El perdido silencio de los templos católicos
Seis de la tarde en la parroquia. Estoy abriendo las puertas porque en media hora comienzan los bautizos. En ese momento una señora mayor con dos niños que vienen a los bautizos me pregunta que si pueden pasar ya. Mi respuesta: si es para rezar, sí.
No sabemos estar en los templos y me temo que no sabemos estar en ningún sitio. A los cinco minutos de haber entrado en la capilla del Santísimo, los niños estaban corriendo y la señora había encontrado una amiga con la que charlar tranquilamente. Insistí. Silencio total en el templo y en esta capilla de manera especial: aquí está el sagrario. Cinco minutos más tarde los niños, además de correr, habían decido jugar al escondite en los confesionarios con la mayor indiferencia por parte de la abuela. Evidentemente, los eché a todos mientras aguantaba los reproches de la señora porque ya sabe, son niños.