Cuando dos escalones te impiden participar en la eucaristía
De poco vale proclamar que la parroquia, el templo, son lugares abiertos a todos cuando llegas a la puerta y empiezas a descubrir barreras que no te permiten vivir tu fe con normalidad.
Personas con dificultades de movilidad que acuden a las celebraciones en silla de ruedas, ayudados por un bastón, arrastrando los pies. Mamás con bebés en sus carritos. Feligreses con problemas serios de audición que apenas consiguen captar ruidos con sus audífonos. Ciegos que se van tropezando con todas nuestras cosas: mesitas, expositores, limosneros.

Las respuestas de la gente al proyecto de adoración perpetua en la parroquia están siendo muy positivas, tanto de laicos como de sacerdotes y religiosos. Todos me dicen que es un proyecto muy ambicioso, pero que es una maravilla. Y que adelante.
De cuando en cuando algún amigo me comenta que me lee en Infocatólica, añadiendo a continuación que le parece bien, pero que cuidado, que si es un portal fundamentalista, que ojo con esas cosas.





