La Iglesia y las bombillas de feria

Es sabido que la comunicación es una ciencia de nuestros días, que, aplicada a la política, está dando magníficos resultados. Las victorias electorales se cuentan con manos llenas si se ha utilizado bien los medios de comunicación y los mensajes que éstos emiten. Así han llegado en los últimos cien años al poder personajes de todos los colores, de cualquier tipología intelectual y de una especial mediocridad para gobernar.

Uno de los ejes de la comunicación en campañas políticas es la imagen, el fogonazo de luz, los segundos precisos, y un mensaje corto, hueco y vacio, que es el que capta el espectador por ojos y oídos y es lo que luego se queda y lo mueve para ir a votar a equis opción electoral.

Alcanzado el poder, ese partido sigue utilizando sabiamente los hilos de la comunicación para mantener entontecido al pueblo, quien, aunque le falte lo más elemental, sigue votando al más hábil para engañarlo con las palabras, con la imágenes, con mensajes vacios, con planes especiales y con mentiras vestidas con el ropaje más vistoso y de colorido más atrayente a ojos y oídos.

Este sistema de gobernar, también, ha pasado a la Iglesia, donde personajes mediocres intelectualmente, tímidos, huraños, aíslados y apocados, descubren el valor de las palabras, de los signos extraídos del baúl de los recuerdos, de los gestos vacios de contenido, entontecen, momentaneamente a las masas, quienes absortas por el brillo de la decisión se entregan a una feria llena de abalorios caducados.

Esta manera de conducir la Iglesia produce un fogonazo que dura mientras en la feria estén encendidas las bombillas de colorines de los arcos colocados en las calles. Pero nada más. Estos artilugios tienen muy poco recorrido en el tiempo y el pueblo lo olvida rapidamente, porque solamente ha sido un fogonazo pasajero.

Mientras, la misión evangelizadora constante está infrautilizada; la misión litúrgica está enfriándose por la falta de formación en la fe cristiana de un pueblo que la necesita más que comer; la misión vocacional está atrancada porque las ferias no atraen a los jóvenes llamados por el Señor; la misión de la caridad y el servicio a los más pobres y necesitados está truncada, porque los pobres no comprenden que, sin tener para comer, se hagan esos fuegos artíficiales y de tanto colorido; y el resto del pueblo pase olímpicamente de todo porque tiene a la Iglesia, como a una gasolinera donde acuden cuando necesitan repostar el depósito de energía.

La Iglesia, madre y maestra, debe no entontecer a nadie. Solamente seguir el mandato de Cristo: evangelizar sin descanso hasta la última persona dándole motivos de esperanza, de alegria, de valentía y de ser cada día más santa en su familia, en el trabajo y en la sociedad, en la que estamos. Este es nuestro programa con el que llevamos dos milenios.

Tomás de la Torre Lendínez

2 comentarios

  
ambrosio
Articulo interesante.

¿Se refiere usted a algo en particular?
23/10/09 9:50 AM
  
conchi
Esta vez no he cogido el "hilo".¿Quién dispara las tracas de Fallas?.Vivo en Valencia.Un saludo y Dios le bendiga.
25/10/09 9:57 PM

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