InfoCatólica / Más duro que el pedernal / Etiquetas: gobierno

25.05.21

Necesitamos a San Gregorio VII

La Iglesia ha sufrido muchas crisis a lo largo de la historia. Es algo normal, teniendo en cuenta que, como dice Jesucristo al Padre sobre sus discípulos, la Iglesia no es del mundo, pero está en el mundo. Precisamente muchas de esas crisis han venido por las relaciones entre la Iglesia y el mundo, y esa doble realidad que tiene, de no ser de él, pero estar en él. Y sin duda una de las crisis más profundas fue la que se vivió en el llamado «siglo de hierro», que corresponde, más o menos, con el siglo X d.C., aunque se extiende hacia el XI.

Como no estoy especializado en historia, no entraré en los pormenores de la situación de la Iglesia durante ese siglo. Sólo diré que, simplificando un poco, la profunda crisis que se vivió derivó de la subordinación del poder eclesial, y en particular del papado, a los gobiernos temporales del mundo. Europa vivía una época de fragmentación, tras la caída del imperio carolingio, que llevó a duras luchas de poder entre los señores feudales, los cuales tendían a aumentar su poder de forma ilimitada, sin ningún contrapeso que los frenara. El nacimiento del Sacro Imperio Romano Germánico no solucionó el problema de la incapacidad de la Iglesia para limitar el poder temporal, porque se perdió el equilibrio que se había alcanzado entre el Papa y Carlomagno.

En ese contexto aparece Hildebrando, monje cluniacense que, tras ocupar cargos de gran responsabilidad al servicio de algunos papas, fue elegido por aclamación popular como Romano Pontífice en 1073, llegando a ser Gregorio VII.

Leer más... »

18.09.19

Nada que perder

La Vendee

En El Príncipe, Maquiavelo trata de aconsejar a los gobernantes, desde la experiencia de la historia, sobre cuáles son las actitudes y cualidades que sirven para conservar el poder y hacer frente a los enemigos de un reino. Lo hace desde un pragmatismo muy propio de una época infectada de nominalismo, por lo que no se preocupa de si el gobierno es justo o de si el fin que persigue es el bien común, sino de cómo el príncipe debe evitar que el poder le sea arrebatado. Ante todo, debe evitar el odio del pueblo, y mantener un equilibrio entre ser temido y ser amado. Acerca de lo que hace odioso al príncipe, dice Maquiavelo:

«Hace odioso, sobre todo, como ya he dicho antes, el ser expoliador y el apoderarse de los bienes y de las mujeres de los súbditos, de todo lo cual convendrá abstenerse. Porque la mayoría de los hombres, mientras no se ven privados de sus bienes y de su honor, viven contentos; y el príncipe queda libre para combatir la ambición de los menos que puede cortar fácilmente y de mil maneras distintas».

Es evidente que no comparto en absoluto las ideas de Maquiavelo respecto al gobierno, pero no se le puede dejar de reconocer que, en su pragmatismo, tiene mucha razón en muchas cosas de las que dice. Y los gobernantes que traten de mantener el poder a toda costa, harían bien en hacer caso a sus consejos.

El gobierno de la Iglesia comparte, en muchísimos aspectos, los criterios, virtudes y defectos, de los gobiernos civiles de la época. En una época de buenos gobernantes, es normal que uno tenga buenos pastores (y viceversa). Pero en una época de malos gobernantes… en fin. Dejo al criterio de los lectores juzgar si la época actual lo es de buenos o malos gobernantes.

Leer más... »