gran solemnidad.

Pues bien: hoy el Espíritu Santo, en medio de un ruido repentino, descendió sobre los discípulos y cambió sus corazones carnales en amor de Él; y con las lenguas de fuego que aparecieron exteriormente, interiormente quedaron sus corazones inflamados; pues, al recibir a Dios en forma visible de fuego, abrasáronse dulcemente en su amor; porque el mismo Espíritu Santo es amor; y por eso dice San Juan (1ª 4,8): Dios es caridad. Por consiguiente, quien con toda el alma desea a Dios, ya tiene de hecho a quien ama.

Mas he aquí que, si a cada uno de vosotros se pregunta si ama a Dios, con todo aplomo y seguramente responderá: Sí, yo le amo; pero en el mismo principio de la lección habéis oído que la Verdad dice: Todo el que me ama observará mi doctrina; por tanto, la prueba del amor es la exhibición de las obras. Por eso el mismo San Juan dice en su Epístola (1ª 4,20): Si alguno dice: Si, yo amo a Dios, y no observa sus mandatos, es un mentiroso. Amamos, pues, de veras a Dios y guardamos sus mandamientos cuando refrenamos nuestras concupiscencias, porque quien todavía se derrama en deseos ilícitos, sin duda no ama a Dios, puesto que contraría su voluntad.

Y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos mansión en él. Considerad, hermanos carísimos, cuán grande dignidad sea ésta, el tener a Dios, que ha venido a hospedarse en el corazón. En verdad que, si algún amigo rico y poderoso viniera a nuestra casa, a toda prisa limpiaríase toda la casa para que no hubiera tal vez en ella algo que molestara a la vista del amigo que viene. Pues quine prepara a Dios la casa de su alma, haga desaparecer de ella las inmundicias de sus malas obras.

Pero ved lo que dice la Verdad:«Vendremos y haremos mansión dentro de él. Y es que viene a los corazones de algunos, pero no hace mansión; porque ante la presencia de Dios, sí, llegan a compungirse; pero al tiempo de la tentación se olvidan de aquello de que se habían compungido, y así vuelven a cometer los pecados como si no los hubieran llorado.

Oficio de Maitines, Dominica Pentecostes.

Trad: Obras de San Gregorio Magno. Ed. BAC.

1 comentario

  
Bruno
Este estupendo texto de San Gregorio Magno me ha hecho sentirme muy pequeño. Que Dios me conceda llorar mis pecados, como dice este Padre de la Iglesia, y limpiar y arreglar mi casa con su gracia, para que el Espíritu more en mí.
31/05/09 9:23 PM

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