Del romano imperialista, puñetero y desalmado a la misa de angelis
La gente de nuestras parroquias es más buena que el pan, tanto que se fía de nosotros los curas sin ningún tipo de espíritu crítico, aunque afortunadamente algo van espabilando. Quien  más y quien menos al llegar a una parroquia se ha encontrado con un pequeño coro formado por gente de buena voluntad que, a falta de otras posibilidades, y nula formación o expresa deformación, se dedica a “amenizar” las misas entre kumbayás, palacagüinas, batir palmas, adaptaciones músico-literario-gestuales y simpáticas canciones que igual podían haberse entonado en un congreso de dentistas.
Lo hacen con buena voluntad, convencidos de que eso es el auténtico espíritu del concilio, y más si los curas no hacemos nada porque mejor dejar a los coros a su aire no sea que se cabreen, que también tiene facilidad. Que canten los niños, Dios es amor y la Biblia lo dice, y además no has nacido amigo para estar triste tralará.

Me lo dicen de vez en cuando. Que en lo que escribo en el blog debo ser amable, muy positivo, y olvidarme de críticas. Que me iría mejor. También tengo gente que me aprecia de corazón y que me recuerda que quizá esté haciéndome demasiados “amigos”. Ya me entienden.
Conozco gente que ante una alegría corre a celebrarlo con la Virgen. No es extraño que tras un alumbramiento lleguen flores, y seguro que algunos recordarán la bonita costumbre de que las novias, tras el enlace, depositaran el ramo a los pies de su advocación preferida.
Con mi post de ayer se abrió el melón de las no siempre fáciles relaciones entre párroco y vicario parroquial, lo que en tiempos se denominaban coadjutores. Muchos estereotipos. De un lado el párroco mandón que tiene al pobre cura joven asustado, en un puño, que no le deja respirar y que hasta le mantiene asfixiado económicamente. También podría darse el extremo del vicario parroquial poco amigo de trabajar, que hace lo que le viene en gana y que necesita para sus labores pastorales más presupuesto que la catedral de la Almudena. O el párroco progre pasado de rosca que todo lo sabe o el vicario puntillista que se escandaliza ante una genuflexión no exctamente bien ejecutada. O a la vicevrsa.