Las "cosillas" del cura D. José
Decían de don José que era un cura raro. El caso es que su parroquia marchaba como una seda: liturgia cuidada, confesiones, misas, buena formación, Cáritas, asociaciones de fieles… Definitivamente una buena parroquia cultivada por su buen cura que, entre otras cosas, estaba horas y horas pero que a la vez se las apañaba para hacerse presente en ese domicilio con problemas o visitar a un enfermo.
Rarezas muchas tenía el bueno de D. José. Algunas malas lenguas contaban que mucha parroquia y mucho apostolado pero que él personalmente ya se sabe: se decía, se rumoreaba, que si una vez vieron, que… Pues eso, que…
Conocí a D. José. Un ejemplo de vida sacerdotal y celo apostólico. Hablamos largo y tendido. Y así, a lo tonto, le pregunté una cosa: ¿es posible que un sacerdote sea realmente un buen sacerdote, un buen pastor y luego en su vida personal tenga importantes lagunas?

Vengo ahora mismo del centro de Madrid de comprar una capa pluvial para la parroquia. Ya sé que su uso no es obligatorio, pero también sé que es una vestidura litúrgica que se lleva utilizando siglos en la iglesia en solemnidades y celebraciones especiales como procesiones, bendición con el Santísimo, oficio divino y algunos sacramentos como bautismo y matrimonio.
Oigan, que cada cual vive la semana santa como Dios le da a entender y le parece, y ya sabemos que no es igual vivirla como cofrade de una gran cofradía andaluza, que como viejecita en Villarriba, niño en Almendralejo, joven en pascua juvenil o matrimonio en Socuéllamos. Igual en lo básico, pero con sus evidentes matices.
Es que la diferencia es abismal. Porque supongamos que un superior religioso llama a dos hermanos y les dice que por obediencia les toca trasladar sus reales a un convento de la otra punta del mundo. Si uno directamente dice que no le da la gana, pues queda fatal. Ahora bien, si la respuesta del otro es que necesitas llevarlo a la oración, discernir con la comunidad, decidir en conciencia y responder desde el diálogo fraterno, y al final dice que nanay, pues otro que dice que no, pero eso sí, quedando como un señor serio y responsable.
Estoy convencido de que en la parroquia nos falta capacidad de escucha empezando por los curas, que estamos convencidos de tener una especie de don de infalibilidad según el cual nuestras ocurrencias son la expresión actualizada del evangelio y la voluntad de Dios sobre la parroquia. Error. Qué gran error. Primer error.