Desde los tiempos de Leire Pajín
A uno le puede gustar una cosa más o menos. A otro menos o más. Hay gente “pa tó” (Guerrita dixit) y para gustos los colores. Libres somos de opinar y allá cada cual con sus filias, fobias, manías, preferencias gustos o incomodidades.
A mí que lo socialistas estuvieran encantados con Zapatero pues es lo natural. Que lo alabaran, su obligación de militantes. Que además prefirieran en Estados Unidos a Obama antes que a Bush, entraba en su lógica de partido de izquierdas y de desconocimiento de la realidad política estadounidense. Ahora bien, afirmar que “el próximo acontecimiento histórico en el planeta será la coincidencia de Zapatero en la UE y Obama” como se permitió hacer Leire Pajín es una gilipulluá, una boutade, una salida de pata de banco y ganas de hacer el ridículo. Pero aquí cada cual se lo monta como quiere, puede y le dan de sí sus neuronas.

Sabía que fue por ahora. El caso es que he echado un vistazo al blog y veo que hoy hace un año y una semana que comencé a escribir en Infocatólica. No está nada mal.
Una mañana de primavera en el pueblo. Falta más me media hora para la misa y estoy por el templo preparando cosas. Por la puerta de la iglesia, al fondo, veo cómo llega una pareja casi arrastrando un enorme bulto que parece de un peso más que considerable. Sin decir palabra, se acercan a mí, y veo cómo desenvuelven el misterioso paquete, del que emerge en todo su esplendor una impresionante imagen de santa Gema Galgani de aproximadamente un metro y medio de altura. “Es para que la ponga en la parroquia, ¿le gusta? Lo tenemos ofrecido…”
Ya se sabe. Son esas cosas que no necesitan demostración. Hartitos estamos de leer y escuchar eso de que la curia vaticana es un antro de perdición donde los curiales son gente que vive en la opulencia mientras se apuñalan por la espalda en siniestros manejos de lujuria y poder. Se sabe. No hay que demostrar nada.
Me preguntaban hace poco por la forma en que se debe rezar a san Pancracio para que te conceda lo que le pides. Por lo visto a esta persona le habían regalado una imagen de san Pancracio diciendo que era muy milagroso, pero pasaban los días y nada de nada. Yo le comenté que rezara la oración propia del santo. Pero el problema era otro. Porque había llegado a sus oídos que además de rezar era imprescindible colocar una moneda en una de sus manos y ponerle perejil. La duda era si el perejil hay que cambiarlo cada día o dejarlo como está hasta que se seque… Al final lo que me decía era que los santos deberían venderse con prospecto, como las medicinas.