In vigilando
Nadie sabía nada. Nadie se enteraba de nada. Era vox populi pero se ingoraba el asunto. No me digan que casos sonadísimos como los de Maciel, McCarrick o Rupnik jamás habían suscitado la más mínima sospecha. Y de los cientos de casos que van saliendo a la luz tampoco se sabía nada de nada.
El próximo martes, 9 de julio, la Conferencia Episcopal Española dabatirá el «Plan de Reparación Integral a las Víctimas de Abusos sexuales a menores y personas equiparadas en derecho». Leo que el plan está orientado a la reparación integral de las víctimas de abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia, principalmente en los que ha fallecido el victimario o el caso ha prescrito, para ofrecer una reparación adecuada que responda a la demanda que cada caso particular requiere.
Vaya por delante que un servidor está de acuerdo en atender a las víctimas en todo lo que sea necesario, pero me hago algunas reflexiones.

La liturgia de los últimos días está siendo terrible. Desde el pasado domingo, la tempestad y la barca que casi se hundía, la casa edificada sobre arena o sobre roca, el destierro a Babilonia, hoy mismo la memoria del mártir san Ireneo. Todo son catástrofes.
La nostalgia es la nostalgia, y en la medida en que nos hacemos mayores nos produce una especial ternura volver a nuestros orígenes. Cosas en las que hacía tiempo que no reparábamos, hoy hasta nos humedecen los ojos de emoción. Me siento rejuvenecido. Mucho. Los que nos formamos en los años setenta y ochenta hoy nos estamos reencontrando con las propuestas de nuestra juventud. Cualquier día saco los pantalones campana y un jersey de cuello vuelto. Me estoy planteando una posible trenka y la cazadora de pana.





