InfoCatólica / De profesión, cura / Categoría: Señora Rafaela

30.05.13

La noche en que faltaron los sobrinos de Rafaela

Se extrañó Rafaela de que no pasaran a saludarla sus sobrinos como cada noche. Cosas de gente joven, siempre ocupada.

Al día siguiente quedó todo aclarado. Unos amigos de Madrid les habían invitado a la conferencia de un teólogo de moda, y quisieron aprovechar la oportunidad. Al solecito, porque había que aprovechar el momento, contaban a Rafaela lo que escucharon.

¿Y qué tal? ¿De qué habló? Juan, entusiasmado. Tía, no sabes cuánta gente, y qué cosas decía… Marisa, más prudente: pues yo no sé qué decirte… no me aclaré mucho. Pues hija, de algo hablaría, digo yo… Sí, de Jesús, de la iglesia, de los pobres. Ya, pero es que eso es muy viejo.

Bueno, siguió Juan, dijo que algo así como que en la Iglesia no se puede hablar, que hay miedo, que la gente está asustada.

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9.05.13

La pobre Rafaela (con una nota previa)

La nota previa es poque me están llegando correos de amigos que me preguntan cómo adquirir el libro “De profesión cura”. Pueden ponerse en contacto con la editorial. Además la editorial me informa de que “Si hay cualquier problema con el pago o para que enviemos un ejemplar firmado por D. Jorge, basta enviarnos un mensaje a la editorial”. El correo de la editorial es [email protected].

Y ahora con el asunto de la señora Rafaela.

Rafaela lleva una temporadita solo regular. No en lo físico, que tiene una mala salud de roble, tampoco en lo económico, porque con la pensión que les ha quedado, y en el pueblo, vive con su marido sin pasar estrecheces. Cuando dice que está solo a medias eso quiere decir que hay cosas que no le convencen y que se está hartando.

Su cura lleva una temporada que le ha dado por hablar de la crisis y de los pobres, y toque el evangelio que toque acabamos ahí de forma impepinable. Es el chiste del cura y la confesión: San José era carpintero y haría confesionarios, así que hablemos de la confesión que viene a ser lo mismo.

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9.04.13

Rafaela hizo escrache

Hablé con Rafaela la otra noche. La cosa de saber cómo están, qué tal todo por el pueblo… Y con esa disculpa preguntarle por lo del escrache que servidor había escrito unos días antes.

Ella sabe perfectamente lo que es eso del escrache: ve la tele, escucha la radio y está bastante al día. Así que a lo tonto le conté lo que había escrito y le fui tirando de la lengua.

Mira, me dijo, a mí eso de que a la puerta de tu casa se te ponga una panda de gente pegando gritos y llamándote de todo pues no me parece bien, porque arreglar las cosas así a lo único que lleva es a más violencia cada vez que al final nos acabará salpicando a todos.

Ahora bien ¿sabes que yo hice algo parecido en una ocasión? ¿No te lo he contado nunca?

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3.04.13

Rafaela: la mudanza, la matanza y el parto de Micaelita

En el pueblo de Rafaela nunca pasaba nada. Lo más novedoso algún veraneante despistado entre semana, una ocurrencia del señor alcalde, el sermón del párroco la semana pasada que duró algún minuto más de lo habitual en el pueblo y la María que anda pintando la casa. Todo igual. Las mujeres a la compra, algún hombre en el bar, los chiquillos en el colegio y un coche de una empresa qué vendrá a arreglar algo.

Pero hay días en que todo se junta. Raros momentos en que, como dice Rafaela, parece que se juntan la mudanza, la matanza y el parto de Micaelita. Aquel lunes fue uno de esos días.

Comenzó con un gran trasiego de máquinas hacia la mitad de la calle principal. Un camión había producido un socavón de los gordos y rotura de la tubería principal del agua, con la consecuencia lógica de la población completamente desabastecida y sin poder calcular por cuanto tiempo.

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22.03.13

Las seis casullas blancas de la parroquia de Rafaela

El día de San José acudió al pueblo de la señora Rafaela un sacerdote desconocido. En el pueblo de al lado se juntaron la misa y, casualidades de la vida, dos entierros. Así que el párroco buscó un curita amigo que pudiera acercarse a celebrar misa en el pueblito de Rafaela. Ya le dijo que tranquilo, que posiblemente no irían a misa más de docena o docena y media de personas, pero no se iban a quedar sin celebración precisamente el día de San José.

La sacristana de siempre estaba de médicos en Madrid. Así que pidió a Rafaela que abriera la iglesia y preparara todo para la misa, y más habida cuenta de que iba un sacerdote nuevo y tendría que encender luces, micrófono y colocar y explicar absolutamente todo.
Buen sacerdote ese curita. Amable, simpático, cariñoso con ella y con los cuatro que estaba en misa. Cuando llegó el momento de revestirse Rafaela le abrió el armario y le preguntó: ¿qué casulla va aponerse? La blanca, respondió el sacerdote. Ya, ¿pero cuál de ellas? Es que tenemos seis.

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