Tiempo de Santos

Mañana, en Roma, está celebrándose la elevación a los
altares de cinco nuevos santos de la Iglesia Católica: Juana Jugan, Damian de Veuster, Francisco Coll, y Rafael Arnaiz.

La definición clásica de canonización es aquella que nos dice que se
trata de un acto solemne mediante el cual se inscribe en el catálogo de
los santos a un siervo de Dios. El Papa Inocencio III, a comienzos del
siglo XIII, precisó que la decisión de canonizar a alguna persona se
basa en la comprobación de la práctica heroica de las virtudes
cristianas durante su vida y la obtención de milagros después de su
muerte.

Por lo tanto, es una determinación que necesita de rigurosas
verificaciones y que en ningún modo es un capricho del Papa. Los
procesos de beatificación y de canonización se rigen por unas normas
estrictas.

El Papa Benedicto XVI hará santo a uno muy especial:
a fray Rafael Arnaiz, quien soportó
con alegría maledicencias y una enfermedad muy dolorosa, que le abrió
las puertas del cielo cuando sólo tenía 27 años. En plenos años
convulsos para la vida de la Iglesia de España, como fue la década de
los treinta.

En aquellas fechas hubo muchos testigos de la fe en Cristo que
derramaron su sangre por defender la fe cristiana, que estaba siendo
perseguida por un afán de decretar la supresión de la Iglesia Católica
de los hombres y las tierras de España.

En el caso del hermano Rafael, no fue así. Aquellos revueltos años
trajeron, también, modelos de santidad escondidos, anónimos, valientes
y de extraordinarias repercusiones posteriores para la Iglesia del
Señor que peregrina en España.

Creo que estos años de persecución hacia todo lo religioso, en la
sociedad actual, está trayendo efectos de santidad, que aunque ahora no
conocemos, el futuro nos dará una larga serie de personas que durante
estos tiempos están siendo fieles a la llamada de Dios en la Iglesia de
nuestros días: existen padres ejemplares; se encuentran cristianos
valientes insertos en los grupos civiles que luchan por el derecho a la
vida desde la cuna a la tumba; conocemos a jóvenes valientes fieles a
su vocación laica, sacerdotal o religiosa que dejándolo todo se
entregan sin limites a la llamada de Cristo; y vemos a una multitud de
ancianos que viven solos en sus casas o en las residencias de la
tercera edad, que soportan sus limitaciones de salud de una forma
cristiana admirable.

Los santos existen siempre, pero en tiempo de persecución, de fríos
ataques a la fe, de sibilinos mensajes equívocos, de proclamación de
modelos de cartón piedra, de exaltación de valores de muerte sobre la
vida, es cuando el Señor encuentra a sus mejores servidores y
seguidores capaces de darlo todo por el evangelio de Cristo.

Tomás de la Torre Lendínez

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