Necesidad de formación. Y a las pruebas me remito
La realidad supera a la ficción. Cuando hablo de falta de formación elementalísima de muchos católicos, no lo hago porque sí. Es que uno lo constata día a día. Hoy dejo algunos ejemplos. Sucedidos completamente reales. Y no exagero un ápice.
BAUTISMO. Una de las charlas de preparación con los padres: “Mire, el padrino será mi cuñado, es testigo de Jehová, pero no creo que importe mucho ¿verdad?”
Más de BAUTISMO. La mamá que viene a la parroquia porque el niño va a hacer su primera comunión y hete aquí que no está bautizado. “Que cuándo podemos bautizar al niño para que haga su primera comunión. Ganas que tienen de complicarnos la vida a los padres. No sé a cuento de qué hay que bautizarle para eso”.

No, no me refiero a misas con rosquillas y calimocho, versos de Tagore y la hermana Veneranda repartiendo gominolas. Eso se supone que ya lo deberíamos tener superado.
No siempre es uno el que preside la celebración. Puede suceder que concelebres en la eucaristía, por ejemplo, o que participes como simple fiel en la liturgia. He de reconocer que en ocasiones acabo de los nervios. No me digan por qué, pero hay cosas que me quitan la paz. Que a lo mejor están bien hechas o son convenientes, que en eso no entro, pero que en lugar de ayudarme a entrar en el misterio me sacan de él, de forma que en vez de participar y disfrutar de la ceremonia acabo deseando que aquello termine pronto para poder ir en paz.