De cuchillas, vallas y buenismo
Antes de nada, y para que no haya dudas, estoy en contra de las cuchillas en la valla de Melilla. Dicho esto, sigo.
¿Qué es el buenismo? Dos definiciones sacadas de internet: “Es partir de la base equivocada que la bondad solucionará todos los problemas porque en el fondo todos los seres humanos somos buenos y esa bondad, como punto de partida, equivaldría al consenso y al diálogo”. “Ciertos esquemas de actuación social y política que tienen por eje esencial la puesta en práctica de programas de ayuda a los desfavorecidos, basadas en un mero sentimentalismo carente de autocrítica hacia los resultados obtenidos”.
Es decir, que el buenismo es un decir “como “to er mundo é güeno” abajo las leyes, las normas, las fronteras, las represiones…, todo es de todos, viva la mesa común, acabemos con las diferencias”, que en principio está muy bien, y sería perfecto si todos fuésemos ángeles del cielo, que no es el caso.

Al correo de un servidor llegan cosas de lo más variopinto. Acabo de ver que me ha llegado uno nada menos que desde Amnistía Internacional pidiéndome, no se lo pierdan, mi firma a favor de las Pussy Riot, con el argumento de que llevan más de un año en prisión por cantar una canción protesta en Moscú.
Es una de esas frases que te sueltan como si hubieran descubierto la penicilina, la clave de la piedra de Roseta y la cuadratura del círculo a la vez. Frase además que debe pronunciarse con los ojos semi cerrados y voz de trance místico, y a la que debe responderse con un oh de admiración como si nos hubieran desvelado, por fin, el misterio de la Santísima Trinidad.
Hace apenas unos minutos. Palabrita del niño Jesús que la conversación ha sido esta:
Todavía hay ingenuos que se piensan que la culpa del no entendimiento entre la iglesia y los partidos políticos de izquierda la tiene la propia iglesia por ir por la vida de prepotente, lista, dogmática y nada proclive al diálogo. Anda que no habremos escuchado eso de la actitud de superioridad del beato Juan Pablo II, el dogmatismo de Benedicto XVI y, especialmente en España, lo de Rouco situándose por encima del bien y del mal, incluso en actitud abiertamente beligerante, a lo que se añadía la guinda de un Martínez Camino reconozcamos que poco dotado para suscitar simpatías.





