Qué cosa sea lo esencial
La lectura del libro de los Hechos de los apóstoles de este pasado domingo, entre otras cosas decía: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables". En la homilía quise planteárselo a los fieles: a ver, ¿qué es lo fundamental para ser un buen católico?
Nos pasamos el día y no digamos las homilías y reflexiones con mucha verborrea y poco asunto. Párrafos y párrafos solemnísimos, rellenos de nada y sin posibilidad de evaluar nuestra vida. Hartos estamos, harto estoy, de frasecitas que parece que son algo pero con menos relleno que pollo en casa de pobres. Seguro que mucha gente me diría que lo indispensable es amarse, abrir el corazón al evangelio, hacer nuestros los sentimientos de Cristo Jesús y vivir el don de Dios en la comunión con los hermanos. Que no está mal, pero no lleva a ninguna parte. Nos falta concreción.

Parece que nos encanta hablar de problemas. No es que nos encante, es que lo normal es que las cosas vayan bien. Sería lo normal, aunque desgraciadamente lo que debería ser normal se convierte en extraordinario.
Si. Casi que mejor.
Si me equivoco, me equivoco. Desde el primer día dije que me parecía la nada sin sifón. Más aún, me parecía una tomadura de pelo, pero entiendo que uno se equivoca y pudiera suceder que realmente hubiera un clamor en la Iglesia universal pidiendo un sínodo y que la propuesta del santo padre fuera acogida con entusiasmo realmente indescriptible.
Menudo día tuve ayer… Tres misas por la mañana, la última, la de Braojos, seguida de procesión de san Isidro, bendición de campos, subasta de varas y andas, refresco popular y, por la tarde, entierro en un pueblo cercano supliendo a un compañero que está de vacaciones.





