Adhesión inquebrantable
Me han llorado los ojos del susto. Esta mañana, antes de acercarme a Braojos para uno de los actos litúrgicos de la fiesta en honor de la Virgen del Buen Suceso, he dado una vueltecita por algunos portales de información religiosa por la cosa esa de estar al día. La verdad es que la información religiosa es algo así como “La aurora” de Pedro Infante, que te pesca dormido en brazos de la ilusión y te despierta si estás dormida, morena sí, a la realidad de un plumazo.

Ahora que ando como los almendreros, de fiesta en fiesta, me preguntan, me pregunto, cómo debe estar un sacerdote en las fiestas de sus pueblos. Oigan que no es ninguna tontería.
Me apuesto un agua del Carmen y una caja de trufas de La Aguilera a que en la homilía de este domingo el último versículo de la segunda lectura va a ser la estrella. Sí, ese que dice: “La religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo”.